JOSÉ MARÍA ARGUEDAS: APROXIMACIONES A UNA INFANCIA HERIDA

POR HÉLARD FUENTES PASTOR

La última noche de José María Arguedas, la luna se encontraba invertida, en el cuarto menguante que, a menudo, es asociado con el momento de sembrar. A decir verdad, para los antiguos campesinos o agricultores, es una oportunidad que permite el aprovechamiento de las semillas y las flores. Así cayó la noche del 1 de diciembre de 1969, pocas horas antes de fallecer, en el Hospital Central del Empleado a las 07:15 de la mañana del día siguiente. De pronto, inclinó la cabeza y dejó de respirar, tras cuatro días de interminable agonía y después de una vida sumida en la depresión. 

Diciembre transcurrió lento como cada etapa de su vida hasta la adultez. Luego de su entierro, el día 15, el 7mo Juzgado de Instrucción de Lima ordenó a la oficina de registros civiles del Concejo Distrital de Jesús María, la inscripción de la partida de defunción de Arguedas Altamirano, indicando que la causa del fallecimiento fue “herida por arma de fuego de pequeño calibre, de cañón corto, penetrante de la cabeza, inferido por mano propia” y el 23, antes de Noche Buena, se registró el documento a las 11:40 de la mañana. 

Un disparo a la altura de la sien puso fin a la existencia del Taita, un hombre profundo como los Andes que defendió con una mirada tradicionalista, conservadora y purista, procurando la preservación de las costumbres. Lo que muchos no han reseñado es la oposición que manifestó desde pequeño a las grandes élites, incluso, apenas nacido, cuando hubo de abrir los ojos en un pueblito, en la ciudad de Andahuaylas, un 18 de enero de 1911, por lo que su bautizo recién se celebró el 25 de febrero como hijo legítimo de Víctor Manuel Arguedas y Victoria Altamirano Navarro. 

Aparentemente, su destino estaba trazado para las oposiciones, postergaciones y pérdidas. A pesar de provenir de un hogar bastante acomodado, con un padre cusqueño que era juez itinerante y una madre que pertenecía a una familia acaudalada de Andahuaylas, interactuó en un contexto de gran inestabilidad que, ante la pérdida de su mamá en 1914, a los 3 años de edad, hubo de agudizarse aún más, pues dejó en orfandad –según cuenta el hermano mayor Arístides– a un bebé de meses, de nombre Pedro, que fue cedido por su papá a los tíos Amalia Arguedas y a su esposo Manuel María Guillén García (n. 1861 – m. 16/05/1950). En efecto, existe una referencia del menor que abrió los ojos el mismo año que murió la mamá, en Abancay. Pedro fue empleado público y se estableció en la localidad de Santiago del Cusco, donde tuvo a su hijo Fredy Francisco (n. 17/10/1959) con María Luisa Marroquín. 

Aunque la cesión de Pedro fue porque el matrimonio Guillén Arguedas no pudo concebir un hijo, tenemos conocimiento que Jesusa Aurelia (no Amalia, según el registro, aunque puede tratarse de un tercer nombre o que sólo la conocían de esa manera) y Manuel María tuvieron otro niño de nombre Julio (n. 1913 – m. 13/08/1969), también natural de Abancay, que trabajó como agricultor y se casó con María Itala Yolanda Pacheco Terri (Partida No. 107 del 04/06/1942) y falleció en la ciudad del Cusco a la edad de 56 años, de una neoplasia laringe.

Víctor Manuel debió sentirse afectado por la pérdida de Victoria, más aún cuando aquel dolor coincidió con otros fantasmas como la relación con Eudocia, hermana Victoria, la misma que se hizo pública luego de su muerte. Producto de ese furtivo encuentro nacieron: Félix (n. 1912 – m. 05/07/1946) y Carlos Alberto (n. 1916 – m. 11/11/1935). El primero fue guardia civil y falleció muy joven, a los 46 años de edad, debido a un accidente de tránsito en la carretera de Yunguyo y, pese a la distancia, José María llegó a participar del velorio de su medio hermano. Del segundo, no tengo mayor conocimiento.

Su padre –que al parecer tenía una personalidad evitativa– no pudo soportar la crítica de algunos feligreses católicos, encabezados por el párroco La Mar, que se opusieron a su relación con Eudocia y, ante los impedimentos, encontró consuelo en brazos de Grimanesa, que era viuda, natural de Puquío y hacendada de San Juan de Lucanas. Así intentó superar el duelo y la viudez, pues aparentemente fue atormentado por el recuerdo de Victoria y el impedimento religioso para que floreciera este nuevo amor con Eudocia. Pronto, encomendó a “la Grimanesa” el cuidado del pequeño Arguedas, que antes estuvo a cargo de su abuela paterna, Teresa Arellano, dado que, por su trabajo, Víctor viajaba constantemente y apenas lo acompañó el hijo mayor, Carlos José Arístides (n. 1908), quien veía en su madrastra a una mujer acomodada y elegante que se vestía de negro, delgada y acholadita, con el gesto autoritario. 

Entonces, la infancia de José María fue otro capricho de la vida. Creció junto a sus hermanastros: Felipe Isaac (n. 11/04/1897 – m. 13/04/1897 en Lima), Ercilia Beatriz (n. 1908 – m. 16/02/1976) y Pablo (n. 1911 – m. 04/01/1990) que, curiosamente, tenía su misma edad. El escritor contó que el mayor era Pablo, le seguía Rosa y luego Ercilia, aunque la documentación ofrece una versión distinta. La señora Grimanesa Arangoitia Iturbi (n. 1873) despreciaba a los criados de su hacienda; entendemos que su actitud respondía a una suerte de descontento y autoflagelación identitaria, tan característica en el país. No obstante, Grimanesa enviudó de un señor ayacuchano que trabajaba como carpintero y se mostraba humilde, calmado, de buen trato, dominado por el humor de su mujer, lo mismo que debió ocurrir en su relación con Víctor Manuel.

Así se desprende que, a partir de 1917, se reconfiguró la unidad familiar. José María y Arístides, bajo el cuidado de su madrastra, sienten la ausencia de su papá –que viajaba constantemente– junto al sufrimiento por el desdén y el carácter de “la Grimanesa”. A ello se sumó la actitud matonesca de Pablo con José María, ocasionando que, en pocos años, ambos abandonen el hogar. ¡Eso sí! Ninguna distancia fue perpetua, pues tanto la adultez del escritor como la de su “madrastra”, acaecieron en Lima, donde la Grimanesa –hija de Pablo Arangoitia y Martina Iturbi(de)– falleció en la calle Río de Janeiro no. 155, de Magdalena Vieja, en el distrito de Pueblo Libre, a las 02:45 de la tarde del 8 de marzo de 1958, producto de una bronconeumonía, a la edad de 85 años.

La señora nunca dejó de firmar como “Vda. de Pacheco”, por lo que probablemente no llegó a registrar dicho matrimonio con Arguedas en 1917, como sostienen el escritor y muchos investigadores. Además, es posible que antes de esa vinculación, doña Grimanesa haya tenido una relación con el señor Rosendo Palomino, ya que en la hacienda de Lucanas nació Roberto Palomino Arangoitia (n. 13/07/1914), pero fue inscrito en 1974, en el distrito limeño de Ate Vitarte, siendo adulto y estando sus padres fallecidos, en calidad de obrero y agricultor. 

En esta historia de hermanos, medios hermanos y hermanastros, la última pariente cercana de José María fue Nelly Daniela (n. 03/01/1928 a las 07:00 de la noche), la hija menor de Víctor Manuel con Demetria Ramírez Roca. Nacida en la localidad de Puquio y cuyo nacimiento se registró en 1975, en la ciudad de Lima, cuando ya era adulta y ejercía la docencia. La que siempre vio con admiración a su hermano y compartió sus vivencias en medio de la soledad y la añoranza. 

A menudo, la redondez del mundo puede ser intimidante para quien ha observado las cosas de manera plana, con dureza, de allí que la herida de abandono en Arguedas haya generado una excesiva preocupación por los problemas socioculturales de su entorno. Él hizo de aquellos un asunto bastante personal, por lo que se sintió aquejado, perseguido, resultado de una infancia llena de abusos, ausencias y postergaciones que, de una parte, le permitieron interiorizar sobre el Perú profundo, causando esa hipersensibilidad académica que lo condujo a posturas, a veces, radicales y castrantes, mostrándose a la defensiva, y, de otra, lo volvieron un ser muy tímido, vulnerable, depresivo y melancólico.

Hélard André Fuentes Pastor (Arequipa-Perú, 1990). Historiador de la Universidad Nacional de San Agustín. Autor de diferentes obras históricas. Su última publicación, coeditada con el paleógrafo e historiador Helard Fuentes Rueda, es la colección: Historia de la provincia de Camaná (Fondo Editorial de la Universidad Católica de Santa María, 2022), en tres tomos. Autor de la antología: Voces de la poesía peruana (Parihuana Editores, 2021) y de las novelas: La noche de los mil carajos (Parihuana Editores, 2021) y Mis días con Raúl (Editorial Gato Viejo, 2022).