Solo aquí nada es suficiente. Nada y nada más. Nada más unas palabras para encontrar la potencia de la nada. ¿Qué es ese vacío? ¿Vacío? ¿Lugar delimitado, donde sus límites se fugan en los extremos y todo se escapa para dejar nada?
Con estas palabras nos paramos sobre una superficie sin estructura, pero con cimientos fuertes, sin cuerpo tangible, pero que respira, sobre un lugar que creemos, está abajo, para los fines de esta escritura.
Dice Bradbury en voz de Granger en Fahrenheit 451: “Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío –decía mi abuelo–, algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos olvidado lo terrible y real que puede ser”. Suponiendo que ese vacío del que habla es la nada, una insoportable fuerza que respira siempre a un lado de nuestros rostros, ¿qué la detiene? ¿Qué detiene que esa fuerza monstruosa que tenemos se acerque a devorar todo, pero –sobre todo– qué es esa fuerza? ¿Qué moléculas, si la viéramos desde un sentido químico, la componen?
Siguiendo a Bradbury, el olvido convocaría a este vacío que aquí tomaremos como símil de nada. Un vacío es algo que nada tiene, donde nada vive y es importante que esta idea quede clara: NADA VIVE, porque –repito– nos respira a un lado. Las pulsaciones del corazón de nada, laten ahí, en ese vacío. ¿Qué contienen los libros que estos personajes aprenden para detener este olvido? Escritura, significación y sentido. Relatos que nos recuerdan a la humanidad y su estupidez, a la humanidad y su sensibilidad, a la humanidad y su poder, a la humanidad y su amor. Relatos que nos recuerdan que nada respira y que podría abrazarnos en cualquier momento, dejarnos sin referencia de la humanidad y sus capacidades bondadosas y brutales.
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Nada aparece en muchos lugares. Es sujeto principal de varias desolaciones, de muchas conversaciones y de las confrontaciones entre la humanidad y su necesidad de significación y sentido desde hace tiempo. Aparece en expresiones como: “nada tiene sentido”, “nada vale la pena”, “lo hice por nada”, “nada me importa” y “nada tiene mi nombre”. Si tomáramos a nada como sujeto de estas expresiones, la nada tendría sentido, la nada tendría valor para que hiciéramos alguna acción. La nada les importa a algunas personas y la nada lleva el nombre de otras tantas.
Tal vez podemos encontrar algunas características de nada en las expresiones negativas que la nombran:
“No hice nada”. ¿Nada se crea en la inacción o en la acción de hacer algo, porque hacer algo sería “no hacer nada”?
“No huele a nada”. ¿Nada tiene un olor particular que no es el de cualquier otra cosa que sea inolora?
“No es nada”. La nada es utilizada para generar un espacio de creación de “algo” en su negación: “no es nada”; entonces, si “no es nada”, “es algo”.
“No hay nada”. ¿En todos los lugares que estén solo delimitados por una materialidad física o subjetiva que podamos reconocer o leer sin un contenido específico o nombrado, hallaremos a la nada?
“No tiene nada”. En un contenedor que haya portado algo en su interior claro y definido, que después ya no esté en dicho contenedor, no podrá contener a la nada, aunque esté disponible para hacerlo, porque: “no tendrá nada”; tendrá una añoranza de lo que hubo ahí alguna vez.
“No sirves para nada”. Algún objeto o sujeto que viva dentro de las leyes de la utilidad capitalista y que no responda a ellas, no tendrá valor para la nada tampoco. La nada responde a las lógicas capitalistas. Tal vez, deviene de ellas por contraste.
“No valgo nada”. Todo sujeto capaz de expresar esta aseveración aportará a sí mismo un valor intrínseco incalculable, porque si “no vale nada”, ¡“vale algo”!
“No soy nada”. Todo sujeto capaz de decir esta expresión y caer en cuenta de la profundidad del pozo a la que esta aseveración le acerca podrá darse cuenta de que algo hay en él o en ella: su capacidad de significar, de generar sentido y de que eso a su vez “no vale nada”.
“No puedes hacer nada”. La nada no se crea, no puede construirse con una acción. La nada es nada y punto.
“No hagas nada”. Expresión que pide inacción y es contradictoria en sí misma. Al pedir inacción, cae en una petición de accionar: “no hagas nada: ¡haz algo!”.
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Tal vez, son varios los momentos en los que nos hemos encontrado cara a cara con la nada. Breves instantes donde la exhalación de ese monstruo deja de estar a un lado y pasa a aventarnos la vida a la cara y a devorarnos un suspiro. ¿Cómo describir ese momento casi indescifrable?
Recuerdo que cuando tenía diecisiete años y subía una montaña con mi padre, descubrí, por primera vez, a más de cuatro mil metros de altura, lo que era un glaciar. Subíamos por el arenal del refugio de los cien, en la Iztaccíhuatl. Después del arenal, llegamos a un glaciar enorme (el glaciar de la panza). En el primer momento que lo vi, me detuve, o me detuvo el golpe interno que recibí y que caló hasta lo más profundo del tuétano de mis huesos. Lloré al sentir el golpe y me sentí conectado, diminuto, pequeño, nada. A mis 17 años, entre esos valles, entre ese arenal y caminando por el glaciar en las nubes del mundo, me sentí arrollado por el caudal de esa fuerza y sin la necesidad de no estar ahí o de extirparla de mí o de salir corriendo a un límite conocido. Cualquier intento que hago por describir la especie de arrobamiento que viví ese día se queda corto, en pleno balbuceo de lo que en realidad fue, pero, pienso, que es importante que se quede así, que no llegue a más, porque entre los intentos por describirlo, nacerá un ensayo, una pintura, un poema, algo que se acercará, apenas, a la dimensión de ese golpe y multiplicará su sentido mediante las diversas formas de expresión que busquen señalarlo.
Este momento que narro es uno de tantos que me han pasado y que espero (deseo) me sigan sucediendo para alimentar el contacto con la nada, con aquello innombrable de lo que apenas tenemos una palabra para señalizar su existencia y con lo que a veces conectamos “sintiéndonos nada”.
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Dice el poeta de muchas voces:
“No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
A parte de eso, tengo en mí todos los sueños del mundo”.
Pregunto, ¿no es a lo que nos orilla la existencia en la humanidad, a la creación de mundo, de significado y sentido? No puedo sentir un vacío garrafal en mí o de mí en este mundo, porque incluso ese vacío es susceptible a ser significado de alguna manera e interpretado con algún sentido por alguien, incluso por mí. El significado y el sentido: ¿tragedia o regalo? o ¿tragedia y regalo?
Ambas zonas (lenguaje y nada), desconocidas en sus límites por la humanidad, nos impulsan a seguir buscando lenguajes para descubrirlas, rehacerlas, deshacerlas, crearlas y recrearlas. La imaginación será nuestra aliada para la búsqueda inagotable del lenguaje y lo desconocido. La materia de los sueños nos dará aliento cuando la nada nos lo robe con su voraz aliento de vacío. Seguiremos siendo seres atados a las maravillas del lenguaje, intentando reforestar el bosque de sentido de donde recogemos frutos para alimentar nuestra existencia y poder pasar el trago en nuestros momentos atroces como humanidad.
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Nada tocó a mi puerta. Nada entró. Nada habitaba dentro de mí, ni en ese lugar. Nada me dijo: “Quédate ahí. Respira. Silencio. Haz silencio. Escucha. Haz nada. Que solo suceda lo inevitable en tu cuerpo, en ti: respiración, movimiento de la sangre, latidos y nada más”. Ahora nada. Deja que nada entre en ti y que ese vacío te inunde. Nada para todas. Nada para todos. El único recurso que no agotaremos y al que llegaremos de seguir nuestro consumo rapaz y monstruoso, como ha venido siendo en estos años. Hay nada para todo el mundo.
Mastica nada.
Traga nada.
Toma nada.
Y nada nos tendrá que ser suficiente.
Abran las puertas.
NADA va a pasar.
Francisco Aurelio Sánchez (Ciudad de México, 1995). Escritor, actor y director de teatro. Licenciado en Teatro y Actuación por el CUT UNAM. Director artístico del grupo AUr Producciones. Publicó su dramaturgia La épica del león en la revista universitaria La Barraca (núm. 4). Co-escribió la obra Coleccionistas de lo efímero, que se ha presentado en varios teatros de la CDMX y en el extranjero. Actualmente colabora como dramaturgo con el grupo ALGBRA Teatro.