POR CARLOS GABRIEL CHÁVEZ REYES
Anegado estoy por otros quienes han reposado sus miradas en el agitado vientre de la ciudad: sepultura de voces, de noches, de rostros, calles monótonas y unánimes muros, incertidumbres que pisan las sombras y las rompen, ciñen la desolación y el delirio: hondonada en la que se desnuda la epidemia. Aquí y allá se contagia también el hambre, se exaltan los mártires, se entristecen los céfiros. Hoy la lumbre de las manos, el fulgor de los senos y el aura de los pechos se nos separan pero no caducan nunca en la lúgubre memoria ni en el desasosiego. Todo se ha postergado, el lenguaje nos desprende de la agonía, apacigua la soberbia, suspende la espesura del miedo: estar en familia es estar refugiado, acontece más que nunca la calma, despliega el alma donde reposa la analogía del amor y la existencia. El lenguaje –único sinodal y ajeno a la muerte–, epifanía santa que palpa a nuestros nombres, inclina la angustia a su garganta, porque ha roído también a la penuria y a la ignorancia. Es un espectador que divide a las mujeres y a los hombres, une los álveos del olvido: nos sumerge en la pena y la nostalgia.
Carlos Gabriel Chávez Reyes (Pachuca, 2000). Estudiante de la licenciatura en sociología por la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo. Ha participado en la Antología Colectiva 1 “De palabras a poesía” que organizó la Asociación Literaria y Cultural de Yucatán en 2021. También ha publicado algunos poemas en diferentes revistas digitales, por ejemplo, en Periódico Poético, Revista Literaria Pluma, entre otras.