POR Juan José Hamilton Chan
I
-Sílabas nocturnas y escarpadas, caen de la lluvia mermada, desasida. Levantando los sonidos del polvo. Caminando firmemente hacia el mar pasajero, completando así su ciega metamorfosis-.
El filo de la sustancia inaugura la cosa.
Así como en invierno la rosa
abre sus pétalos en última agonía,
esperando que la helada sequía
la transmute de rosa a incierto.
Rumor que el firmamento
vuelca en palabra, voz, armonía.
En laberínticos rigores a veces pienso,
ser estupor, bisonte o estepa,
cicatriz sobre la aleta
de la tortuga que sostiene el universo.
Mas soy del tiempo vano,
sed, sangre y agonía,
de las pequeñas casas de mampostería
donde Dios aporreó la mano.
No soy más que el filo de mi sustancia,
no soy, más seré algún día.
Dulce viento al mediodía,
cosa, pluma, pez, palabra.
Yo que soy la taxonomía
del ave que entona su canto
qué más hacer si mi llanto
arbolece dulces trinares de agonía.
Fiel como puerto en Normandía,
no verán aquella lluvia de avispero
caer de mis lágrimas al entero
pavor muriático de la bahía.
El alquimista
-El dátil en su boca devora insaciables sequedades, de lutos y rituales que poco a poco han conseguido, transmutar la vida del desierto en unas cuantas letras minerales-.
La bruma infinita
naciente
transversa,
la sangre al maíz
al maíz que alimenta,
al viejo alquimista
que teje y desteje
el universo.
Vaguedad furtiva
del tiempo transverso,
que ondula la lírica
del verso en sagrado.
Cual finita astilla
del árbol cansado,
que zurce la carne
y la carne a la espuma
he insoluta el llanto del mar a su llanto,
volcando el fruto de lo imago en ternura.
Geopoética
-Regresar al hogar donde he crecido
Es decir, a mí mismo-.
Regresar a la semilla,
a la raíz que me habita,
al amorío oculto de la buganvilia,
al cobijo de seda que me dio mi madre.
A la semilla, a la flor.
Al grano de mostaza de Cristo.
Al umbral acuífero
entre la selva y el rio.
Ahí donde mi alma encuentra
los nenúfares lánguidos de la memoria
y los besos dulces que recibí
cuando niño.
Al sabor del café con pan,
a uva marina,
al abrazo del ciricote.
Regresar a los brazos de la partera
que me dio a luz.
A las mañanas habitadas por el sueño.
Al otro mar, que no es el mío
pero es más denso.
Regresar a la acústica redondez
del caracol rosado.
Al zapotal infestado de mosquitos y monte.
A las sencillas pero visibles muestras de amor
sincretizadas en el lenguaje.
Juan José Hamilton Chan (Chetumal, Quintana Roo. 1988). Ha publicado en el libro Historia de los cartapacios, en 2017. Editado por la Universidad de Quintana Roo. Y en 2016 ha publicado en la revista Guía Cultural Metepec, numero julio-agosto. Patrocinada por el gobierno de la ciudad de Metepec, fue ganador del tercer lugar en el concurso InterCecytes en 2009.