INTERIOR. CASA DEL HOMBRE - NOCHE Un HOMBRE (mediana edad, media baja, traje de oficina) entra en la casa. Enciende la luz. Se prepara la cena que come apáticamente frente al televisor. Se va la luz. El hombre enciende una vela y se dirige con ella a la habitación. INT. HABITACIÓN DEL HOMBRE - NOCHE A la luz de las velas sucumbe el hombre a un súbito apetito. No hay placer en esa masturbación rápida, mecánica, ejecutada con pericia, pero sin deseo. La eyaculación sería solo culminación sin éxtasis, pero la llama de la vela se extingue y con ella se extinguen su fuerza y sus pensamientos. El hombre se queda dormido como tantas noches, con el miembro entre los dedos que poco a poco van aflojando esa carnosidad que sobre sí misma se recoge. Suspira, se sonríe entre sueños cuando la mano de ella, cuando la punta de sus finos dedos toca la punta de sus dedos toscos, cuando ella toma el relevo, empuña firmemente el pene que estaba apunto de quedarse también dormido, lo saca de su atontamiento, lo despierta. El hombre no despierta, pero en su ensueño siente que le inunda una alegría; el estremecimiento que le recorre como un alivio de la existencia le reconforta. Al día siguiente está de buen humor; se siente como si algo bueno le hubiese ocurrido, aunque hace mucho que nada bueno ocurre. Todavía vuelve a casa animado, como si alguien le esperara, aunque, al llegar, recuerda apenas tocar el pomo de la puerta que a él no le espera nadie. EXTERIOR. CALLE - NOCHE EPITHUMIA sale de la oscuridad de entre los árboles de un parque o bosque. Vestida de negro, su figura apenas se distingue entre las sombras mientras va caminando por las calles de la ciudad.
EPITHUMIA Yo solo existo entre las brumas del sueño. Allí donde la consciencia se despega de la realidad, en los dobleces de la existencia, ese es mi territorio. A veces a la mente le cuesta trabajo distinguir entre lo que es real y lo que no. Nosotros somos reales, pero nos presentamos ante la mente en un estado en el que está predispuesta a creer que no somos más que devaneos de una consciencia al borde del abismo. Esa es nuestra ventaja.
EXT. INMEDIACIONES DE LA CASA DEL HOMBRE - NOCHE EPITHUMIA se acerca a una casa. Las puertas se van abriendo solas a su paso.
EPITHUMIA No hay cerraduras que detengan mi paso.
Una luz tenue la envuelve, como si irradiara de esas paredes tan tristes durante el día, como si la habitación misma se alegrara de verla. La puerta del ropero se abre para ella como se abren los corazones a los afectos. Él, dormido, suspira.
Qué tienes hoy para mí?
En el ropero, junto a columnas de trajes marrones y azules, las fantasías que guarda para ella.
Un poco estereotipado, pero no está mal.
EPITHUMIA se acerca al HOMBRE apenas cubierto por la sábana. La toma por una orilla y la desliza lentamente hacia los pies de la cama. Desde los pies del hombre se empieza a acercar, gateando sobre la cama, pero sin tocar su superficie, rozándolo suavemente. El hombre despierta dentro del sueño y la mira sorprendido. Es la primera vez que la ve. Ya antes la ha sentido: su manos, sus labios, su calor, su sexo, pero es la primera vez que tiene una imagen, una identidad, un cuerpo. Ella es ella, suya, y se aferra a ese cuerpo como a una tabla de salvación porque siente que empieza a hundirse en el sueño profundo, allá donde no hay visiones, sino solo la espantosa paz de los ahogados. INT. HABITACIÓN DEL HOMBRE, LUEGO ÁREAS DE LA CASA Y BAÑO - DÍA El HOMBRE despierta, se dirige al baño, se asea; empieza a rasurarse con el torso desnudo frente al espejo. Nota varios arañazos en el pecho, que revisa extrañado. Los toca con delicadeza, casi sensualmente. ¿Cuándo fue la última vez que tocó su propio cuerpo? Ese cuerpo extraño, con los años deformado, que le asquea. Prefiere ignorarlo, aunque se esté mirando al espejo, como si entre la barbilla y los zapatos no existiese nada, un abismo. INT. OFICINA DEL HOMBRE - DÍA Vemos al HOMBRE trabajar frente al computador en su escritorio, rodeado de otros oficinistas igualmente ocupados. EXT. EDIFICIO PÚBLICO - DÍA A la hora de la comida, el HOMBRE sale solo del edificio en que trabaja. EXT. PARQUE - DÍA El HOMBRE va a un parque, se sienta en un banco y empieza a comerse la comida que lleva en un tupper. Mastica mecánicamente la comida que podría ser serrín saborizado. Hace mucho que ha perdido la sensualidad de la experiencia cotidiana. Come más de lo que debería, pero sin placer alguno. Ve la tele, se masturba, escucha la música de la radio, sale a caminar de vez en cuando, va al cine, visita a sus parientes, se embriaga una vez que otra, sale con amigos… sin sentir cosa alguna. Mastica. El sonido de su masticación se impone sobre el canto de las aves, sobre el rumor de la avenida, sobre sus propios pensamientos. Y de pronto está otra vez con ella, entre sus brazos. El recuerdo de su sueño le viene de golpe. Giran sobre la espuma densa que aprisiona sus cuerpos, observa sus sexos fundirse, una gota de sudor cae sobre su frente entre los ojos, escucha una explosión y se gira, ahí está ella que es solo rostro contra la negrura, sonriendo con sus dientes enormes y él introduce un pene que es un líquido espeso que empieza a derretirse en esa boca roja que crece y crece y crece devorándolo todo. Mastica. El tenedor raspa en el fondo del tupper produciendo un sonido que le devuelve a la realidad y se da cuenta de que es hora de volver al trabajo. INT. TRANSPORTE PÚBLICO - DÍA De regreso a casa, en el camión, el HOMBRE encuentra una rosa roja en el asiento en el que se va a sentar. La toma; inconscientemente empieza a juguetear con ella con expresión melancólica, mientras mira por el cristal pasar las mismas casas y las mismas calles de todos los días. Baja del camión con la flor en la mano. INT. HABITACIÓN DEL HOMBRE - DÍA Al llegar a casa, se sienta en la cama para quitarse los zapatos y deja la rosa sobre el buró. EXT. CALLE - NOCHE La figura de EPITHUMIA se mueve en la oscuridad.
EPITHUMIA (OFF) A lo largo de los siglos nos han atribuido toda clase de identidades: demonios, espíritus irredentos, fantasmas con sed de venganza. No somos nada de eso. Solo somos una especie más en el mundo. Nos alimentamos. Tenemos que alimentarnos, tenemos que sobrevivir como cualquier otro ser sobre la Tierra. Los hombres se comen a las vacas, nosotros nos comemos a los hombres. Cada uno juega un papel en el complejo ciclo de la vida. Estamos arriba en la cadena alimenticia, eso es todo. Y no somos los únicos.
INT. HABITACIÓN DEL HOMBRE- NOCHE El HOMBRE duerme boca arriba en su cama. Su respiración empieza a hacerse más y más agitada. Ella puede oler los efluvios de su sexo como el depredador puede reconocer en la distancia el aroma de sus presas.
EPITHUMIA (OFF) Abre los ojos.
Cuando él abre los ojos, se encuentra con ella cara a cara. Montada a horcajadas sobre su cadera, ella lo domina por completo. Él se arroja a su boca y por primera vez la acaricia, siente su carne sólida entre sus dedos. Recorre sus muslos, acaricia su pubis con unos pulgares gruesos, sube las manos por su pelvis lentamente hasta llegar a sus senos, de los que se derrama una miel que recoge con ávida lengua. El seno cálido se desgrana en su boca. La penetra sin prisa, primero, pero no puede controlar el embate de su pelvis que se sacude como un temblor de tierra. El mundo se desgaja y cae por una grieta hacia núcleo ardiente del planeta mientras ella, flotando en el vacío, lo mira precipitarse lejos de sus brazos.
EPITHUMIA (OFF) Siempre la misma rutina: tentar al hombre, provocar su deseo, saciar mi hambre, secar su vida. Me monto en un hombre como el carnicero se monta en la vaca para destazarla. Es solo trabajo. Los mortales van a la oficina, sirven en los bares, limpian casas, se juegan a las cartas el dinero de otros. Para vivir. Yo fornico. Para vivir. Es solo eso.
INT. HABITACIÓN - NOCHE El HOMBRE sigue durmiendo, su respiración ahora es tranquila. EPITHUMIA, sentada a su lado en la cama, toma la rosa que se encuentra en el buró, juguetea con ella entre los dedos.
¿Cuántos siglos puede vivir un súcubo? Demasiados. La vida de los hombres dura solo un suspiro. Apenas una flor que se marchita, una vela en la oscuridad que se apaga con el menor golpe de aire. Luego un silencio. Y eso es todo.
EPITHUMIA sale llevándose la rosa. INT. HABITACIÓN - DÍA El HOMBRE despierta por la mañana. Al volverse de lado en la cama, ve que la rosa ha desaparecido. La busca por todos lados sin encontrarla. EXT. EDIFICIO PÚBLICO, LUEGO CALLE - DÍA El HOMBRE sale del trabajo. Animado, se dirige hacia un puesto de flores cercano. Compra una rosa roja. INT. HABITACIÓN DEL HOMBRE - NOCHE EPITHUMIA está acostada en la cama con el HOMBRE que la abraza.
EPITHUMIA (OFF) Me tomas por una amante, cuando no soy más que una sanguijuela.
Ella aparta los brazos que la envuelven. Él se ha apretado contra ella como si quisiera absorberla hacia su cuerpo, jamás dejar ir esa fantasía que es como un bálsamo contra la tristeza de los días. Para ella nada de eso significa cosa alguna. Sabe que es un ser capaz de sentimientos y emociones, una criatura que piensa y comunica, pero se encuentran tan lejos, en el orden de las cosas que la distancia entre uno y otro podría equipararse a la que existe entre un humano y un micelio. Se levanta de la cama, ve la rosa que él ha dejado en el buró y acaricia sus pétalos con la punta de los dedos mientras permanece pensativa.
EPITHUMIA ¿Otra rosa? ¿Es para mí? No es raro que los hombres se enamoren de sus fantasías. En realidad, de lo único que se enamoran los hombres es de sus fantasías.
Toma la rosa y aspira su aroma. La rosa se deshace entre sus dedos como carbonizada y todo lo que queda de ella es una mancha de tizne sobre una piel casi translúcida. INT. HABITACIÓN - DÍA El HOMBRE despierta. Inmediatamente busca la rosa, y se sonríe al ver que no está.
EPITHUMIA (OFF) La soledad acucia el deseo, del que el sexual es solo una faceta. No, no es la cópula lo que tanto anhela el solitario, sino la ilusión de sentirse amado y, para ello, se aferrará a cualquier devaneo, a cualquier posibilidad absurda…
INT. CASA DEL HOMBRE - DÍA El HOMBRE se encuentra frente a la computadora. Navegando en una red social, le llama la atención una publicación relacionada con los súcubos. Lee la descripción, que le lleva a buscar más información sobre estos seres. Se queda pensativo. INT. HABITACIÓN - NOCHE Apenas llega se sienta a su lado al borde de la cama y le acaricia el rostro. Él abre los ojos y esboza una sonrisa. Después de unos segundos cobra consciencia —ahora que lo sabe— de que está en peligro. Trata de levantarse, de apartarse de su lado, pero ella lo envuelve, lo aprisiona. Ella es como un vendaval y él se debate para resistir el arrebato del viento Se revuelve contra su propio deseo que lo arroja una y otra vez hacia ella, hacia ese monstruo multiforme que lo consume. Siente una opresión en el pecho: paladas de tierra caen sobre él como una lluvia de verano. No puede respirar, agoniza, su pene es un gusano que se alarga perforando el barro. Siente un dolor agudo cuando de un picotazo un enorme cuervo de plumas salpicadas de estrellas lo arranca de la tierra.
EPITHUMIA (OFF) Quieres escapar, pero no puedes ofrecer resistencia. Tu voluntad es mía, tu deseo es mío. Este es mi coto de caza y estás acorralado. No puedes despertar, no tienes a dónde huir. A donde quiera que te lleve el inconsciente, allí estaré yo.
Él deja de luchar. Sus estertores de agonizante se convierten en gemidos. El terror de la pesadilla de súbito se desvanece. Se siente confuso. ¿Estará soñando? La abraza con fuerza. INT. HABITACIÓN - DÍA. Con gran dificultad, el HOMBRE se levanta. EXT. EDIFICIO PÚBLICO - DÍA El HOMBRE sale del trabajo. EXT. PARQUE - DÍA El HOMBRE va al parque que frecuenta, se sienta en la misma banca, saca su comida y empieza a comer con dificultad. Deja de comer. En su rostro se pinta una sonrisa melancólica. EXT. FLORERÍA - DÍA El HOMBRE, camino a casa, para en una florería. Compra una rosa roja. EXTERIOR. CALLE - DÍA El HOMBRE camina rumbo a casa con pesadez, con la rosa colgando en la mano y la misma sonrisa melancólica.
EPITHUMIA (OFF) No, no es la cópula lo que tanto anhela el solitario, sino la ilusión de sentirse amado, y, para ello, se aferrará a cualquier devaneo, a cualquier posibilidad absurda… querrá llegar hasta el final… a cualquier costo.
INT. HABITACIÓN - NOCHE EL HOMBRE duerme, con el sufrimiento pintado en su rostro. EPITHUMIA toma la rosa del buró, la huele con una sonrisa torcida en los labios y, una vez más, la flor cae en partículas cenizas sobre el suelo. INT. HABITACIÓN - DÍA El HOMBRE está acostado boca arriba en la cama, exhausto. Trata de incorporarse hasta que consigue sentarse con gran dificultad. Toma el teléfono alargando un brazo hacia el buró.
HOMBRE ¿Hola? Sí, soy yo, hola. Tengo… Creo que estoy enfermo. No, no voy a ir hoy. Mañana… arreglo eso. Sí. Gracias. Adiós.
INT. CASA DEL HOMBRE - DÍA Con gran esfuerzo el HOMBRE se ducha, se prepara el desayuno que deja a medias. Por largo rato permanece inmóvil sentado a la mesa, mirando el vacío. INT. HABITACIÓN - NOCHE No sabe qué hacer. Ha tomado del cajón el viejo rosario que era de su madre. Él no es un creyente, pero se siente desesperado. Aunque no quisiera, su instinto le dice que debe luchar contra el depredador, no dejarse devorar así, como un cordero indefenso. Aunque no la disfruta, supone que su vida vale algo, que debe ser preservada. Deja el rosario sobre el buró, junto al vaso de agua. INT. HABITACIÓN - DÍA El hombre no se ha levantado esta mañana. Está acostado boca arriba, mirando sin pensar el cielo raso. Su rostro parece envejecido y la piel ahora amarillenta contrasta con la ojeras azuladas bajo sus ojos.
EPITHUMIA (OFF) No hay nada que puedas hacer al respecto. Solo se trata de la ley del más apto. Es lo que todos tenemos que hacer para sobrevivir.
Sin levantarse él toma el teléfono. Le cuesta recordar qué números debe marcar, pero finalmente sus dedos entumecidos dan con los dígitos correctos.
ÉL Hola, soy yo. Hoy tampoco voy a ir. No, no estoy mejor. Mañana, ¿okey? ¿Me lo dejas en el escritorio? Adiós.
Cierra los ojos. Por su memoria atraviesan imágenes de lo que la noche anterior debió haber pasado. El ensalmo protector del rosario de su madre parece no haber surtido efecto. De todos modos, parecía poco probable. Violentas escenas vienen a su mente; ve su propio rostro desfigurado por el placer y el sufrimiento. ¿Por qué sufría? No puede recordarlo. Acaso sabía que detrás de esa bacanal se ocultaba la muerte. Abre los ojos, se incorpora aterrado. Se viste con dificultad y sale a la calle, donde los rayos fulminantes del sol del verano apuñalan sus ojos. EXT. CALLE - DÍA El HOMBRE sale a la calle, apenas puede sostenerse en pie. INT. IGLESIA - DÍA El HOMBRE reza arrodillado en un banco de iglesia o capilla pequeña, apenas decorada con unas flores y algunas veladoras al pie de una imagen. EXT. CALLE - DÍA El HOMBRE camina por la calle de vuelta a casa. Se detiene varias veces debilitado. Si creyó que ir a la iglesia iba a aliviarle esa dolencia del alma, estaba muy equivocado. Primero porque su problema no es espiritual, segundo porque la devoción desesperada no es un remedio instantáneo. Vuelve a su casa casi dando tumbos, asustando a los transeúntes que prefieren cambiarse de acera creyéndolo borracho. INTERIOR. CASA DEL HOMBRE - DÍA Sentado a la mesa, el HOMBRE come. Debido al agotamiento, empieza a dormitar. Una mano femenina, la de EPITHUMIA, empieza a desabotonarle la camisa. Él se despierta sobresaltado. Constata con horror que no fue un sueño: los primeros botones de su camisa están desabrochados y unas gotas de un sudor helado le bajan por el pecho. Se levanta todavía atontado y se prepara un café en un pocillo que pone a hervir en la estufa. Su café es malo. Hace varios días que no va de compras y lo que queda en el fondo del bote de aluminio es un polvo rancio con sabor a tierra. El resto del día beberá frenéticamente taza tras taza de café para evitar quedarse dormido. INT. CASA DEL HOMBRE - NOCHE El HOMBRE, sentado en el sofá, enciende el televisor. Poco a poco, a pesar de sus esfuerzos, se va quedando dormido.
EPITHUMIA (OFF) No fui yo quien determinó las leyes del mundo, solo me rijo por ellas, como todos los demás. El hombre tiene tantos temores… Yo no temo. Subsisto. No conozco los días buenos ni los días malos, solo las jornadas de caza. Hago lo que tengo que hacer día tras día, como todos, hasta que mi propia existencia se agote. Después, el silencio.
El televisor se apaga. EPITHUMIA arranca violentamente las ropas del HOMBRE. El HOMBRE despierta dentro del sueño, se resiste, pero las caricias de la mujer son tan intensas que acaba penetrándola violentamente. Cuando están próximos al orgasmo, abruptamente, el HOMBRE cae sobre el sofá, muerto. EXTERIOR. CEMENTERIO - DÍA Ella deja caer una rosa roja sobre la tumba. No puede leer los caracteres sobre la lápida, pero sabe que registran el nombre del hombre, su fecha de nacimiento y muerte, y tal vez algún mensaje sobre la resignación ante la muerte o la fugacidad de la vida. La rosa choca contra la piedra gris del sepulcro, ella se da la vuelta y se aleja hasta desvanecerse entre la neblina que empieza a levantarse al principio de la mañana. El lector imagina un close de la rosa, como si fuera una película. INTERIOR. HABITACIÓN DE SEGUNDO HOMBRE - NOCHE En una habitación iluminada por la tenue luz de una lámpara de noche, un SEGUNDO HOMBRE duerme. EPITHUMIA repta por la cama desde los pies del SEGUNDO HOMBRE.
EPITHUMIA (OFF) Después de todo, es solo una cuestión de supervivencia.
FUNDE A NEGRO.

Abril Alcaraz (Ensenada, Baja California, 1982). Directora de teatro y video documental, escritora, fotógrafa y divulgadora. Ha publicado artículos, cuento y poesía en las revistas Rigor Mortis y Pretextos Literarios, y en las revistas digitales Máquina Combinatoria, Perro Negro de la Calle, Óclesis, Penumbria, Espejo Humeante, Fanzine Ultramar, Dogevena, Phantasma, Irradiación, Cósmica Fanzine, Sarape de Neón, Almiar y Revista Literaria Pluma, entre otras.