POR JIMENA PADILLA LEDESMA
Creo que empezó aquel martes, en la tarde de visita, cuando me preguntaste si era domingo. “Ojalá lo fuera” dije bromeando. Siempre te dio por confundir los días de la semana, sobre todo si leías el periódico viejo por accidente; entonces, la fecha se volvía motivo de pelea con todo ser humano que se atreviera a contradecirte.
O tal vez fue aquella primera noche en que fui a vivir contigo, después de tu fractura en la muñeca. Cuando se fue la luz. No había mucho en la alacena y lo único que se me ocurrió hacerte fueron unos hot cakes, como esos que me cocinabas cuando estaba enferma y me quedaba en casa. ¿Te acuerdas?
Pero preguntaste: “¿Ya vamos a desayunar?” Y luego, frente a la ventana: “Está oscura la mañana”.
Creí que fue mi culpa, por haber hecho un plato de desayuno a deshoras. Pero en el fondo sabía que esos ojos neblinosos, que miraban con extrañeza a la ventana esperando un amanecer a las ocho de la noche, estaban reemplazando a mi madre por otra persona que iba a desconocer y reconocer todo a su alrededor.
Me convertí en tu sombra que, como la de Peter pan, a veces intenta escapar. Tus comidas se volvieron las mías; tus dolores, los míos; tu horario, mi vida. No me di cuenta hasta que Diego me invitó a cenar después de llegar del trabajo y sin más le respondí: “No puedo, tengo sesión con la fisioterapeuta”. Palabras que se volvieron un mantra.
Diego entendía a conveniencia. No tuvo objeción por mudarme a tu casa, pero sí cuando le preguntaste su nombre tres veces en la misma hora.
No sé si el problema empezó cuando dejé de corregirte. Cuando me decías “mamá” en vez de “hija”, o cuando llorabas cada vez que te decía que mis abuelos habían fallecido treinta años atrás, o cuando Diego me pidió el divorcio y tú ni siquiera notaste su ausencia, aunque, para ser honesta, yo tampoco lo hice.
A veces me gusta pensar que tus recuerdos se van por la ventana que tanto miras. A veces creo que por eso te sientas ahí todos los días. Espero ser como tú algún día: amarrar los recuerdos a un globo y soltarlos para ver cuán lejos pueden llegar antes de desaparecer.
Jimena Cristina Padilla Ledesma (Chetumal, 1997). Licenciada en Lengua y Literatura Modernas por la Universidad Modelo. Interesada en el ámbito cultural, estudió el diplomado “Gestión y Promoción Cultural”. Actualmente forma parte del colectivo Quinto Blanco en el área de redacción e imparte cursos de acuarela.