PALABRAS DEL ARTIFICIO, COMO LOS FUEGOS

RESEÑA: Fernando Sánchez Clelo, La letra de bengala, La tinta del silencio, México, 2019.

POR ADRIANA AZUCENA RODRÍGUEZ

Estamos ante el libro más personal de Fernando Sánchez Clelo. Como se puede notar desde su prólogo: está el lector que comparte sus experiencias de lectura de todos los géneros desde Kalimán hasta Góngora; el escritor, de ya siete libros, que también sintetiza en unas líneas su iniciación en los géneros breves, la guía de Guillermo Samperio y la intención que lo lleva a este libro editado por La Tinta del Silencio: el juego con la palabra y la metáfora; pasa lista el tío, que dedica el libro a sus sobrinos que, como todos los niños, son grandes creadores de minificciones, de adivinanzas, bromas, berrinches y dibujos —géneros más emparentados de lo que creemos—, el amigo y el estudiante que hoy hace recuento de su historia detrás de un modo diferente de contar: la greguería, la metáfora narrativa y lúdica.

Ya en el libro, también está el académico que ha debido liar con la escritura de una tesis, ese género que parece encontrarse en el extremo de la escritura creativa: “Cada vez que quiero trabajan en la tesis, me salen minificciones” (p. 18). El compilador y prologuista que ha dedicado antologías a esas minificciones no narrativas que ha puesto a discusión, en formatos canónicos como el aforismo —Heráclito lo hubiera dicho: una persona no toca dos veces la misma corriente eléctrica.” (p. 2)—, la greguería —“Los focos son sólo gotas de sol.” (p. 21)— y cualquier otro formato, por inverosímil que parezca su relación con lo literario, como en sus “Avisos de ocasión”: “Físico cuántico solicita costurera que zurza agujeros negros.” (p. 24). También el Fernando editor que, como reveló hace unos días, organizó sus escritos con una visión de economía, no del lenguaje, sino del papel, para que no se desperdicie el 70 por ciento de la página.

Y todas esas personalidades se fusionan en sus letras de bengala, imagen que nos lleva al asombro infantil de esas varitas que destellan sus chispas durante sus segundos festivos de existencia. Y de ese asombro de ver las cosas como si fuera la primera vez —como sugirió el formalismo, teoría literaria rusa, hace cien años— surgen las definiciones, los avisos de ocasión, los bestiarios y todos los textos que se hallan en este libro. El autor logra así una frescura difícil de preservar a lo largo de un libro, por breve que sea.

Si esa revelación es un efecto de lectura, este se logra mediante diversos recursos, como los tonos de voz: el del niño que logra explicarse que “Cuando las montañas tienen frío, se cubren con sus sábanas blancas de nieve”; en otros, Sánchez Clelo recrea al amante desairado y lacónico, o el científico frío y distante en observación de su objeto de estudio como el entomólogo que describe, por ejemplo, que: “El hipopótamo vive con el agua hasta el cuello, de ahí su estrés, su poca tolerancia a la frustración y el mal carácter” (p. 48). Y, en gran medida, por el ambiguo sentido de las minificciones enciclopédicas y de ocasión: a veces contienen ese humor que caracteriza a la greguería definida por Gómez de la Serna, desde la oportunidad descubierta, nunca mejor dicho, en el “Aviso Oportuno”: “Cambio caja de condones baratos por pañales”; o el humor sombrío, negro (también, aquí, nunca mejor dicho): “La tinta china es el sudor de quienes construyeron la Gran Muralla” (p. 37). Un humor muy distante del chiste fácil, del que, tal vez, el género ha abusado.

Fernando Sánchez Clelo es un autor siempre en búsqueda de nuevas formas de escritura, comprometido sinceramente con la minificción, desde la crítica, la edición, y por supuesto la creación, en estructuras y temas. Este último libro, La letra de bengala, revisita las formas que dieron origen al género, experimenta con otras posibilidades de obtener un máximo de brevedad sin descuidar el logro estilístico, sugiere una cierta minificción infantil. Es de celebrar con una varita de bengala.

PERFIL IRRADIACIÓN

Adriana Azucena Rodríguez es Doctora en Literatura Hispánica por el Centro de Estudios Lingüísticos y Literarios del Colegio de México (CELL, Colmex). Ha impartido clases de Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Universidad Autónoma de Chiapas y en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México.