Descendí de la nave. ¿Qué sucedió aquí? Los temores ocupaban mi mente, pero la misión era importante. Comencé a registrar los datos ambientales y las estructuras que encontré en el planeta, a pesar de lo desolado que parecía. Los restos me proporcionaban pistas sobre lo que posiblemente sucedió.
¿Una lluvia de meteoritos? Pensé. Pero no podía perder la esperanza: alguien tiene que estar vivo. Y seguí caminado por el terreno rocoso y seco. Ahí donde hubo una gran civilización, la historia de mis antepasados escrita en sus muros de piedra y tierra; ciudades enteras… eran kilómetros de polvo y rocas.
Los días fueron pasando con velocidad apacible sin ninguna variación. Entonces, llegué la comunidad una tarde en que el sol descendía sobre un rojo horizonte brilloso. Las casas se veían vacías; sin sombras bajo ellas, sin vida que las animara. Pero había algo diferente. Era intangible. No pude decirlo de inmediato.
Un sentimiento, un escalofrío, como si algo invisible y frío, me obligara a caer contra el suelo, recorrió mi espina dorsal.
Finalmente vi las siluetas en los balcones. También me miraron. Corrí hacia una de las casas y entreabrí la puerta. Encontré un salón oscuro y lleno de humo. Me encogí y respiré de forma más cauta. Nada. A toda prisa, pasé hacia otra casa y ahí abrí una puerta que daba a una cripta.
Bajé por sus escaleras. La suciedad, el hollín y el polvo eran los principales anfitriones. También sentí el olor, la humedad y el moho, pero debajo de eso, olí la carne asada: mi corazón se aceleró y mis papilas gustativas se dilataron.
Cogí una linterna que se encontraba en el último escalón y avancé. Descubrí que estaban allí, unas pocas docenas de sombras. Había gente escondida que vivía en condiciones primitivas. Hablaban en silencio una lengua que no pude entender y procuraban permanecer ocultos. No obstante, descifré que buscaban protección. ¿A qué le temían?
Me acerqué, tratando de no espantarlos, y traté de conversar, de entenderlos. Uno de ellos me señaló una estructura de madera al final del sótano, la cual estaba cerrada con cadenas y candados. Me acerqué con curiosidad, sintiendo que algo oscuro se escondía al otro lado. Tal vez detrás de mis oídos y de mis pies. No sé cómo me convencieron.
Alguien entre nosotros tomó la iniciativa y empezó a retirar las cadenas. Seis manos fuertes cargaron con ellas y una a una fueron cayendo. La emoción y el temor recorrieron mi ser. Mi respiración se tornó tensa, y mis pulsaciones cardíacas se elevaron. Era el momento de enfrentar nuestros miedos. Todos estábamos peleando por sobrevivir y, de forma intuitiva, todos supimos lo que había detrás.
Pero sólo hasta el final lo descubrí.
Nelson Isaí Pérez (San Salvador, 1980). Es un escritor, novelista, cuentista, guionista, poeta y editor. Ganador en dos ocasiones del premio de ciencia ficción cuento corto del grupo Lectores, 2022 y 2024. Es conocido por su obra 15 poemas sobre la vida, y “es considerado uno de los autores más infravalorados en la literatura» (Literatura Azul).