Nares Montero (Madrid, 1982), publicó Venero en el 2023 bajo el cuidado de RIL Ediciones. Es un poemario que nace de los afectos reales que la poeta sostiene con las mujeres con que ha ido formando y consolidando amistad. A partir de la metáfora de agua, Montero comparte una experiencia personal que celebra los lazos de la amistad entre mujeres como una manera de fluir, como si se nos mostrase la forma íntima del agua, tal como lo señala la propia poeta al final del libro: “este viaje de agua da las gracias a todas las que han inspirado los poemas que aquí se recogen” (Montero, 2013, p. 85).
La obra se divide en cuatro partes: 1) nacedero; 2) escorrentía; 3) curso subterráneo y 4) hontanar. Claramente, la poeta confecciona su propio ciclo del agua, atravesado por memorias y batallas, furias y contentos, aguas tranquilas que también saben portar el color de la sangre: “tengo los pétalos listos / para querer / abierto el cielo y la sangre / ya es hora de hacer / lo que vinimos a hacer” (Montero, 2023, p. 14).
El libro es, pues, un recorrido íntimo, atravesado por afectos que toman la forma del agua y ésta, a su vez, se metamorfosea en la madre, la infancia, la culpa, las flores, lo cotidiano. Montero nos invita a entrar en esa realidad de agua desde una mezcla de ternura, horror, asombro y la brutal certeza de lo que vive: “las solteras condenadas / cantaban canciones para dormir / lloraban a las cosas que se rompen / como vivas yeguas” (Montero, 2023, p. 12).
Leo Venero desde El agua y los sueños, un libro en el que Gaston Bachelard propone una psicología de la “imaginación material del agua”, en la que la identificación y estudio de imágenes sustanciales de este elemento sugieren un tipo de intimidad que guía un destino: “el agua es también un tipo de destino […] un destino esencial que sin cesar transforma la sustancia del ser” (2005, p. 15). En este sentido, encuentro en la obra de Montero no la búsqueda, sino la creación de ese destino: un destino que asombra por la apertura de su intimidad: “algunos días me imaginaba sin límites, / caminando por mí misma” (Montero, 2023, p. 13).
La voz poética que da vida a Venero coincide con la forma del ser que Bachelard destina a aquellos cuya inclinación natural es el agua: “El ser consagrado al agua es un ser en vértigo” (Bachelard, 15). Este ser en vértigo es visible en los poemas que constituyen la apuesta de Montero. Prueba de ello son los siguientes versos en los que esa voz poética expresa una sensación de movimiento definitivo, una mezcla entre vida y caída: “¿y los ojos cómo los tengo? / vivos. / vivos como pozos / donde caen los niños” (Montero, 2023, p. 19)
En Venero, el agua es una presencia esencial. Se trata de aguas que corren, que riegan, aguas que son manantiales, lluvia y principio de realidad. Sin embargo, el agua también asume la forma del secreto, de las formas inmóviles que tragan para mantenerse vivas como es el caso de los versos citados, creando espacios también escabrosos porque, como la vida, el agua también se estanca. Para ahondar más en la idea de la intimidad del agua que apreciamos en Venero, acudo a ciertas modalidades de estudio de este elemento que Bachelard propone como “Las aguas claras, aguas primaverales” y “El agua maternal y el agua femenina”.
Dentro de la primera clasificación, Bachelard señala que un agua clara y primaveral trae consigo la idea de frescura y ésta representa la fuerza de un despertar (p. 55). En este sentido, Venero llega a refrescarnos (despertarnos) con un nuevo origen del conocimiento: “todo lo que sé es agua / que tiende a correr /a empaparlo todo” (Montero, 2023, p. 15).
Esta sola imagen propone ya una idea dinámica del conocimiento, cuyo poder radica en su movimiento. Al asociar la única certeza de lo que se sabe con el agua, la voz poética nos hace partícipes de ese cauce que refresca, que empapa.
Por otra parte, Bachelard entiende el agua femenina y el agua maternal como las presencias del amor filial: “el amor filial es el principio activo de la proyección de las imágenes, es la fuerza proyectora de la imaginación” (2005, p. 152). En Venero, el agua femenina aparece través de guiños que van desde la inclusión de epígrafes de otras poetas y poemas dedicados a las amigas de la poeta. Desde la acción de nombrarlas, de conceder espacio a sus nombres escritos, Montero va creando los diferentes caminos del agua; cada nombre un surco, la posibilidad de sembrar un recuerdo de agua.
Sobre el agua materna, Montero navega aguas en conflicto que buscan cierta tregua con ese amor filial de principio de imaginación activa. El agua materna en Venero es turbia cuando la hija intenta un diálogo con la madre sobre la culpa: “madre, / háblame sobre la culpa / hazlo. hazlo. / de la impostura / de la culpa aguda que calienta” (Montero, 2023, p. 57).
Es, a través del agua materna, que la voz poética indaga la naturaleza de lo incómodo, de lo que se lleva en vida como carga impuesta. La madre actúa como una fuerza de contención que permite el paso del yo poético a otras aguas.
Finalmente, interpreto Venero como un torrente de lenguaje que busca crear lagunas y manantiales entre brazos de agua de agitado movimiento, porque sembrar agua es posicionarse ante el no olvido. Cada uno de los nombres femeninos que aparece en este libro es una semilla de agua sembrada en la escritura, un tributo, un homenaje al movimiento de los lazos que nos mantienen vivas.
Fuentes
Bachelard, G. (2005). El agua y los sueños. Fondo de Cultura Económica.
Montero, N. (2023). Venero. RIL Editores.
Nancy García Gallegos (Aguascalientes, 1983). Poeta, crítica de arte y literatura, tallerista y practicante de poesía sonora. Actualmente estudia el Doctorado en Literatura Hispanoamericana (BUAP) y coordina talleres enfocados en el desarrollo de procesos creativos para la escritura.