POR ARMANDO GUTIÉRREZ VICTORIA
Me centralizo en el vértice eclatante
de mi insustituible categoría
presentista, equiláteramente convencida y
eminentemente revolucionaria,
mientras que todo el mundo que está afuera del eje,
se contempla esféricamente
atónito con las manos torcidas
Manuel Maples Arce, Actual – No. 1.
Cien años han pasado de aquel 1921, año infausto de la muerte de Ramón López Velarde, pero también año del surgimiento de la vanguardia en México. Año en que el centro de la Ciudad de México amaneció con las paredes asaltadas por aquel manifiesto escandaloso y renovador que marcó el inicio de un movimiento: Actual – No. 1. Hoja de Vanguardia. Comprimido Estridentista de Manuel Maples Arce.
Con el cambio de siglo y con las transformaciones de orden político y social, la cultura y las letras transitaron a un cambio en su sensibilidad y en sus intereses. Jorge Schwartz señala que “las primeras décadas del siglo XX se caracterizan, desde el punto de vista estético, por ser un verdadero laboratorio cultural, cuyo carácter de experimentación altera por completo el panorama de las artes” (Schwartz, 2002, p. 13). Había una voluntad de renovación explícita que buscaba romper con una tradición que se visualizaba como anquilosada y carente de los recursos para expresar las distintas contradicciones de la vida moderna. Este cambio en las necesidades y en los intereses artísticos estaba profundamente relacionado con las transformaciones operadas en el entorno social y cultural: la emergencia de las masas como fuerzas de poder en la escena pública y el surgimiento del valor exhibitivo como fenómeno asociado con los productos culturales; es decir “la creciente posibilidad para cualquiera –al menos como tendencia– a pasar alguna vez a ser visto del lado de los productores”, son factores clave en este tránsito (Rogers, 2019, p. 11). Asimismo, las grandes urbes que comenzaban a levantarse, pobladas de rascacielos, telarañas de cables y vehículos motorizados, se mostraban, cada vez más, como un tema ineludible para la experiencia de estos jóvenes artistas.
«la singularidad de estos creadores vanguardistas radica –entre otras cosas– en el gesto de rebeldía, en la voluntad explícita de ruptura y en la no conformidad con las tendencias establecidas»
Bajo estas coordenadas, el arribo de las vanguardias al panorama internacional se entiende como un fenómeno mediado por las condiciones de posibilidad de los artistas sometidos a las relaciones económicas, sociales y culturales, la presencia de las masas como consumidores de arte y las contradicciones de un medio cosmopolita y especializado. Y si bien estos fenómenos ya habían sido advertidos por los simbolistas en Europa y por los modernistas en América a finales del siglo XIX, la singularidad de estos creadores vanguardistas radica –entre otras cosas– en el gesto de rebeldía, en la voluntad explícita de ruptura y en la no conformidad con las tendencias establecidas.
El proceso de modernización trajo consigo la especialización como principio rector de muchas actividades; en este contexto, el artista se había quedado en la periferia. Ya no era el hombre orquesta del siglo XIX que, así como participaba en las discusiones políticas y económicas, practicaba la docencia, ejercía el periodismo y escribía novelas, cuentos y versos. Con el arribo del nuevo siglo y con la presencia del reporter en las páginas de los diarios, el escritor perdía cada vez más el último de los espacios que antes había sido fundamental para darse a conocer en la opinión pública y conquistar un lugar en el campo cultural.
«Los creadores, emulando las estrategias políticas, se congregaron para lanzar su plan de renovación y su postura ante la crisis en el arte»
En la medida en la que se acentúa la crisis del artista moderno, se puede comprender la aparición de los manifiestos de vanguardia. Estos documentos –el género literario más practicado por estos movimientos a principios de siglo (Rashkin, 2014, p. 47)– son productos culturales que buscaban alzar la voz en medio del caos de las ciudades, en medio de las tensiones económicas y en medio de la inmediatez de la vida moderna. Los creadores, emulando las estrategias políticas, se congregaron para lanzar su plan de renovación y su postura ante la crisis en el arte.
Muy temprano se tuvo noticia en América Latina de estos grupos y sus manifiestos. En febrero de 1909, Marinetti publicó el primer “Manifiesto Futurista” en Francia; para abril de ese mismo año, en el periódico La Nación, en Buenos Aires, uno de los fundadores del modernismo, Rubén Darío, traducía los once puntos del documento y comentaba críticamente su contenido. Sin embargo, no fue sino hasta 1914 cuando Vicente Huidobro dio a conocer su Non serviam que comenzó la presencia de Latinoamérica como agente activo en la producción de estos textos (Schwartz, 2002, pp. 36-37).
«El estridentismo surgió, más que como una estética de un grupo, como un llamado unipersonal de un poeta a una juventud con ansias de renovación»
En el contexto de la cultura y las artes mexicanas, el caso de David Alfaro Siqueiros fue un claro antecedente de Actual – No. 1 de Maples Arce. En mayo de 1921, en Barcelona, aparecieron como parte de la revista Vida Americana los “3 llamamientos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana”, donde, entre otras cosas, Siqueiros hacía un llamado claro: “¡UNIVERSALISÉMONOS!”, en franca oposición al nacionalismo en las artes plásticas reinante en ese momento (Siqueiros, 1921, p. 2). Y si bien su postura se centraba en la pintura y la escultura, sus principios no están tan lejos de la renovación que, a su manera, impulsó un joven poeta por aquel 1921.
Tan sólo unos meses después, en la Ciudad de México, un joven de apenas 21 años publicaba su hoja volante con un autorretrato que ocupaba la mitad de la primera cara del impreso y ponderaba en catorce puntos los preceptos de un nuevo movimiento de vanguardia. Maples Arce llegó a la capital procedente de Veracruz en 1919. Muy temprano se integró a publicaciones emblemáticas de la época, Revista de revistas y Zig-zag; donde, de acuerdo con Carla Zurián, el joven tuvo contacto con otras revistas internacionales donde se discutían los temas y las preocupaciones de la naciente vanguardia: Grecia, Cosmópolis, Cervantes, Tableros y Prisma (Zurián, 2011, p. 5).
El estridentismo surgió, más que como una estética de un grupo, como un llamado unipersonal de un poeta a una juventud con ansias de renovación. Quizá ello explique el gesto de colocar un documento de esta naturaleza, no en alguna publicación o algún periódico, sino como un objeto independiente, que se apropia del espacio público, que interactúa e interpela directamente a aquellos que, como Maples Arce, buscaban mirar más allá de los medios y los discursos consolidados y tradicionales. Rashkin celebra este hecho y lo señala como un acto performativo cercano a prácticas como el graffiti (Rashkin, 2014, p. 49). Y es que, al menos en la tradición literaria mexicana, no había ningún antecedente de apropiación tan violenta y abrupta de las calles de la capital.
En cuanto al contenido, se advierte una disposición en tres partes: una sección preliminar, los catorce puntos y el directorio de vanguardia. En su primera parte, hay un espacio gráfico donde destaca la palabra “EXITO” verticalmente, verbo que debe ser leído como “proclamo” o “exhorto”; el cual enmarca las consignas: “Muera el cura Hidalgo, Abajo San-Rafael-San Lázaro/Esquina/Se prohíbe fijar anuncios”. Desde sus primeras líneas Maples Arce expresa su voluntad por dinamitar los mitos de la historia, su afán por apropiarse de las calles y sus bullicios, así como su conciencia dinámica y lúdica para trabajar con el lenguaje.
El impulso que mueve a esta nueva estética, a esta nueva sensibilidad, es la síntesis y la depuración: “Ya nada de creacionismo, dadaísmo, paroxismo, expresionismo, sintetismo, imaginismo, suprematismo, cubismo, orfirsmo, etcétera, etcétera de «ismos» más o menos teorizados y eficientes. Hagamos una síntesis quinta-esencial y depurada de todas las tendencias florecidas”, señala desde el punto VII. Destaca una actitud crítica con la misma vanguardia y un afán por no emular ni copiar las tendencias ya existentes; sino apropiarse de su “esencia”, buscar en sus exploraciones los elementos necesarios para crear un arte nuevo, fuera de las teorizaciones y los comentaristas.
La tradición es conflictiva en Actual No. – 1; se visualiza como un lastre y como un conjunto sistematizado de expresiones que ya no son significativas en el mundo moderno; son, como señala el punto V, “organillerismos pseudo-líricos y bombones melódicos” que han dejado de expresar la verdad el arte y del artista. No obstante, una lectura crítica del texto debe considerar los entresijos de esta postura, heredada del futurismo (Schwartz, 2002b, p. 48), pues, es más una estratégica de posicionamiento y de proyección, que una genuina radiografía del campo intelectual y literario mexicano anterior al manifiesto. Maples Arce niega, porque así convenía a sus intereses, que esa tradición había dado figuras tan importantes como Manuel Gutiérrez Nájera, Amado Nervo y Ramón López Velarde, sólo por mencionar algunos.
La crítica no escapa de la revisión provocativa de este joven. En el punto XIII alude a quienes la practican como “biliosos, roídos por todas las llagas lacerantes de la vieja literatura agonizante y apestada, académicos retardatarios y específicamente obtusos”. Quizá el ataque más directo y polémico es contra Enrique González Martínez, poeta que junto con López Velarde había participado en la revista Pegaso, pero a quien considera como un ejemplo prototípico de la decadencia, de la institucionalización y del servilismo estético.
Ni siquiera los lectores se salvan de los ataques y los juicios mordaces; Maples toma distancia de la masa y de los entretenimientos burgueses. Proclama, por el contrario, un arte para artistas; un arte para iniciados, que escape a la comprensión del consumidor de espectáculos vanos: “¿Que el público no tiene recursos intelectuales para penetrar el prodigio de nuestra formidable estética dinámica? Muy bien. Que se quede en la portería o que se resigne al vaudeville. Nuestro egoísmo es ya superlativo”.
Hay que seguir, en cambio, a los creadores que sí comprenden el arte nuevo y lo practican alrededor del globo; muchos de ellos son mencionados a lo largo de estos catorce puntos (Pierre Albert-Birot, Marinetti, Lucini, Buzzi, Cavacchioli, Guillermo de Torre, Ruiz Huidobro, Emilio Verhaeren, Nicolás Beauduin y Blaise Cendrars); sin embargo, la última sección, cuyo nombre es “Directorio de vanguardia” termina por informar y orientar sobre los principales exponentes que guían las reflexiones y la propuesta del naciente estridentismo: Ramón Gómez de la Serna, Guillermo de Torre, Jorge Luis Borges, Juan Ramón Jiménez, Alfonso Reyes, José Juan Tablada, Apollinarie, Marcel Duchamp y muchos otros más escritores y artistas plásticos culminan el documento. Este último gesto se interpreta como un esfuerzo por formar lazos, por asociar a esta nueva estética con una visión global y como una muestra de que, frente a la gran masa de consumidores burgueses, había un gran grupo de artistas de vanguardia dispuestos a combatirla.
El llamado de Maples Arce no pasó inadvertido. Ya para 1923 el estridentismo tiene entre sus militantes a varios escritores y pintores: Arqueles Vela, Fermín Revueltas, Germán List Arzubide, Kyn Taniya y Salvador Gallardo. Cada uno emprende proyectos por separado, pero en conjunto fundan Irradiador, mítica revista del movimiento.
«A un siglo de que un joven veracruzano decidiera iniciar la vanguardia en México, el estridentismo sigue siendo el único movimiento que asaltó las calles de la ciudad de forma tan abrupta»
A un siglo de que un joven veracruzano decidiera iniciar la vanguardia en México, el estridentismo sigue siendo el único movimiento que asaltó las calles de la ciudad de forma tan abrupta, que buscó una renovación y miró fuera de las fronteras hacia el mundo, que se planteó la posibilidad de romper con las convenciones y con los grandes maestros para buscar la exploración y la experimentación en los límites inciertos entre literatura, pintura y performance. Las lecciones del estridentismo supusieron un llamado en voz alta que no pretendía emular servilmente las tendencias europeas, sino que se apropiaba, sin pedir permiso, de la cultura occidental, de sus fuentes, de sus fenómenos y de sus productos; para lograr una transformación, una metamorfosis, que pudiera hacer frente a la crisis de la modernidad. Las reflexiones de Maples Arce se volvieron un hito en las artes mexicanas y permitieron que muchos otros después de él, y desde sus propios ámbitos, encontraran el espacio idóneo para expresar a través de la creación las preocupaciones que los cercaban.
A cien años del inicio de la vanguardia actualista del estridentismo conviene revisitar a sus creadores, a sus poetas, a sus pintores, a sus prosistas y hojear de nuevo las publicaciones que moldearon y dieron a conocer al lector del siglo XX esta nueva forma de comprender el arte; y es que, en muchos de ellos, aún se advierten resonancias con el hoy, aún se encuentra la fuerza y el dinamismo necesarios para cuestionar los órdenes establecidos y buscar nuevos cauces para la expresión estética.
Fuentes
Siqueiros, A. (1921). 3 llamamientos de orientación actual a los pintores y escultores de la nueva generación americana. Vida Americana. Revista norte centro y sudamericana de vanguardia. 1(mayo), 2-3.
Schwartz, J. (2002). Vanguardia y cosmopolitismo en la década del veinte. Oliverio Girondo y Oswald de Andrade. Beatriz Viterbo.
Schwartz, J. (2002b). Las vanguardias latinoamericanas. Textos programáticos y críticos. Fondo de Cultura Económica.
Rashkin, E. (2014). La aventura estridentista. Historia cultural de una vanguardia. Fondo de Cultura Económica.
Rogers, G. (2019). Revistas, archivo y exposición. Publicaciones periódicas argentinas del siglo XX. Universidad de la Plata.
Zurián, C. (2011). Posrevolución y tabla rasa. Los años radicales del estridentismo. Antropología, 92 (mayo-agosto), 3-21.
Armando Gutiérrez Victoria (Ciudad de México, 1995). Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Hispánica en el Colegio de México. Editor del libro colectivo Cien años de cultura y letras en Excélsior (UNAM). Ha colaborado en distintos proyectos de investigación y en distintas revistas como De Raíz Diversa, Campos de Plumas, Plástico, Didasko, etc. Sus principales áreas de interés son la literatura cubana, la literatura mexicana y los géneros autobiográficos