POR JUAN ARTURO TERÁN MENDOZA
Escucho la canción interpretada por los Tigres de Norte en la sinfonola Rockola del lugar: “Por qué me quité del vicio”, del álbum de 1984, La Jaula de oro. Hasta la fecha me causa cierta desazón, aún no sabía del autor de las letras, se las atribuía al grupo. Una postal fijada en mi memoria de una desvencijada cantina de la Colonia Guerrero es el escenario de la música. Crepúsculos que auguraban insomnios, riesgos latentes en la vida nocturna de una ciudad que se perdió previo al cambio del siglo. Cantinas y antros de rompe y rasga, sitios de reunión de los cofrades de vasos tintineantes, templos de la última hora o primera del día, depende de la fe con la que se aborde la ebriedad; lugares en proceso de extinción por efecto de la gentrificación y cambios de hábitos al amanecer debido a la inseguridad rampante de inicios del 2000. Niños ladrones tumultuarios rondan las calles de la Santa Veracruz, nada que ver con el niño del poema, inerme frente al desamparo y la violencia institucional. En un rincón adolece de mugre el artilugio musical, en ese entonces esas cajas musicales albergaban bien 100 compactos, ahora un Terabyte de datos, entre música y videos.
¿Cómo abordar el texto, desde el alcohol o la literatura? Lo que me interesa es hablar de la resistencia desde el lenguaje, no como oposición al buen decir, si no como signo de identidad. Ambas visiones se compenetran, se confunden con los efluvios del alcohol y el barrunto de palabras que acuden o se niegan a definir instantes, pero que están taimadas a la vuelta de las páginas de libros memorables para recordarnos que uno siempre se refiere a sí mismo al hablar de otros. Y como escribe Umberto Eco en su libro Memoria vegetal, que “nuestra memoria se fortalece al recordar los libros y hacer que hablen entre ellos.”
¡Salud señores!
En estas nocturnidades es fácil errar el rumbo/ nunca soltar el vaso en la caída es maestría adquirida/ observar el vendaval de caderas/ y la multiplicación de vino adúltero en odres viejos:/ la señal de los últimos tiempos. Del libro San pancho Bar.
El alcohol llegó muy temprano a mi vida, desde la adolescencia, e imbuido por el aura Bukowskiana de los libros del memorable Hank, algo tenía de romanticismo decadente, 40 años después ya vivo las consecuencias. Conseguía las novelas de Charles Bukowski traducidas de modo infame en español peninsular de la Editorial Anagrama y su poesía ambientada al lenguaje latino de México aún no se publicaba. Como bien menciona el maestro Guillermo Vega Zaragoza, ya desde el primer cuarto del siglo XX hubo personajes outsider y arrabaleros, que quedaron sepultados en los escombros del canon poético, y exquisitos de los escritores oficiales. Carlos Rivas Larrauri es uno de ellos. Hay poca información sobre él. Los sitios consultados repiten lo escrito en el prólogo del libro Del Arrabal por el también escritor Armando Jiménez Farías, autor de uno de los libros más vendidos en el país: Picardía Mexicana. Estudio para Ingeniero-Arquitecto en el Politécnico, como yo Ingeniería Civil en la UNAM, de ahí quizá, en la convivencia con trabajadores de la construcción, le vienen los albures y el caló de los marginados urbanos.
“llego y de pronto ya soy muchos,
nada opongo a esta dinámica
de emigrantes asimilados por la fuerza centrifuga
de este país
digiero el miedo al laberinto,
deshidrata la boca mi brújula desorientada:
tengo el pasmo del que llega con manos vacías,
ausente el calor que da la nostalgia del trasterrado;
obtengo el ojete recibimiento de los extraños
aunque también ellos
sean de otras tierras
los originarios fueron expulsados.”
(De El Delirio del viajante busca reposo)
En un recorrido por las librerías de viejo a inicios del nuevo siglo XXI, todo un ritual para un incipiente lector, adquirí el libro de Carlos Rivas Larrauri; 4ta edición, Editores Mexicanos Unidos, 1975, prólogo y glosario del mencionado Armando Jiménez. Qué sorpresa saber de Rivas Larrauri y los vasos comunicantes que establezco con su poesía y vida sibarita. Alienado con el canon poético de la crítica literaria del país, sólo lo había tomado como un hallazgo simple, sin las implicaciones que tendría lo afortunado del encuentro con mi visión de la poesía. De la misma manera, la recuperación de otro poeta como Margarito Ledezma, o bien de los Estridentistas, y de esa manera llegar a los Infrarrealistas y poetas coetáneos, marginales unos, con una trayectoria institucional otros. Lo relevante es el uso de la grafía y del lenguaje caústico que abreva de esa tradición urbana, barrial. Otro punto de subversión social del lenguaje es la literatura de la Onda. Lo que me interesa destacar es: El barrio rifa, el arrabal sigue en el barrio. Cito:
“ no li aunque que yo no trague
las gordas del Prisupuesto,
pos, cuando tuvi una chamba
me la quitaron aluego
y me tiraron a lucas,
nomás porque yo no tengo
-como les dije endenantes-
en la centura el talento;”
(Carlos Rivas Larrauri, op cit.)
A inicios de los 40s, la ciudad de México continua con un crecimiento desordenado y en la periferia aún existen huecos no urbanizados. En la pirámide de población según el censo del INEGI de 1930 y 1940, hay ligeramente más mujeres que hombres, pero sólo representan el 3.5 y 2. 5 % de la población de entonces, son las edades de nuestro poeta. Inicia la emigración al Distrito Federal, colonias emblemáticas como la Pensil, Moctezuma, La Morelos, pueblos antiguos de Iztacalco, Azcapotzalco, etc., comienzan a poblarse. Emigrados de otros estados de la Republica son sus primeros habitantes. El Cardenismo puso las bases del estado benefactor con políticas sociales y el establecimiento de empresas manufactureras en algunas de las colonias mencionadas, lo que se tradujo en más habitantes. Todo ello forma el crisol donde se mezclan la tradición rural y la modernidad citadina, en este ambiente regresa Rivas Larrauri de su periplo por Estados Unidos y se dedica a sus tres gustos: “el alcohol, la lectura y la escritura”. Ignoro si en ese orden de prioridades, pero lo comprendo, yo haría lo mismo. Al final, esta ecuación lo llevó a la muerte por cirrosis hepática en una calle aledaña al viejo mercado de San Juan. Una década después de su deceso, ese mercado fue demolido y se dividió en tres.
En un contexto de efervescencia cultural propia de la época, funda con el caricaturista Antonio Arias Bernal, el cineasta Luis G, Peredo (a quien se debe la primera versión de Santa, de Federico Gamboa, en versión silente) y Antonio Magaña Esquivel, novelista y de los primeros en retratar los bajos fondos de la ciudad en su literatura, la Revista Vea. Muy interesante que diversas disciplinas artísticas se hayan amalgamado para dar forma a una revista. La literatura, la oralidad poética, el cine y el teatro convergen en un ambiente que trasciende al arrabal y conquista su lugar en la historia cultural de México.
Regresemos a Carlos Rivas Larrauri:
“-Pa Tomarse una “catrina”
o un “camión” de gûen Tlamapa,
dése qués la miel en penca
de los meros llanos di Apan,
nomás vénganse conmigo
a los “Triunfos de la Palma”
y, aluego, nomás me dicen
si les cuadra o no les cuadra…”
Hoy hay un resurgimiento de algunas pulquerías, que frecuentan jóvenes en su mayoría, más por cierto snobismo que por recuperar una tradición ya acodada casi en el olvido, muy a la manera de esas fotografías sepias que cuelgan de sus muros; eso me da una muina que se me junta con la tiricia, nostalgia pura pues´n.
Recuerdo acompañar a mi padre y sus chalanes a una pulquería en la 16 de septiembre en San Bartolo, Naucalpan, los sábados, días de raya, mientras yo esperaba “ajuera” comiendo frituras; de ahí salió un poema de Alarife, que se llama como la pulquería: La Unión de los Amigos.
Ahora que soy un inveterado cliente de “antros, tugurios, (de) las cantinas más bien sórdidas, con cierto aire canallesco de matón de barrio; el cabaret de mala muerte, pero con mucha vida. No el mundo ligth profusamente iluminado, si no otro un poco ruin, oscuro, aquí iluminado por relámpagos; luz que acaso no alumbre demasiado, pero sirve para medio llamear lo amargo del almaje, la tristeza que se lleva guardada en los adentros y que sale en esas largas noches de alcohol desventurado, cigarrillos broncos y música que raspa… es la hora del alcohol y la tristeza, que a veces pone cara alegre y baila y pierde toda noción de límite y decoro, de cotidiana vida gris y mundo que se acaba.” Nadie mejor que el poeta Max Rojas para iluminar con sus palabras de relámpago y trueno esta oscuridad del arrabal cantinezco, ya en franca desaparición. Entonces, localizo en Youtube la versión de Manuel Bernal del poema de Rivas Larrauri: “Por qué me quite del vicio” y lloro.
En la búsqueda, localicé en la red una tesis de Maestría en Letras sustentada por Kenneth Ralph Goodman en 1964 por la Universidad de Arizona: Glosario de americanismos empleados por Rivas Larrauri en Del arrabal. A pesar de que al enlace le hacen falta 4 páginas, muestra de manera sucinta una introducción sobre los americanismos y el manejo del lenguaje que emplea el poeta. Por supuesto que Rivas Larrauri no tenía intención de manipular el habla de sus personajes, sólo dejó constancia de las voces que se empleaban en su época. Nada sabía, me atrevo a decirlo, del cambio en la morfología del lenguaje debido al uso de metáforas como apócopes, síncopes (por supresión de sonidos); o de prótesis, epéntesis (por adición de sonidos). Del mismo modo que el uso de matátesis, cambios de acentos, uso de diminutivos o aumentativos, etc. Eso en cuanto a la morfología, mención aparte merece la sintaxis. En cambio, si mencionaré a modo de referencia, que en el lenguaje oral y escrito utilizado en algunos barrios de la ciudad de México aún pervive esa tradición, e incluso retomada por escritores al cambiar la grafía en su literatura como Témok y Pterocles Arenarius de la bella Mokte donde residí los suficientes años para adquirir la carta de ciudadanía como chilango. El barrio sigue rifando en el uso de coloquialismos y subversión del lenguaje como una manera de oponerse a lo establecido, al sistema, sea lo que eso signifique, pero que alinea y homogeniza como modo de control social.
Ya para concluir, “para irme enfriando”, a Carlos Rivas Larrauri le merece mejor suerte en el país de las letras mexicanas, en este lugar de mafias y de intereses gremiales tan poco literarios. Y que mejor que sea él mismo quien nos proponga soluciones con estos versos:
“- Mira mano, por Dios de los cielos
que no es por echármelas!
Si llegara yo a ser presidente
o persona di alguna importancia
-pos no faltan tarugos que llegan
por chiripa a agarrar gûenas chambas-,
¿sabes, cuate, las cosas qui haría
en bien de la Patria?…
… y no quero tener parásitos…!
¿Para …qué?
-Pos ansina se llama
a esos mulas qu´stán agarrados
más juerte que lapas,
y qui a l´ora de l´ora, mi cuate,
no sirven pa nada,
pero s´echan al pico hartos jierros
sin pensar en que no se los ganan…
Pero, síguele, ¿aluego que hacías?
-Pos verás: acabar con la plaga
d´esos tipos qui haciendo política
y esplotando a los probes, se sacan
pa pasárselas muy capulinas
y tener para sus gûenas parrandas…
Luego, mano, mandar a las Islas
a esa recua de mulas qui ai andan
esplotando a las probes mujeres…
y lo mesmo con esos maloras
qu emprestan dinero, con tanta mal´alma,
que dejan en cueros
al todo el qui agarran;
Y también a esas gentes tan méndigas
qui al qu´es de copete,
le lamben las patas,
pero al qu´esta cáido…
¡qui un rayo lo parta!
– Gûeno, mano, ¿y a esos qué escriben versitos?
-Pos… nomás dejarlos con sus malas mañas…
Tú ya sabes, mi cuate, qui al cabo
quen la hace la paga…
-¿Qué cosa, mi cuate?
– Pos pienso- ¡palabra!-
Que si llegas a ser presidente
¡se salva la Patria!
Pero… en l´inter, t´envito un marrazo
que t´sta haciendo falta en la panza…
-Pos … ¡ aceito, mi hermano, qui aluego
ya tendremos pa darli al champaña!
(Carlos Rivas Larrauri, op cit.)
Recuperar su aportación a la poesía mexicana es necesario. Y ahí nomás lo dejo, pues es “laora” de brindar con la banda por el barrio.
Juan Arturo Terán Mendoza (1968). Estudió Ingeniería Civil en la UNAM. Escritor y artista gráfico. Ha publicado 6 libros de poesía y realizado interiores y portadas de 10 más de otros autores y editoriales.