POR KATHERINE BERMÚDEZ
Amarnos siempre a nosotros mismos, ese es el poder, reconocer tu propio placer cultívate para que no venga cualquiera a intimidarte. Violencia, de todas partes proviene, (...) medios de comunicación, Estado, patriarcado. LaMafiAndinA, 2019, 0m37s
Sentir vergüenza es un acto profundamente humano, un sentimiento creado para minimizar a otra persona por su manera de expresarse, identificarse y habitar el mundo. Como vestigio de este temible sentimiento -nacido, según el folclor judío-cristiano, posterior a la expulsión del paraíso de Adán y Eva-, podemos encontrar al body shaming. Me permito explicar este fenómeno cultural dentro de nuestro contexto colombiano.
Este se presenta como un acto discriminativo hacia otra persona a través de comentarios, críticas mordaces o burlas relacionadas con el cuerpo; en otras palabras, es el cuerpo el referente de dicha vergüenza y discriminación. Es esta una realidad que ha lastimado a muchísimas personas en nuestra sociedad, con especial énfasis, las mujeres. Ahora bien, ¿por qué sucede esto y cuáles son las razones por la que las mujeres son afectadas por el Body Shaming?
La problemática parece provenir de la idea de belleza construida desde ciertos parámetros, es esto lo que conocemos como los cánones de belleza, cuya máxima representación la tenemos con las medidas de «la perfección»: 90-60-90. Bajo esta óptica, cualquier cuerpo que se aleje de la búsqueda de este irreal formato está expuesto a sufrir juicios de valor negativos.
Algunos de los ejemplos que a continuación cito han sido referidos por personas cercanas y algunos vivenciados directamente, estos son: “estás muy gorda” o “pareces un globo”, o comparaciones odiosas con animales como vacas o marranos. Seguramente usted ha escuchado -o vivenciado- alguno de estos comentarios o comparaciones. Las expresiones elaboradas desde la ignorancia tampoco faltan: “si quieres adelgazar, come menos y haz ejercicio”. Esto se lo dijeron a una amiga sin saber que, en su caso, obedecía a un asunto de orden biológico y hereditario.
Estas situaciones son repetitivas y permanentes para aquellas mujeres que no estamos dentro del patrón imperante de nuestra sociedad. Escuchar este tipo de cosas desde la llegada del amanecer hasta la caída de la noche, lacera la autoestima de aquellas mujeres víctimas de ridiculización corporal. Ahora, para las personas como yo, que habitamos cuerpos que están lejanos de «la perfección», el Body Shaming representa una forma contemporánea de la mítica carga sísifica.
Sin embargo, ¿siempre ha existido «la perfección» de los 90-60-90? La respuesta es negativa, y con sorna alegría vengo a desmitificar esta idea profundamente patriarcal. Cuando pensamos en Belleza, cualquier mortal puede consultar a la RAE y ver que esta institución la define como: “una cualidad que hace destacar a alguien o algo”. De lejos hay una relación del cuerpo con la belleza, o no una directa.
Lo último lo menciono porque el hecho de destacar es una manera elegante de hablar de atractivo, y aquí sí hay una relación entre unos juicios de valor del cuerpo y la belleza. Lo atractivo, según la RAE, indica una facultad de atraer un sujeto o una idea. Para el caso puntual, lo normal sería desear y poseer un cuerpo de características preconcebidas, establecidas como algo digno de atención o admiración.
Por esta razón es que vemos que los cuerpos, en especial el de nosotras, las mujeres, son presionados para encajar en «cuerpos bellos», pues somos arrojadas hacia la búsqueda de admiración, aceptación -casi siempre masculina- a «ser» la venus. De este modo encontramos a muchos hombres -amigos, familiares y demás- admirando los senos, los glúteos o las piernas de una mujer, y en contadas ocasiones, su inteligencia, su fuerza, su carácter u otra cualidad física o mental. Actualmente parece que lo bello se concibe, en casi todos los casos, únicamente desde el cuerpo, cual objetos expuestos.
Las mujeres que no coinciden con esta imagen de «la perfección», quedan por fuera, en ello me incluyo; pertenecemos al mundo de lo censurable, poco admirado y respetado. No es, en realidad, ninguna novedad la existencia de esta exclusión. Recuerdo haber leído que Platón pensaba que si lo bello es causa del bien, el bien sería producido por lo bello. Queda particularmente fácil deducir que alguien en algún momento tomó y reinterpretó esta idea y construyó toda una discursiva sobre lo bello.
Hoy en día pareciera que, cuando se está en el lado de lo agraciado, se considera que se habita un cuerpo normado, bello y aceptado; en cambio, cuando la geografía del cuerpo no obedece a lo indicado por el canon, habitamos cuerpos no normativos, feos y despreciados. Aquí es cuando presenciamos los primeros discursos que promueven el Body Shaming, acto que excluye a mujeres que no tienen cuerpos socialmente aceptados. De lejos podemos escuchar aquel estribillo de una popular serie argentina: ¡Fuera feas, fuera feas, para ustedes no hay lugar!.
También hay series colombianas que llegaron a mi vida para enseñarme, cómo en el diario vivir de mi país, se presentaban la discriminación de los cuerpos que no obedecían la norma del 90-60-90.
Betty, la fea y Los Reyes, dos series colombianas, eran claros ejemplos. Como espectadora, yo miraba a Betty como una mujer de intelecto, admiraba su capacidad de sobrellevar la burla e imponer su creatividad a la hora de manejar los problemas de Ecomoda; por su parte, encontraba en Laiza Reyes e Hilda Reyes, personajes complejos que me hacían cuestionar si, de verdad, había algo marcadamente femenino o masculino. Ahora sé que su transgresión a la norma está en no conformarse con la imposición del canon de belleza, contrariando todas estas manifestaciones de imaginarios que obligan a las personas a tener una idea de cuerpo concreto. Aquellas personajes llevan el ethos colombiano, pues estas viven sus vidas en ciudades colombianas -Bogotá en ambos casos-. Cada una de estas participa en las actividades cotidianas, plaza popular, tienda de barrio; demuestran que pueden ser ellas mismas sin importar lo que digan de sus cuerpos; enfrentan con valor el diario vivir de ser mujer y ser diferentes a la norma. Si estas mujeres habitaran la tierra como personas de carne y hueso, seguramente cantarían a pulmón herido aquella canción de Aterciopelados que dice: No es un mandamiento ser la diva del momento, para qué trabajar por un cuerpo escultural (…) Mira la esencia, no las apariencias.
A fin de cuentas, en esta sociedad de líneas rectas donde las diferencias -corporales- son tachadas por la estigmatización social, esas mujeres parecen decirnos: ¡estamos aquí!, dado que hablan desde sus vivencias, lo que ellas entienden que es ser mujer, y hacen, a ojos del espectador, que la existencia de otros cuerpos sea aceptable, que cada televidente colombiana encuentre en estas mujeres la fuerza para combatir al Body Shaming como práctica discriminatoria. Yo encuentro en ellas la idea de que los «cuerpos bellos» como única posibilidad estigmatiza la diversidad de los cuerpos femeninos.
Es hora de alzar la voz y validar el derecho de todas las personas a habitar sus cuerpos desde la afirmación vital de su sentir.
Katherine Bermúdez (Palmira, 1995) Estudiante de sexto semestre de Licenciatura en Literatura de la Universidad de Valle. He participado en espacios literarios enfocados en violencia en Colombia. Madre de una hermosa niña y futura docente.