DESENTERRANDO ESCRITORAS

POR MARÍA JOSÉ SERRANO MÉNDEZ

La literatura es el reflejo de una sociedad. Por medio de las historias que se cuentan, no solamente escritas, se pueden conocer los problemas, preocupaciones e intereses de toda una cultura. Pero, cuando la mayoría de la literatura que se conoce está escrita por sólo un sexo, ¿dónde queda la otra mitad de la población?

La mayoría de los autores que empecé a leer eran hombres y, aún en 2023, si le preguntamos a alguien aleatoriamente, probablemente pueda nombrar a más escritores que escritoras, lo cual me resulta una auténtica tragedia. Por fortuna, yo me salvé cuando conocí a Jane Austen, pero constantemente me preocupo por las mujeres que nunca han leído literatura escrita por otras mujeres.

Porque cuando descubrí la literatura de Austen mi hambre por leer a más y más escritoras comenzó, porque leer a escritoras significaba leer historias con las que me identificaba, historias en las que veía situaciones que perfectamente me podrían pasar en la vida real o que ya había experimentado. Leer a escritoras significaba ver mis pensamientos y emociones retratados en un texto.

Aunque creía conocer a bastantes escritoras: Jane Austen, Isabel Allende, Sally Rooney, Dot Hutchison, Agatha Christie, Taylor Jenkins Red, etc., me sorprendió darme cuenta de todas las escritoras de este siglo y del pasado que estaban fuera de mi radar. En el semestre que acabo de terminar, en la asignatura de literatura, conocí a muchas escritoras prodigiosas de las que ni siquiera había escuchado su nombre. 

Por eso, me impactó la importancia de incluir a mujeres en programas académicos de literatura. Porque sin la inclusión de escritoras en este programa, no hubiese conocido a Mariana Enríquez, Marjane Satrapi, Gioconda Belli, Rosario Catellanos, Violette Leduc y, mi favorita, Claudia Piñeiro. Ni hubiera conocido historias como “La casa de Bernarda Alba” de Federico García Lorca.

Vaya, que tal vez sí las hubiera descubierto después, en la vida, pero es tan fascinante que las haya conocido a esta edad en la que mi cerebro se está formando todavía, porque todas estas escritoras e historias se parecen a mi realidad y creo que también muchas otras mujeres se pueden identificar por el simple hecho de que todas hemos vivido experiencias similares por nuestro género. Muchas de estas escritoras hablan de temas con los que todas nos podemos relacionar, como vivir en un mundo dirigido en su mayoría, lamentablemente, por hombres; pláticas entre mujeres, expectativas de la familia, injusticias sociales. Todo desde el punto de vista femenino y sobre todo feminista.

Como es el caso de Marjane Satrapi con su cómic Persépolis, Rosario Castellanos con sus ensayos en Mujer que sabe Latín, Violette Leduc con La bastarda, Gioconda Belli con sus poemas en El ojo de la mujer y Claudia Piñeiro con su obra Cuánto vale una heladera. No solamente sus palabras me fascinaron, sino también sus historias, sus vidas. Estas escritoras habían pasado por experiencias que las marcaron como personas y sus textos demuestran sus inquietudes al ser mujeres en mundos donde son la sombra de los hombres.

Y sí, lastimosamente siguen estando, aún en 2023, a la sombra de los escritores; sin importar que, por ejemplo, Rosario Castellanos fue embajadora de México en Israel en 1971 y además fue autora de uno de mis textos feministas favoritos: Mujer que sabe Latín; pero, ¿por qué?, ¿por qué escritoras tan inigualables y prodigiosas siguen estando enterradas? 

La respuesta es evidente, los hombres llevan miles de años en el poder. En todos los ámbitos han sido los más reconocidos, dado que las mujeres no tenían las oportunidades ni el apoyo ni la atención que merecían. Y aunque vivamos en el siglo XXI, desenterrar y darles el reconocimiento necesario a las mujeres, en este caso, a las escritoras, es una obligación en la que todos tenemos que participar y que poco a poco se va logrando.

Por esas razones, creo firmemente en la importancia de la literatura en nuestros programas académicos, pero especialmente, de incluir tanto a las escritoras como a los ya incluidos escritores. Porque la literatura cambia destinos, la literatura puede ser el resguardo de las personas o el lugar de donde toman inspiración. La literatura estimula el cerebro y ayuda en tantos ámbitos, amplía el vocabulario, mejora la gramática, la concentración. Pero, especialmente, si las mujeres, desde que son niñas, leen historias en las que se pueden identificar, la literatura puede cambiar vidas.

María Serrano (San Luis Potosí, 2006). Tengo diecisiete años. Amo pintar, leer, hablar y andar en bicicleta. Este ensayo lo escribí para mi examen final de literatura porque es un tema en el que todxs nos tenemos que involucrar. Hay tantas escritoras que esperan a que su legado se conozca y espero hacerles justicia. Agradezco a mi maestra Andrea Robledo por iluminarme con su asignatura de literatura y recordarme la importancia del feminismo en cada clase. Gracias por leerme.