Escribo desde la noche sobre Irradiación antes de darla a conocer, antes del primer número y de su primera época. Esta es una revista como todas y ninguna; un proyecto de lectura que se aventura como una posibilidad de expresión sin aspirar al monopolio de unos cuantos ni a la configuración de fronteras literarias, ideológicas o cuanto se nos ocurra que pueda aprisionarse. Antes bien, Irradiación nace como un reflejo de una comunidad lectora ansiosa y comprometida con la apertura de espacios, de ideas, de crítica, de discusión, de difusión y, sobre todo, de la participación activa de las manos escribientes y latentes en nuestro entorno –dentro y fuera de México– que componen el amplio territorio de lo literario, cultural y artístico.
Irradiación se levanta para romper el espejo o espejismo que otras figuras o imágenes han creado. Como otras revistas –o todas tal vez– no surge siendo una respuesta, sino quizás un rizoma, que no está solo y ojalá nunca lo esté. ¿Tiene un compromiso Irradiación? Sí, hacer senderismo por el mar de la creación. ¿Produce conocimiento? Más bien, acoge. ¿Reproduce ideas? Replantea la forma de leerlas.
Todos nosotros padecemos una terrible desmemoria. Y por todos me refiero a todo aquel que consume, practica y gusta de la literatura hoy. Y no es que la desmemoria sea poco común entre nosotros o censurable como una marca de completa ignorancia; pero cómo nos hace falta –en muchas ocasiones– recordar y aprender lo que ha pasado; conocer y reconocer quiénes somos y quiénes hemos sido.
Solemos ignorar –y perdonen quienes no– que la literatura mexicana no se ha forjado, por increíble que parezca, exclusivamente en los libros. No, o no de la forma en que podríamos imaginarlo. En realidad, el libro hizo una aparición muy tardía como producto accesible de la cultura impresa. Y es que hasta hace unos años, libro era sinónimo de pequeño lujo, tanto para el lector como para el autor; símbolo de consagración y espacio de canonización. De ello dan cuenta colecciones emblemáticas como Letras Mexicanas del Fondo de Cultura Económica y la Serie del Volador de Joaquín Mortiz.
Antes del libro, y durante mucho tiempo, hubo una rica tradición de publicaciones periódicas: revistas, suplementos, periódicos y hasta hojas volantes. Fue ahí, y no en el libro, donde se conformaron los núcleos intelectuales más ricos y diversos de nuestro país. Fue en las revistas donde se exhibieron, como en un enorme escaparate, una nómina variada y rica de plumas que hoy reconocemos como referentes indiscutibles. Fue en los suplementos culturales de mediados del siglo XX donde vieron la luz, un domingo, algunos de los primeros escritos de autores como Juan Rulfo, Juan José Arreola, José Emilio Pacheco, Josefina Vicens, Rosario Castellanos y Carlos Fuentes. Fue en una hoja volante donde un jovencito de Xalapa proclamó, hace ya cien años, el surgimiento de la primera vanguardia mexicana.
Irradiación nace de la ferviente creencia de dar vida, no sólo a una revista, sino de continuar con una tradición central en la conformación de la cultura y las letras mexicanas. Irradiación no sólo pretende rendir un homenaje modesto a aquel mito que fue la revista Irradiador, segunda publicación de los estridentistas, perdida durante casi un siglo y descubierta en el más inverosímil de los sitios. Sino que, además, Irradiación pretende recuperar la tradición inmensa e inagotable de todas esas publicaciones que forjaron día a día, mes a mes, número a número, la cultura impresa mexicana.
En sus ventanas infinitas, el lector encontrará espacio para la narrativa, vista desde todas sus facetas y en todas sus modalidades. Hallará, como núcleo indispensable, la poesía que hoy se escribe, más viva que nunca. Pero también encontrará espacio para la libre reflexión del ensayo. La crítica, que se ramifica no sólo a la literatura, sino a la pintura, la danza, el cine, el teatro y la fotografía abona en la mirada plural que su equipo desea proyectar.
Irradiación no pretende circunscribirse en exclusivo a la creación, sino que además busca explorar e impulsar otras modalidades de escritura. En este panorama heterogéneo, la difusión cultural supone una labor de mediación crítica entre el quehacer, a veces tan distante, de la academia y el del común de los lectores. Por su parte, la opinión conforma otro rubro fundamental en la reflexión e inserción de este proyecto en los temas que actualmente ocupan el interés público.
La crónica, que en otro tiempo fue bastión del modernismo, vuelve en las páginas de Irradiación a señalar otro puente entre literatura y los tiempos que corren. Al igual que la traducción y los recortes lo hacen a través de las distintas lenguas. Finalmente, horizontes supone una última exploración, un espacio para situarse en la indeterminación y en las fronteras de los géneros.
Asumiendo, quizá, una tarea superior a nuestras fuerzas, pero siempre con una voluntad de renovación y apertura, el equipo de Irradiación saluda los nuevos tiempos y da la bienvenida a sus lectores.
Equipo Irradiación