Y ese día, quien yo soy
Se reflejará
Christina Aguilera
Odias ese espejo que tus padres pusieron en el baño de tu cuarto, sientes que es un castigo verte cada mañana con ropa que no te gusta, con unos zapatos que parecen cómodos, pero no son para ti. Después de ponerte tu disfraz, o ropa, bajas a comer, y tus padres te alaban ese disfraz, los zapatos y el peinado, cumplen sus expectativas. Tu voz al desearles buenos días cambia, sientes que el tono sube y baja, mientras que tus manos se mueven mecánicamente, cuidas cada movimiento, no quieres evocar ideas desviadas.
Una vez que tus padres se van a trabajar subes de nuevo a tu cuarto, y te quitas las prendas que traes, no toleras un minuto más fingiendo ser alguien con quien no te sientes en completa comodidad. Si no te sientes completamente en confianza en tu casa o en tu recámara, entonces ¿dónde?
Pasan los días y este ciclo se repite, tanto que estás a punto de normalizar, de dejarte consumir por la monotonía incómoda, que parece ser cómoda. Piensas que a veces es mejor estar en una zona en la que los demás esperan que estés, y no en una que de verdad quisieras estar. Te sientes en un ciclo interminable, tus ideas sobre quién eres te abruman. No eres trans, tienes la certeza y seguridad de tu orientación sexual; sin embargo, eso no parece importarle a quienes te rodean.
Tus amistades te comienzan a comentar que tu incomodidad interna se estaba exteriorizando, y tratas de cambiar, pero no sabes cómo, hasta que esa amistad comienza a intentar entenderte, y te propone explorar otras cosas. Las uñas, los zapatos, el tono de voz, y hasta los modos de caminar, y las prendas que te pones, son una constante batalla, entre cómo te quieres ver y ser, y en cómo los demás esperan que seas y veas.
Odias los estereotipos, porque por su culpa estás en un debate constante. ¿Azul o rosa?, ¿tono dulce o fuerte?, ¿vestido o pantalón?, ¿caminado recto o curvado?, ¿masculino o femenino?, ¿cómo quieres expresarte? No has salido del baño, y te hundes en tus pensamientos, hasta que el sonido del teléfono te saca de tu mente. Contestas, y te llaman con el género opuesto, pero tienen un gran nivel de cansancio en este tema, que lo dejas pasar.
Esa llamada es del hospital, te enteras de lo que les ocurrió a tus padres, y sientes cómo un peso sale a través de un suspiro muy largo. No sabes cómo reaccionar.
Hace tanto que tus padres no están, pero su voz aún resuena en casa; sin embargo, agradeces al universo que ya puedes entrar a su recámara, sobre todo al enorme guardarropa que alberga cientas de prendas, es un collage de color y texturas. Pones música al máximo volumen, ¿quién no hace eso cuando hay casa sola? Te desvistes, prenda a prenda, primero con un aire de juego seductor, para terminar con una insaciable prisa.
Eres como un cazador que elige presa, merodeas el guardarropa, paseas la mano por las telas, hasta que tu mano se detiene en una, le quitas el gancho, y te lo colocas. Sientes la textura rugosa de la tela, así como tu piel enchinada, no reconoces si de emoción o por la prenda cubriendo tu cuerpo.
Por un momento, el recuerdo de cuando tu familia estaba en casa invade tu mente y cómo te llegaban a reprimir cada movimiento, idea y fantasía, de qué forma modificabas hasta tu propia voz para no recibir uno de esos comentarios… pero hoy, ahora, justo en este momento, no sólo has aventado prendas por el aire, también estigmas y ataduras, eres tú, al fin eres tú, no sueñas o fantaseas con cómo te ves o quieres ver, ahora observas el sucio espejo, tu enemigo, y te ves, no como un ensamblaje de ideas o expectativas ajenas, sino tuyas.
Giras en tu propio eje, cantas con tu voz sin fingir, y caminas con seguridad, te ves al espejo, de nuevo, no dejas de verte, no dejas de expresarte. La música está en su máximo volumen… Estás entrando en un éxtasis, sientes como si tu cuerpo fuera a flotar, la música invade cada célula de tu ser, el ruido te consume, te fundes en tu fantasía.
Tus padres entran… al menos eso sientes… tu cuerpo explora…
Tu fantasía se derrumba con un golpe de realidad.
Silencio,
silencio,
silencio,
silencio,
silencio,
silencio,
silencio, tanto
silencio a pesar del ruido.
Tienes ropa puesta, pero aun así sientes que eres la persona más desnuda del mundo, sientes que pueden ver a través de ti…
Desnudaste tu alma al vestir tu cuerpo…
El retrato de tus padres fue sustituido por un espejo, porque ahora no dejas de ver cómo te expresas… Hoy amas ese espejo, amas tu reflejo, te amas.
Ricardo Pérez López (Nuevo León, 2000). Egresado de la Licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Nuevo León, se centra en la investigación y escritura. Así mismo, ha participado como autor en la antología Ab Animalibus (2021), con el cuento “Egoísmo”. Sus principales fuentes de inspiración son el drag, los colores pastel y la cultura pop.