POR CARMEN JULIA HOLGUÍN CHAPARRO
no soy más Pienovi por fortuna no lo soy. Soy Vittoria è Natto eso soy, la “Victoria ha Nacido” después de tanto dolor. Vittoria È Natto
A los 45 años de edad, Patricia Susana Pienovi Arancibia renacía, se renombraba e iniciaba su proceso de reconstrucción identitaria como Vittoria È Natto, en 2009.
En una entrevista personal vía Zoom (2021), Vittoria me dice que pregunte sin recelo, que para ella decir su historia es parte del proceso de desobediencia al negacionismo en el que su país, Chile, está metido, en un intento por borrar la memoria del pasado en dictadura: la constante violación a los derechos humanos, la tortura, la desaparición y muerte de aquellos que pensaban diferente, que querían un país como el que Salvador Allende había imaginado y no lo dejaron construir. Yo pregunto, acaso solo por confirmar que lo que cuenta el relato testimonial La hija del torturador sucedió con todo su horror por más que uno quisiera que todo fuera ficción. Y es que las historias de terror de la dictadura chilena forman parte del legado de aquella época oscura que en este país del Cono Sur culminó en 1990 y dejó miles de víctimas, muertas y vivas, y un corpus literario “concebido como un instrumento de indagación y análisis político social, [que] ha subsanado, en más de un sentido, el vacío informativo que dejan los medios de comunicación masiva […], abre una tribuna que da voz a los que no la tienen y es la memoria de los olvidados” (Casillo, 2015), descripción en la que cabe de manera justa el libro de È Natto.
No hay ficción, por más que el texto, premiado por el Consejo de la Cultura y las Artes de Chile en 2010, y publicado por la editorial Alondra, en Montreal, 2015, narre la pesadilla de una niña de 9 años, violada por su propio padre a minutos de haber entregado él a su madre a los militares para “mantener el orden”, no ser acusado de traición y evitar ser mandado a un barco llamado Lebú, en el que retenían, torturaban y arrojaban “comunistas”, o militares rebeldes, mar adentro. No es falsa la voz lastimada de aquella niña que toma las páginas del relato, donde de manera fragmentada, lo que es común en la literatura testimonial como parte del reflejo de los sobrevivientes rotos, Vittoria reproduce el infierno vivido, aun a riesgo de quemarse en él cuanto sea necesario. A través de pasajes novelados, personajes en los que se reconocen personas, prosa poética y poemas en sí se devela lo inconcebible, lo inesperado, lo abominable, pero la autora está convencida de que el dolor propio debe sustraerse al dolor social y que éste, si tiene oportunidad de sanar o lastimar menos, es aceptando los hechos, visibilizándolos, testimoniándolos, buscando justicia para las víctimas, cualquiera que sea su estatus.
En “Los hijos y las hijas heredaron lo que no pudimos derrotar”, mediante versos libres, pero no todos blancos, È Natto resume la experiencia traumática de una inocente a quien de golpe le arrebataron la inocencia. En algún momento del largo poema dice: “Abro mis ojos, ya no son lindos como el mar… ¡Mamita, mamita ahí estás! / Suéltenme las amarras que quiero navegar, / caminaremos juntas, juntitas en el lodazal… ¡qué bueno ahora podemos navegar, / navegar solitas, él, él no está!” (È Natto, 2015, pp. 34-42). Sin embargo, su padre estuvo aún por nueve años más después de su violación física aquella aciaga noche.
Su madre había sido liberada pronto. Sin embargo, lo que en los separos navales había ocurrido la lesionó permanentemente: “La mujer que devolvieron era una mujer rota, cambiada, totalmente destruida, totalmente destruida, destrozada […] Yo siento que mi mamá murió el día que se fue” (Vergara, 2018), ha dicho È Natto. Por su estado mental Matilde Arancibia no podía reportarse semanalmente en el sector naval, como lo exigían los militares, entonces la pequeña Patricia tuvo que sustituirla hasta que al cumplir la mayoría de edad se negó a hacerlo más sin importar las posibles represalias con que eran amenazadas ella y su madre, esta última no por ser de izquierda sino por simpatizar con ellos: “como católica reunía comida para los más necesitados y organizaba misas en su departamento y permitía que un cura obrero las oficiara para rezar por la patria” (Vergara, 2018); la hija por ser “la semilla comunista” que había que “matar”, como le repetía aquel represor que le había dado la vida y se sentía dueño de ella.
Juan Pienovi se fue cuando a los 18 años Vittoria lo corrió de la casa, cansada de la fachada de familia que sostenía sobre la nada.
La hija del torturador, fiel al testimonio, no se guarda detalles de los hechos que comenzaron aquella fatídica noche del 22 de septiembre de 1973, cuando el cumpleaños feliz fue interrumpido por unos toques a la puerta, la entrada de unos militares y la entrega de su madre a ellos. A la sonrisa de la cumpleañera, sucedió el llanto desesperado y los gritos pidiendo a su madre de vuelta. La respuesta del llamado “Perro” Pienovi una vez más fue la de obedecer la orden de: “¡Sométala!”, ayudado por uno de sus hermanos que había ido al festejo. Su padre le inyectó algún calmante y estando inconsciente, quizá para su fortuna, la violó. È Natto tiene recuerdos confusos de las horas siguientes: ella en una cama ¿atada?, ella en un lugar que no reconoce, ella queriendo mantenerse despierta y sin poder mantener los ojos abiertos; ella con sangre entre las piernas manchando su hermoso vestidito de fiesta.
En pleno 2020, È Natto recibió un mensaje a través de Facebook, alguien le preguntaba si ella era Patricia Pienovi. La persona al otro lado de la red se identificó como Ana, su vecina en Viña del Mar, cuando eran niñas. La autora me cuenta que, en el reencuentro con su amiga, recuerdan aquella noche y Ana le narra cómo ella, su hermana y su mamá escucharon gritos y estruendo en el apartamento de los Pienovi y al acercarse vieron todo lo ocurrido y la llevaron a su casa y la acostaron en su cama. Vittoria llora ante la reafirmación de la verdad: ¡Hay testigos! Pero no es que fuera un asunto de duda, es la posibilidad de salirse de sí misma y mirar con otros ojos lo sucedido; mirar desde fuera y desde otros ángulos lo que en La hija del torturador se novela sin perder su esencia autobiográfica y se narra en tercera persona, hablando Vittoria de Patricia, la que fue, la que ya no es.
Su libro termina donde la victoria comienza: el día en que se une a “Los Hijos de la Memoria, hijos de víctimas de la dictadura”, el primer colectivo de este tipo en el que participó: “Con el corazón en la mano y la boca reseca, Patricia tomó el micrófono y delante de la caña y la cámara se presentó y contó su historia: Buenas noches, soy Patricia Pienovi Arancibia, soy hija de una ex-presa política y soy ex-menor” (È Natto, 2015, p. 67). Estaba ahí gracias a Adriana Goñi Godoy, antropóloga y arqueóloga de Derechos Humanos que trabajaba en un proyecto para generar una red social de hijos de personas que sufrieron represión de Estado de 1973 a 1990. No obstante, el peso de su situación era duro pues, aun siendo víctima/sobreviviente, no dejaba de ser hija de uno de esos torturadores que habían lastimado a las familias de sus compañeros. En su búsqueda de un espacio más propio encontró el colectivo Historias Desobedientes Argentina, pilar de Historias Desobedientes Chile, y supo que ahí estaba su lugar.
Con el lema de “No olvidamos. No perdonamos. No nos reconciliamos”, Historias Desobedientes Chile es un colectivo formado por familiares de torturadores de la última dictadura. Un colectivo sui generis que aboga por “la Memoria, la Verdad y la Justicia”, cuyos miembros enfrentan las consecuencias de aquel conflicto como descendientes de los victimarios, pero con consciencia del daño causado por su gente y del papel que juegan ellos ahora en la sociedad. El colectivo no está dispuesto a bajar la voz, antes bien a alzarla, participando en el empeño de que se haga justicia sin importar los años transcurridos, la salud o la edad de los torturadores porque, como afirma el abogado Hiram Villagra para Villa Grimaldi. Corporación Parque por la Paz (2017): “El que la muerte de un torturador reponga el tema de la clemencia hacia criminales ancianos, forma parte de una bien urdida estrategia que busca establecer la impunidad”. Estrategia que Historias Desobedientes no apoya, haciendo eco de las ideas de Villagra (2017): “Quienes argumentan en favor de la clemencia están banalizando crímenes horrendos, y si queremos construir una sociedad verdaderamente democrática estos deben ser castigados con proporcionalidad al daño que causaron”.
Así pues, ante un Chile en el que hay quienes niegan la evidencia apabullante de las violaciones a los Derechos Humanos y se sienten orgullosos de denominarse pinochetistas, esta organización, política sin opción, se afirma “desde posiciones diversas, con relatos de vida muy distintos; con vergüenza, con culpa o con rabia, con pena o con ternura, cada uno de nosotros ha decidido romper con el mandato de silencio que hasta ahora ha reinado entre los perpetradores, tanto civiles como miembros de la ‘familia militar’” (Historias Desobedientes, 2018).
Las palabras “desobedientes” de È Natto y su grupo defienden, desde un convencimiento profundo, que lo cometido fueron atrocidades que no se pueden negar simplemente diciendo que no ocurrió o que si pasó fue “por algo”. La reconciliación con aquella tragedia y sus hacedores, aunque sean sus familiares, no es posible para ellos “porque nuestra vulnerabilidad compartida nos da fuerza […] porque sabemos que este proceso histórico nos trasciende; porque no queremos ser cómplices ni testigos mudos de una historia brutal y despiadada; porque nos negamos rotundamente a transmitir este legado a las generaciones futuras, SOMOS DESOBEDIENTES, y tenemos una historia que contar” (Historias Desobedientes, 2018). Un testimonio mediante el cual los desobedientes se dan a sí mismos en un “‘aquí y ahora’ [que] nada significaría si no fuera confirmado por el ‘aquí y ahora’ de aquellas y aquellos a quienes nos dirigimos, y por quienes en definitiva existimos grupalmente” (Estay Stange y Bartalini, 2020, p. 28).
Como el testimonio de È Natto, los demás relatos de Historias Desobedientes, que se dan a conocer desde diversas formas y plataformas, son parte de la que Mario Benedetti llamó “escritura comprometida” (Martínez, 2006), y que por extensión puede llamarse “arte comprometido” porque se atreve a señalar lo que no se quiere que sea señalado. Nunca más comprometido que cuando da cuenta del espanto de los crímenes impunes cometidos por sus padres, tíos o abuelos, y no sólo contra otros, sino contra los mismos hijos, sobrinos o nietos.
Al lado de La hija del torturador, otras muestras del arte con que “los desobedientes” se hacen oír son, por ejemplo, las películas El pacto de Adriana (2017), de Lissete Orozco, sobrina de Adriana Rivas, policía secreta de Pinochet, y Bastardo, la herencia de un genocida (2021), escrita y dirigida por Pepe Rovano para contar su propia historia como hijo no reconocido de un torturador; o el artículo “Romper el silencio. Hijos de represores chilenos cuentan su historia” (De los Santos, 2019) donde se cuenta lo que Sandra Contreras Pizarro vivió como hija de un torturador que, habiendo sido encarcelado con sólo ocho años, recibió un indulto.
Como È Natto, cuyo padre murió en 2006 sin haber pisado la cárcel, todas las historias desobedientes son firmes activistas sociopolíticos que buscan, aunque sea, la cárcel moral para todos los represores. Testimoniar la barbarie de la dictadura de 1973 a 1990, desde el seno del hogar, desde donde algunos de los represores operaban o desde donde fingían ser honrados ciudadanos, incapaces de un acto violento, es una necesidad para los que buscan un Chile más justo y democrático. Sin embargo, no sorprende que sólo podrán hacerlo remando en contra de todas las fuerzas que pretenden seguir con los pactos corruptos del pasado porque, aún en la actualidad, la doctrina pinochetista tiene una gran influencia en Chile: “Millones de chilenos votaron de forma obligatoria para decidir si aprueban o rechazan una nueva Constitución para cambiar la instaurada durante la dictadura de Pinochet. El ‘rechazo’ ganó. Con más del 99% de las mesas escrutadas, el rechazo a la nueva constitución obtuvo el 61% de los votos. El ‘apruebo’ logró el 38%” (Quintana Barney, 2022).
Si esta confusa votación tuvo esos resultados en pleno 2022, no sorprende que, hace pocos años, con una sola copia de La hija del torturador en su poder, È Natto lo metiera a concurso de publicación, dos veces, y la primera vez le dijeran que podían publicarlo si le sacaba algunos nombres de personajes (que habían sido parte del aparato represor, pero que en ese momento formaban parte de la política actual), la segunda que intentara decir las cosas de una manera menos cruda. En ambos casos se negó y ya no lo intentó más. La obra espera una posibilidad de reedición. Además de este libro, ha publicado dos poemarios: Palabras al aire y América sangra. Actualmente está escribiendo una novela basada también en hechos reales: La casa noble o los lazos de la iglesia de Valparaíso con el fascismo y que también la toca de cerca ya que uno de los hermanos de su padre fue un sacerdote, responsable de muchas delaciones que sus feligreses le confesaban.
Historias Desobedientes y Vittoria È Natto resumen el esfuerzo de sus propios testimonios, de sus marchas y plantones; de seguirse desangrando en la narración continua de sus relatos en la necesidad de mantener la memoria: no olvidar, no perdonar y no reconciliarse con quienes tanto lastimaron Chile y su gente, así fueran extraños, conocidos o su propia sangre.
Fuentes
Casillo, I. (2015, septiembre 29). Literatura testimonial. WordPress. https://inescasillo.wordpress.com/2015/09/29/literatura-testimonial/
De los Santos, A., y Sputnik. (2019, julio 24). Romper el silencio. Hijos de represores chilenos cuentan su historia. Uy.Press. https://www.uypress.net/Secciones/Hijos-de-represores-chilenos-cuentan-su-historia-uc97399
È Natto, V. (2015). La hija de un torturador. Relato testimonial de una Ex Menor. Alondras Editions.
Estay Stange, V., y Bartalini, C. (Eds.). (2020). Nosotrxs. Historias Desobedientes. Primer encuentro internacional de familiares de genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia. Ediciones AMP.
Historias Desobedientes. (2018). Hijas e hijos y familiares de genocidas por la memoria, verdad y justicia. WordPress. https://historiasdesobedienteschile.wordpress.com/quienes-somos/
Martínez, E. (2006). Benedetti, el escribidor. La Jiribilla. Revista digital de cultura cubana. http://www.lajiribilla.cu/2006/n280_09/280_16.html
Orozco, L. (Directora). (2017). El pacto de Adriana [Película]. 2.35 Digital y Carnada Films.
Quintana Barney, L. E. (2022). Resumen del plebiscito constitucional de Chile 2022: ganó el “rechazo”. CNN. https://cnnespanol.cnn.com/2022/09/05/plebiscito-constitucional-de-salida-de-chile-2022-en-vivo-votaciones-y-noticias/
Rovano, P. (Director). (2021). Bastardo. La herencia de un genocida [Película]. Totoral Films.
Vergara, E. (2018, septiembre 11). Los hijos de los represores, las otras víctimas de la dictadura chilena. Chicago Tribune. https://www.chicagotribune.com/hoy/ct-hoy-los-hijos-de-represores-las-otras-victimas-de-la-dictadura-chilena-20180911-story.htmlVillagra, H. (2017, diciembre 24). Argumentar clemencia para torturadores y represores es banalizar crímenes horrendos. Villa Grimaldi. Corporación Parque por la Paz. https://villagrimaldi.cl/noticias/argumentar-clemencia-para-torturadores-y-represores-es-banalizar-crimenes-horrendos/
Carmen Julia Holguín Chaparro (Hidalgo del Parral, Chihuahua, 1967). PhD en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Nuevo México. Consejera de estudiantes de licenciatura con especialidad en español, coordinadora de los niveles de Español Intermedio y profesora de literatura, cultura hispanoamericana y escritura creativa en el Dept. de Español y Portugués, de la misma universidad. Escribe cuento y poesía; trabaja como editora y/o correctora de estilo, independiente.