POR GRECIA ISABEL BENÍTEZ GONZÁLEZ
La relación que hay entre el léxico y la sociedad es muy estrecha y fácilmente observable, pues todo cambio social, tecnológico y político necesita ser nombrado. Las herramientas con las que cuentan los hablantes para denominar estas nuevas realidades son principalmente morfológicas, es decir, recurren a procesos como la afijación (la formación de palabras mediante el empleo de prefijos y sufijos), como se observa en prepandemia, en donde a la base pandemia se le agrega el prefijo pre-, y en futurizar, donde a la base futuro se le agrega el sufijo -izar, y la composición, que consiste en adjuntar más de una raíz para formar un nuevo término, como en videoescándalo, palabra conformada por las bases video y escándalo. Estos nuevos términos reciben el nombre de neologismos. Los hablantes no necesariamente crean neologismos para denominar, por ejemplo, un nuevo descubrimiento científico o un nuevo aparato tecnológico (tecnicismos), sino que en general lo hacen motivados por un deseo de hacer más novedoso su discurso, o de nombrar una idea o una situación social de manera lúdica.
Parece contraintuitivo que el léxico de una lengua pueda admitir tanta cantidad de palabras nuevas sin dificultar la comunicación entre los hablantes. Es más, puede ser que en general uno ni siquiera se dé cuenta de que durante la conversación se hayan empleado neologismos. Esto es así porque los hablantes tenemos una capacidad natural para crear palabras, de modo similar a como creamos oraciones. De hecho, una premisa clásica dentro de la lingüística es que podemos producir una cantidad infinita de oraciones sin que percibamos ninguna novedad en ellas. Así mismo parece funcionar en la morfología léxica. Es muy fácil para una persona tomar la palabra caricaturizar, añadirle el sufijo -ble y formar el neologismo caricaturizable, y así mismo añadirle el prefijo in- y crear incaricaturizable, y quizá a nadie le resulte extraño utilizar estas palabras. Sin embargo, sí resultan sumamente llamativas creaciones como pejechairo, derechairo o cacalover, que son palabras compuestas por dos bases que resaltan por su carácter lúdico, o más bien ofensivo. Es así que a simple vista un hablante común no distinguiría fácilmente como neológicas palabras formadas por sufijación o prefijación, mientras que sí lo haría con las composiciones, por ejemplo. Además, los neologismos son importantes porque son una muestra de la vitalidad de una lengua, es decir, únicamente las lenguas vivas pueden incrementar su léxico.
Debido a que hay palabras que se sienten más neológicas que otras, los neólogos, que son los estudiosos de los nuevos términos y su creación dentro de la morfología léxica, recurren a distintas técnicas que sirven para cazar neologismos. La más socorrida es la búsqueda lexicográfica, cuya premisa guía es la siguiente: una palabra es neológica siempre y cuando no esté registrada en una serie de diccionarios previamente establecidos.
Es así que, a través de los neologismos, los hablantes se apropian de la lengua para expresar de una manera diferente sus ideas o sus deseos. No importa que ya exista una palabra para denominar cualquier cosa, si un hablante ignora su existencia, o si simplemente no le nace utilizar ese término, recurre a su dominio interno de la gramática de su lengua para dotar de un nuevo nombre a esa realidad. Este fenómeno puede ejemplificarse muy bien con la reciente preferencia que tienen las personas por la palabra lover sobre el del tema culto filia. Dada esta circunstancia, aunque existan los términos bibliofilia y bibliófilo, un hablante, ya sea por ignorancia o deseo, puede crear la palabra bibliolover o librolover, y todos estos términos, estén respaldados o no por la Real Academia Española, son válidos y legítimos, en tanto que cumplen con un propósito comunicativo. Evidentemente, si la formación viola las reglas fonológicas de una lengua, sería incomprensible para su receptor. Por ejemplo, si yo ahora mismo decidiera nombrar un pasador con brillitos pbridor, difícilmente me comprenderían, es más, ni siquiera podría pronunciarlo. Esta formación tampoco obedece a los procesos de formación de palabras con los que cuenta el español, es decir, no hay ningún afijo, ni hay una combinación de bases, sino más bien una entremezcla desordenada de algunos de los fonemas que conforman pasador y brillitos.
Los neologismos giran en torno a diversas áreas, como la belleza (antienvejecimiento), la ciencia (nanoestrella), el arte (metacine), etc. La política es uno de esos temas que más interés generan entre la población. Las redes sociales, como Twitter, son un lugar donde se debate, se comenta o se opina sobre estas cuestiones. Así mismo, en los medios de comunicación, como el periódico, las columnas de opinión en torno a los políticos y a sus acciones son infaltables. En estos contextos de lengua escrita, los neologismos no sólo son abundantes, sino de fácil registro. Por supuesto que en la lengua oral este léxico nuevo no es menor, sino que es más difícil de registrar y, por lo tanto, mucho más efímero.
Seguramente, para cualquier persona ha sido notable la existencia de una serie de palabras que han nacido a raíz de la influencia que ciertos personajes políticos tienen en la vida pública. El actual presidente de México ha sido uno de los más influyentes. Andrés Manuel López Obrador (AMLO), desde haber sido jefe de Gobierno del Distrito Federal hasta candidato a la Presidencia de México durante los procesos electorales del 2006 y 2012, y elegido finalmente en el 2018 para ser representante del Poder Ejecutivo, ha tenido una larga carrera política que lo ha llevado a estar activo por más de diez años, de tal forma que logró cautivar a una gran cantidad de ciudadanos. Su relevancia en la cotidianidad mexicana se ha reflejado de manera muy interesante en las palabras, pues una gran cantidad de neologismos se ha creado en torno a esta figura política. Algunos han prevalecido; otros, en cambio, han tenido una existencia efímera.
Este personaje político parecía destinado a quedarse en la psique de los mexicanos desde las mismas iniciales de su nombre, con las que es posible formar un acrónimo que da como resultado una palabra pronunciable, pero sobre todo llamativa, AMLO, base sobre la cual se han formado neologismos sumamente lúdicos, reflejo de la creatividad léxica de los hablantes.
Asimismo, cuando fundó su nuevo partido político, Movimiento de Regeneración Nacional, creó una nueva palabra a través de la acronimia, MORENA. Este neologismo fue la base de otros, como morenista y morenismo, que designan al seguidor y al movimiento de MORENA, respectivamente.
Todo presidente en México está sujeto a burlas, a insultos y a sobrenombres. No importa que tan carismático sea o cuántos simpatizantes tenga, siempre estará expuesto al duro ojo público. La cantidad de apodos que ha tenido el actual presidente son muchísimos, los cuales, en general, toman como base AMLO o peje, tales como amloco, amloidiota, amlooser, pejesús. pejemesías y pejendejo. Los términos AMLO y peje marcan distintas épocas políticas del presidente. Se le llamaba peje cuando fue jefe de Gobierno del antes llamado Distrito Federal y era militante del PRD, pero posteriormente se le empezó a llamar AMLO. Aunque peje es despectivo, sus simpatizantes y hasta el mismo presidente se reapropiaron de este término. Tan es así que él mismo aclaró que no le molestaba ser llamado peje:
Vuelvo con Andrés Manuel quien según le manifestó, en el mismo Tercer Grado, a su amigo el periodista René Delgado, no le molesta que lo llamen Peje, por lo que le vamos a decir “Pejidente” .
(El Economista. Ajenjo, 2018)
Pejidente es una palabra formada a través de un traslapamiento. Se pierden las consonantes s y r, de presidente, mientras que se conservan las vocales. También podría analizarse como un acortamiento compuesto. Todas las denominaciones analizadas anteriormente son despectivas. Sin embargo, aunque todas tengan usos peyorativos, hay expresiones que son claramente más ofensivas que otras, como amloco, amlooser, amloidiota. Las expresiones formadas con peje (pejesús y pejemesías) hacen una comparación paródica entre el presidente y Jesús. Pejendejo es una formación hecha por el traslapamiento de pendejo y peje, pues las vocales de ambas palabras se mantienen, algo característico de este proceso. Ya que México es un país gobernado por el peje, entonces ahora el país es pejelandia, que existe en el pejemundo. Así mismo, un país que se venezuelaniza debería ser llamado Pejezuela, tal como se expresa en el siguiente contexto:
En cambio, Morena es un partido en riesgo al ser dirigido por una sola persona pues su líder no cuenta con un contrapeso y sí, con todas las características de un dictador, por lo que de llegar a gobernar el país, seguro replicaría el modelo de gobierno venezolano convirtiendo a esta nación en “Pejezuela” […].
(Crónica. Moreno, 2017)
También los detractores de AMLO han sido nombrados de múltiples maneras (derechairos, fifís, prianistas). Sobre el PRIAN, el hecho de que el mismo presidente metiera en un mismo saco a los partidos políticos PRI y PAN llevó a la población, a través de un acortamiento compuesto, a nombrarlos como si fueran uno solo, el PRIAN. Se considera éste un acortamiento compuesto y no composición, porque la P del PAN se perdió durante el proceso de fusión. Actualmente, ese acortamiento compuesto creado de manera lúdica para denominar en general a la oposición de MORENA se volvió un hecho, pues en las elecciones llevadas a cabo recientemente, la alianza PRI-PAN se concretó. El prianismo y el morenismo son movimientos rivales, así como sus partidarios, los prianistas y los morenistas, respectivamente. Los nombres de movimientos y sus partidarios en general se forman por sufijación, y siempre involucran dos sufijos, -ismo/-ista, pues la presencia de uno irremediablemente involucra a otro, por lo que se postula que están en solidaridad morfológica.
Los seguidores de AMLO han sido denominados pejezombis, amlovers, morenacos. Incluso el mismo presidente ha inspirado neologismos como mecansogansismo, yasabesquinista y cuatrotetismo-cuatrotetista. Las dos primeras palabras refieren a movimientos que nacen a partir de una burla sobre dichos y spots políticos de los presidentes. El primero surgió a partir de una frase dicha por el presidente, “me canso ganso”, cuando anunciaba la construcción de un corredor para un tren en la costa del Pacífico, mientras que el segundo surgió a raíz de la imposibilidad de hacer campañas políticas antes de tiempo (para las elecciones de 2018), entonces con el fin de darle la vuelta a esta regla, no se mencionaba al candidato en cuestión, sino que se exhortaba a la ciudadanía a votar por “ya sabes quién”. Es así que esta expresión sigue asociándose inmediatamente con AMLO. Sobre el último par, en el contexto en el que aparece no hace una referencia neutral al movimiento político inspirado en la cuarta transformación, sino que se utiliza despectivamente, como si el cuatrotetismo se tratara de una secta y los cuatrotetistas fueran sus fanáticos:
A los que se le agachan, lambiscones, se les perdonarán sus pecados, pues han sido bautizados con la ceremonia de la nueva religión que gobierna a México: el cuatrotetismo de López Obrador.
(Siempre. Flores, 2020)
El aprobamlómetro es una forma de medir la aprobación que tiene el presidente por parte de los mexicanos. Es una palabra complicada de analizar porque la base AMLO parece insertarse entre dos raíces, como si fuera un infijo, aprob – amlo – metro. Otro posible análisis podría ser considerar que primero se formó amlómetro, por medio de una composición nombre + nombre, y luego se adjuntó al verbo aprobar por medio de un acortamiento compuesto, que llevó a la elisión de la sílaba -ar.
Muchas otras palabras se han creado en torno a la forma de gobernar que ha tenido el presidente (austericidio y austericida). Los temas -cida y -cidio designan respectivamente ‘exterminador’ y ‘acción de matar’. A raíz de las decisiones políticas del presidente, que tenían como premisa principal la austeridad, se dieron muchos cambios en la sociedad, que no fueron percibidos de manera positiva por todos. De ahí es que se formaron las palabras que hacen referencia a una austeridad que mata.
Poca gente ha sido neutral ante la figura de AMLO. O se le ama o se le odia; o se le tiene cariño o se le tiene miedo. Muchas palabras nuevas han tenido como base principal estos dos fuertes sentimientos, el amlove y el amscare. Es destacable que entre más lúdicos y ofensivos en torno a la figura del presidente quieran ser los hablantes, más recurren a procesos de formación de palabras como la composición (amloco, amloidiota, pejezombi), la composición culta (austericida y austericidio), el traslapamiento (pejendejo y pejidente) y el acortamiento compuesto (pejezuela y amloquecido), e incluso al léxico del inglés (amlover, amscare, amlooser), mientras que la necesidad denominativa neutral, como los movimientos y sus partidarios, se hacen por afijación (amlista, calderonista, peñista, proamlo, prodemocracia, probrexit).
La mayoría de los neologismos anteriormente mencionados parten de una necesidad expresiva. Estas denominaciones hechas al presidente y a sus seguidores son ofensivas y claramente responden a la necesidad que tienen algunos hablantes de descargar su enojo o frustración. Así mismo, es destacable el contraste denominativo que hay entre los términos que designan a los seguidores de AMLO y a sus detractores. Los primeros siempre han sido clasificados como personas de bajos recursos e ignorantes, y eso se observa en la cantidad de palabras creadas para referirse a ellos, reflejo del clasismo existente en México. En cambio, los detractores de AMLO tienen menos palabras que los denominan y definitivamente son menos insultantes. Además, es interesante la influencia que tiene el inglés en la creación de términos despectivos, indicio de la posición social y cultural que suele tener la oposición.
Este pequeño análisis que se ha hecho de las palabras sobre AMLO ilustra que el acto de denominar no está separado de la realidad extralingüística, al contrario, todo cambio social trae consigo nuevas necesidades comunicativas. Cualquier hablante perspicaz se habrá dado cuenta de todo el léxico que ha nacido a raíz del Covid. Así mismo, los neologismos están anclados a las percepciones que tienen los hablantes sobre la realidad y, evidentemente, quienes tienen más acceso a los medios de comunicación tienen mejor oportunidad de que sus creaciones léxicas no pasen de largo. Es así que hablar de las palabras y de la fuerza que éstas tienen nos da un indicio de la realidad social de una comunidad.
FUENTES
Cabré, T. (1999). Terminology and Neology. En Terminology, Theory, Methods and Applications. John Benjamins, pp. 203-213.
______ (2016). Principios y parámetros en una teoría de los neologismos. En J. García, G. De Sterck, D. Linder, N. Maroto, M. Sánchez & J. Torres (Eds.), La neología en las lenguas románicas: recursos, estrategias y nuevas orientaciones. Peter Lang, pp. 27-42.
Guilbert, L. (1973). Théorie du néologisme. Cahiers de l’Association Internationale des Études Françaises, (25), 9-29.
Varela, S. (2005). Morfología léxica: la formación de palabras. Gredos.
Grecia Isabel Benítez González es licenciada en Lengua y Literaturas Hispánicas por parte de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Se especializa en la morfología léxica, en específico, en los procesos de formación de palabras. Trabajó en el proyecto Léxico neológico del español de México. Esquemas productivos e identidad lingüística, como compiladora de neologismos para el corpus Morfolex, a cargo del Dr. Ramón Zacarías. Actualmente estudia la Maestría en Lingüística Hispánica de la UNAM.