DES-CERTEZAS | POR MATTIA CELAÁ LAGOS

Desconsuelo
Vuelve el llanto de la voz eterna, sufrible ciénaga perdida cuando razón sin Dios encontró etérea. Flor nocturna de alaridos, arcana forma del viento, cercano clamor prolijo, lejos has sido en el tiempo. Todos te nombraron muerto, pero ya que no lo sabes, llorando te has vuelto viejo.

II
Fatal Destino Fatal, ya que has venido a mirarme cadente sobre esta tierra infame ruin, deleznable, te pido que no te vayas y parquea aquí un instante, puedes quedarte de pie o venir a recostarte conmigo si tú quisieras a escucharme. Yo no sé si quizá sea un engaño o maravilla tal vez; si es razón de estar soñando, soñaré con lucidez. Acércate, un poco más, sólo un poco más, así. No me retires el paño de mi rostro, sólo a fin de que acabe mi discurso y cuando mi orden a ti tras una condicionante que consiste en escribir toda palabra que dije y última que diré aquí, retirar el velo puedes y mirar aquel que fui: Una pena yo sentía desde siempre en la razón. Mala fama, gran tizón comenzó cuando nacía. A que Dios ya lo sabía y quizá no le importó. ¿Cómo fue que me escupió?, si mi madre le rezaba, por piedad, ¿qué más daba?, que naciera nunca, no. ―¿Funcionó? Heme aquí, aquí estoy yo. Madre, tal vez te perdono, pero puede que no a Dios. ― ¿Y después en esta noche? Me encontraba con la idea tallada bajo la pluma escribiendo insensateces describiendo la infortuna de mi vida y de mi suerte, recuerdo que había luna y si no la imaginaba, ya por no dejarla sola le compuse de una en una las estrellas en mis versos. ¿Cómo fue que me di cuenta del asombro de lo incierto? ¿Qué me hizo dar razón del portento de mi ingenio?: pues el cielo florecía por montones de luceros, cada estrella que escribía aquí abajo en mi cuaderno tenía forma y era linda hasta lo alto, allá en la cima. Luego acaso comprendí que la noche fue poema, que mi pluma se prestaba, que de mí fue bien creada. Después tal vez entendí que mi vida fue creación, que sobre ella escribo ahora, que una voz cubre mi voz. Entre tanta oscuridad yo fui quien te trajo aquí, Fatal Destino Fatal, a mirarme sin consuelo. Provoqué esta situación con favor de que entendieras que deduje que eras Dios sin más, Destino fatal, y porque has pasado mucho sin volver a ver tu rostro. ¿Qué si soy inoportuno al tratar de descubrirte? Es momento de que veas no tan lejos de tus manos, ya me veo entre tus palmas levantadas, quita el paño que me cubre y ve tu cara…

Mattia Celaá Lagos (Ciudad de México, 2004). Estudia Filosofía en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa.