Quedará la arena Los padres de mamá se mueren como se desvanece la espuma de las olas: susurrando lento, sin pasión. Ella heredó manos para el entierro quiero decir, para enmarcar fotos de sus difuntos en casa junto a mi primer día en la escuela y cumpleaños favorito vestido de superhéroe. (Nadie tiene el poder de salvar a sus amados). Los padres de mamá son el cielo quiero decir, el techo de zinc que está a punto de desplomarse, su lengua incapaz de pronunciar con atino, el tumor vigilante que le larva la cabeza. Sé que pronto llegará la hora de hibernar en el agua, de romperse entre las viejas rocas, de usar las manos que habré legado no por naturaleza sino por costumbre. Mamá nunca será una espuma con ella se desvanecerán las olas y después, lentamente, yo, quiero decir, todo el océano entonces mi ruido será el mismo que el de mis muertos. Mamá gallina Yo también quise una mujer desnuda, con la mirada abierta y mejillas de terciopelo; quise una mujer fuerte, con dos buenos pechos que me amamantaran tres veces por día. Una mujer que me amara, que me besara la frente, que me escondiera entre sus brazos cuando de tanta lluvia no alcanzara la casa. Yo también quise una mujer desnuda, distinta a la que hallé en esa caja para cadáveres mientras murmuraba: mamá gallina, sal de ahí, tus hijos se están muriendo. Un hijo no puede quedarse Me gusta observar a los ciempiés que se pasean por la casa hasta enroscarse en algún punto del suelo, como queriendo salvarse del mundo. Esta mañana vi dos en la cocina, uno más grande que el otro; parecían madre e hijo. Decidí caminar con la cabeza gacha, cuidando no pisar a ninguno, hasta que en un momento de descuido, mientras sacaba la basura al camión del aseo, pisé al más grande sin querer. ¡Pobre pequeño! ¡Se quedó solo! Pude verlo refugiándose en sí mismo como un caracol. Quise protegerlo, acompañarlo, ay, abrazarlo, pero pensé en todas las veces que mis tías se hicieron cargo de mí y yo igual me escondía bajo la cama, esperando que mamá dejara de hacerse la muerta para venir a buscarme; pensé también en la palabra casa que se me confundía con infierno, porque la boca de “mis hijos son míos” era la misma que decía: “no vengas a buscarme por tu cuenta, esto queda en el infinito”. Entonces me acerqué y dejé caer mi pisada sobre él. Sentí el crujido en mi estómago, sus restos de ciempiés embarrando el suelo, su espiral roto. Lo hice para evitar su dolor. Porque cuando una madre muere, un hijo no puede quedarse. (No puede). Vivo. Disertaciones del hoy i domingo es el día que nunca se acaba que se nutre de los otros por eso este martes es domingo y el jueves también será domingo así como el viernes domingo me deshago de todo y me dejo inmóvil bajo la ducha llorando de espanto junto a las paredes mohosas que me carcomen el corazón porque no sabe detenerse por sí mismo domingo es el día que nunca se acaba y yo sigo hablando lánguido con la cara en alto como todos los hoy ahógame agua ahógame ii hoy y hoy y también hoy el comedor está como un cadáver frío nadie sino yo mirando solo en este cuerpo sin preguntas a la mesa a las sillas al mantel la noche cae sobre todo el comedor permanece quieto y otra vez hoy nadie sino yo evocando viejas cenas en este cuerpo solo iii lagunas han vuelto a visitarme ¿quién se llevará estos muertos los pondrá en otro lado? me permanecen la noche y los veo tropezándo- me finjo no sentirme pero llegan de algún modo hoy ya no tengo fuerza este aliento ¿quién me lo bebe?
Johan Reyes (Venezuela, 1999). Actor y estudiante de Cine en la Universidad Central de Venezuela. Sus textos han sido publicados en distintas antologías y revistas literarias.