POR KELLY MARTÍNEZ-GRANDAL
Esta época (y con razón) lucha por las mujeres empoderadas, una lucha que es la mía, aunque la palabra empoderada se preste tantas veces para fórmulas de felicidad y cartelitos de autoayuda; una imagen simplista que corre el peligro de condenar lo femenino a otro deber ser. El poder propio no puede ser un dogma, sino una herejía. El dolor y la rabia nos pertenecen tanto como el gozo. Tenemos derecho a mostrar la herida. Cerrarla no es lo mismo que borrarla.
¿Qué pasa cuando una escritora abiertamente feminista se rebela contra la idea simplista de la mujer empoderada y escribe un libro sobre mujeres rotas? Ya no a la manera de Simone de Beauvoir ̶ cuyas protagonistas parecieran despertar de golpe a la conciencia de su herida ̶ , sino personajes que lúcidamente trabajan desde ella. Las mujeres de Dainerys Machado, en Retratos de la orilla (Aristas Martínez, 2022), no son necesariamente perfectas ni felices. No temen mostrar las fracturas, lo que hacen por recomponerlas o la forma en que se citan con la vida. Nueve cuentos de mujeres treintañeras que perdieron la inocencia de la primera juventud y vieron los ojos del lobo que habita en todos los bosques. Conocer el propio poder, empoderarse, también significa conocer las propias flaquezas. Obdulia arrasada, Julia que trata de hacer lo correcto, la fea Soledad; Magdalena, una mujer trans o Leonor, la madre adolescente, funcionan como reflejos de lo diverso femenino.
Cuando se inventó el daguerrotipo, Balzac creía que la imagen fotográfica nos robaba uno de los espectros que, en capas superpuestas, formaban el cuerpo que vemos. Eso no difiere mucho de la idea de ciertos pueblos originarios, que todavía creen que las fotografías roban el alma. Es posible que, contra toda ciencia, lo hagan. También lo hacen los retratos escritos de Machado. Algo de cada una de las protagonistas y también de cada una de nosotras es sustraído, llevado a la página. Con su título tramposo (no desde la orilla, sino de la orilla), Machado nos sitúa en un espacio liminal: el de la cicatriz. Allí contemplamos y somos contempladas. Allí nos interpelan, nos hacen llorar y, a veces, reír. No ya la risa espumante de Las noventa Habanas, sino una cáustica, Cabernet Sauvignon. Personajes que se mueven en atmósferas de pesadilla, mujeres que son islas; un libro delicado y grotesco, un monstruo con plumas.
Son también liminales los espacios que escoge para ubicar a las protagonistas: la Cuba rural, donde belleza, memoria y miseria se juntan; el Miami que no sale en Instagram, con toda su corrupción, sus extremismos políticos y sus dolores de exilio. Escrito en varios registros, algunos de los cuentos del libro se inscriben en el realismo sucio propio de las últimas décadas de la literatura cubana y en todo lo que tiene de corporal. Otros, escapan a una voz más reflexiva, menos abierta en su manera de demoler. En ese sentido también es liminal, de la orilla. Lo es, además, en su calidad de contemporáneo porque contemporáneo es, para decirlo con Agamben (2009):
…una singular relación con el propio tiempo, que adhiere a él y, a la vez, toma distancia; más precisamente, es aquella relación con el tiempo que adhiere a él a través de un desfasaje y un anacronismo. Aquellos que coinciden demasiado plenamente con la época, que encajan en cada punto perfectamente con ella, no son contemporáneos porque, justamente por ello, no logran verla, no pueden tener la mirada fija sobre ella.
Desde allí, Retratos de la orilla puede pensarse como un libro incómodo, no sujeto a etiquetas y, precisamente por ello, renovador. Machado apuesta por lo herético, no solo en cuanto a su manera de construir lo femenino, sino también como propuesta literaria capaz de eludir lo que de ella se espera: conversar con los cánones de su propia tradición e incluso de su propia escritura. Muta, crecer, transforma desde una narrativa sobre todo honesta.
Pienso en orillero, esa palabra despectiva que muchos cubanos usan para referirse a la gente de lugares marginales y que, sin embargo, bien puede convertirse en elogio cuando se piensa en la fuerza de lo excluido; en lo fronterizo y lo paria como espacio discursivo y creativo. Orillero, este libro se erige como rebelión. Empoderarse es también no cumplir, no responder sino a la propia voluntad, a todo aquello capaz de pregunta. Detrás de toda su dureza, Retratos de la orilla es, sobre todo, un acto de amor hacia las mujeres. No solo hacia su capacidad de recuperarse, sino también hacia el polvo, hacia la sal de sus caminos.
Miami, agosto de 2023
Fuentes
Agamben, G. (2009). Qué es lo contemporáneo. California: Standford University Press.