POEMAS | POR JOHAN REYES

Quedará la arena 

Los padres de mamá se mueren 
como se desvanece la espuma de las olas:  
susurrando lento, sin pasión. 
Ella heredó manos para el entierro
quiero decir, para enmarcar fotos de sus difuntos en casa
junto a mi primer día en la escuela
y cumpleaños favorito vestido de superhéroe. 
(Nadie tiene el poder de salvar a sus amados).
Los padres de mamá son el cielo
quiero decir, el techo de zinc que está a punto de desplomarse, 
su lengua incapaz de pronunciar con atino, 
el tumor vigilante que le larva la cabeza. 
Sé que pronto llegará la hora de hibernar en el agua, 
de romperse entre las viejas rocas,
de usar las manos que habré legado 
no por naturaleza sino por costumbre. 
Mamá nunca será una espuma
con ella se desvanecerán las olas
y después, lentamente, yo, 
quiero decir, todo el océano 
entonces mi ruido
será el mismo que el de mis muertos.


Mamá gallina 

Yo también quise una mujer desnuda, 
con la mirada abierta y mejillas de terciopelo;
quise una mujer fuerte, 
con dos buenos pechos 
que me amamantaran tres veces por día. 
Una mujer que me amara, 
que me besara la frente, 
que me escondiera entre sus brazos 
cuando de tanta lluvia no alcanzara la casa. 
Yo también quise una mujer desnuda, 
distinta a la que hallé en esa caja para cadáveres 
mientras murmuraba: 
mamá gallina, sal de ahí, 
tus hijos se están muriendo.


Un hijo no puede quedarse

Me gusta observar a los ciempiés que se pasean por la casa hasta enroscarse en algún punto del suelo, como queriendo salvarse del mundo. Esta mañana vi dos en la cocina, uno más grande que el otro; parecían madre e hijo. Decidí caminar con la cabeza gacha, cuidando no pisar a ninguno, hasta que en un momento de descuido, mientras sacaba la basura al camión del aseo, pisé al más grande sin querer.

¡Pobre pequeño!
¡Se quedó solo!
Pude verlo refugiándose en sí mismo
como un caracol.

Quise protegerlo, acompañarlo, ay, abrazarlo, pero pensé en todas las veces que mis tías se hicieron cargo de mí y yo igual me escondía bajo la cama, esperando que mamá dejara de hacerse la muerta para venir a buscarme; pensé también en la palabra casa que se me confundía con infierno, porque la boca de “mis hijos son míos” era la misma que decía: “no vengas a buscarme por tu cuenta, esto queda en el infinito”.

Entonces me acerqué y dejé caer mi pisada sobre él. Sentí el crujido en mi estómago,
sus restos de ciempiés embarrando el suelo, su espiral roto.

Lo hice para evitar su dolor.

Porque cuando una madre muere, un hijo no puede quedarse. 
(No puede).
Vivo.


Disertaciones del hoy

i
domingo es el día que nunca se acaba
que se nutre de los otros
por eso este martes es domingo
y el jueves también será domingo
así como el viernes 
domingo
me deshago de todo y me dejo 
inmóvil bajo la ducha 
llorando de espanto 
junto a las paredes mohosas 
que me carcomen el corazón
porque no sabe
detenerse por sí mismo 
domingo es el día que nunca se acaba 
y yo sigo hablando lánguido 
con la cara en alto
como todos los hoy
ahógame agua
ahógame

ii
hoy y hoy
y también hoy
el comedor está como un cadáver 
frío
nadie sino yo mirando 
solo 
en este cuerpo 
sin preguntas a la mesa
a las sillas al mantel 
la noche cae sobre todo 
el comedor permanece quieto
y otra vez hoy
nadie sino yo
evocando viejas cenas
en este cuerpo
solo

iii
lagunas
han vuelto a visitarme

¿quién se llevará estos muertos
los pondrá en otro lado?

me permanecen la noche
y los veo 
tropezándo-
me

finjo no sentirme
pero llegan de algún modo 
hoy 
ya no tengo fuerza

este aliento 
¿quién me lo bebe?

Johan Reyes (Venezuela, 1999). Actor y estudiante de Cine en la Universidad Central de Venezuela. Sus textos han sido publicados en distintas antologías y revistas literarias.