LEER A MOLIÈRE SIN LEER A MOLIÈRE. ¿QUÉ DICEN LOS LECTORES DE UN DRAMATURGO FRANCÉS?

POR ARMANDO GUTIÉRREZ VICTORIA

Cuando a mediados del siglo pasado un grupo de teóricos se percataron de la ausencia del lector en la historia de la literatura, plantearon el primer y más lógico de sus problemas: ¿cómo resolver o llenar el espacio vacío dejado por el lector? Y es que, en un arrebato de sentido común, los eruditos se dieron cuenta de una verdad que hoy salta a la vista: la literatura es, ante todo, un fenómeno de comunicación. Y como fenómeno de comunicación (condición que no niega, de ningún modo, la primacía de su función estética) requiere tres involucrados: autor, texto y lector, que es lo mismo a decir, productor, discurso y receptor.

Había nacido la Teoría de la recepción. Sin embargo, señalar la ausencia de algo seguía sin resolver el problema de aquella casilla vacía. Las respuestas ante esta gran falta no se hicieron esperar. Tristemente, o eran en extremo experimentales (estudiar en un grupo real de seres humanos las opiniones suscitadas por un texto) o en extremo teóricas (la invención de un lector modelo sólo reconstruible en el texto mismo). El tiempo pasó y, lamentablemente, la Teoría de la recepción centró sus esfuerzos en problemas de índole más estética y teórica que pragmática y literaria.

Que yo sepa (y ese es un riesgo que asumo) ninguno de estos pensadores se planteó siquiera la posibilidad de contar con un medio capaz de centralizar, reproducir y socializar las experiencias lectoras. Todo en su universo era lo que hoy conocemos con el adjetivo de “análogo”. Iser, Jauss y hasta Eco jamás imaginaron la existencia de una web electrónica capaz de reunir y poner en relación una variedad casi infinita de discursos alrededor de la obra literaria. Internet, un hecho que hoy asumimos como un elemento natural de nuestra actual existencia, vino a representar un campo fértil que (así me gusta pensarlo) hubieran sabido aprovechar en la solución del problema del receptor.

Lo que ahora presento no es sino una muestra (modesta y no representativa) de las pequeñas opiniones, pasiones y comentarios que ha suscitado la obra de Molière en una red social especializada en estos asuntos: Goodreads. La selección (no mentiré) es tan arbitraria como cualquier antología y no pretende más que señalar la recepción real (en el sentido de que emana de un ser común de carne y hueso) que ha tenido el dramaturgo francés en los lectores de hoy.

Nota: Para la selección sólo he considerado textos en español. He conservado tanto la ortografía original, como el nombre de usuario de cada uno de sus autores. Omito la calificación con estrellas.

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TARTUFO

El tema principal de la obra es genial. Aborda cómo se puede ser hipócrita usando a la religión. He leído otros libro también hablando de esto, pero lo especial aquí es que todo es obra de Molière, lo que significa que, en la Francia clásica del siglo XVII, eso era casi un crimen. Hablar mal de las elites, de los poderosos. Él era un gran artista, pero nunca fue lo suficientemente querido precisamente por eso, por decir la verdad sin filtro en una época y lugar erróneos.
Como dije, la historia y el contexto es genial, pero no me gustó cómo se llevó al teatro. Los diálogos suenan poco natural y muchas palabras que son difícil de entender o son muy poco usadas. Bueno, cosa típica de las obras de teatro clásicas. Siempre me ha gustado el teatro, pero sólo verlo. No me gusta mucho el teatro escrito. Lo leí para ver si me gustaba la obra escrita, pero en realidad no. Espero algún día interiorizarme en la literatura teatral porque sé que tiene mucho que entregar.

Carlos

Me resulta imposible no comparar a «Tartufo» de Molière con «El inspector» de Nikolái Gógol y podría asegurar fervientemente que Gógol se inspiró en ese inolvidable personaje para crear a Iván Aleksándrovich Jléstakov, el otro famoso impostor que hace de las suyas con los pobres desdichados de un pueblo que lo confunden con un implacable inspector enviado por San Petersburgo para fiscalizar lo que sucede allí.

Ambos impostores se encuentran en la misma posición, aunque tal vez el de Gógol se encuentra con esa oportunidad para sacar una buena tajada mientras que Tartufo ya viene socavando las bondades de Orgón, este hombre obnubilado por el supuesto misticismo y devoción católica de Tartufo, a punto tal que desoye a todos en su familia que le advierten lo poco fiable que parece ser este personajes surgido de la nada.

Nadie, ni su esposa Elmira, ni su madre, Madame Pernelle, ni sus hijos Mariana y Damis, ni la astuta criada Mariana que ya le sacó la ficha al taimado Tartufo logran torcer la idea que Orgón tiene de su ídolo y lo pagará caro conforme va avanzando esta comedia que tiene un final feliz pero que debe pasar por una serie de acontecimientos en la trama que a mitad del libro parecen indicar lo contrario.

Jean Batiste Poquelin, que posteriormente se hiciera famoso como Molière es considerado junto a Racine y Corneille uno de los padres del teatro francés. Era intimo amigo de Luis XIV, lo cual le permitía representar sus obras sin inconvenientes hasta que se encontró con el duro escollo de poner en escena su «Tartufo», a punto tal que obviamente la Iglesia y posteriormente el Rey le prohibieron representarla en tres oportunidades debido a la naturaleza del personaje de Tartufo que por razones eclesiásticas desprestigiaba completamente a la institución y acercaban peligrosamente al autor a la cárcel.

Fernando

Si, Tartufo es un impostor pero no puedo evitar odiar más al Orgón, que prefiere creerle aun desconocido antes que a su propia familia. Su propio orgullo le evita pensar que estaba equivocado y se deja manipular de la forma más tonta.

CA

Comprendo el contexto de cuando se escribió la obra y lo que representó para Francia; pero me pareció mucho menos entretenido que El médico a palos.

Irene

EL MISÁNTROPO

No me acordaba de absolutamente nada de lo que pasaba en esta obra.

Marta Antelo

Si tuviera la obligación de calificar la obra con dos palabras, elegiría «entretenida y vigente». Es imposible no identificarse y no reírse aunque sea un poco con Alcestes (un hombre que perdió la confianza en el ser humano hace bastante) y sus ocurrencias, a pesar de que en cierta forma parezca exagerado o insoportable. Algo de razón tiene. Si bien la trama de El misántropo no me enloqueció, me encantó su cercanía con algunos temas de este siglo, la característica típica de todo clásico que viene a demostrarnos lo poco que se avanzó de un punto a otro en el tiempo.

Yani

Una de las obras mas famosas de Molière, me divirtió y sobre todas las cosas me hizo reflexionar sobre el comportamiento social que tenemos las personas, sin duda llegue a identificarme y a cuestionarme. Una obra encantadora, breve, concisa y sincera

Alejandra Flórez

Después de leer Las Preciosas Ridículas sinceramente esperaba más. Me gusta mucho como escribe Moliere, el problema aquí fue la historia en si; no sentí que sucediera algo interesante, ni siquiera un plot-twist ridículo como a veces pasa.

Vanessa

EL AVARO

Es de lo mas divertida y enrevesada.

Katy

Después de años he vuelto a leer esta historia… Y no he parado de reír.

Es una comedia súper exagerada, llena de enredos y malentendidos con algunas situaciones muy irreales (y demasiado convenientes), pero que no está mal para pasar un buen rato.

Valeria Sanchez Moreno

Este libro lo compré en una feria del libro, y lo compré por ser de Molière. Nunca había leído algo de Molière, conocía el nombre y nada más, no sabía su estilo, la época y ni nada por el estilo, así que no sabía qué esperarme. Tampoco soy de buscar de qué trata un libro, a veces ni veo trailers de películas; siento que me hacen spoilers. Por lo general, me gusta llevarme una sorpresa, así que evidentemente no sabía, primero, que era una obra, y segundo que tenía humor.

Cuando empiezo a leer me empalago hasta que me doy cuenta de que es de humor. Luego de caer en cuenta la disfruté, no me encantó pero se me hizo buena, la leí en un día (súper cortita), pero estoy segura de que verla en sí en teatro debe ser una experiencia increíble.

Roselín Estephanía

Tuve que leer este clásico para una clase de Literatura y, tras haber visto una adaptación cinematográfica de la obra, sabía que iba a gustarme leer El Avaro. Eso sí, me hubiera gustado leer esto sin haber visto la película… Peeeero bueno, disfruté igual esta obra. ¡Fue divertida, lo crean o no! Me hicieron gracia varias cosas y, como es usual, mi parte favorita fue el análisis literario que uno puede llevar a cabo a partir del trabajo del autor. ¿Un libro que ridiculiza la sociedad del tiempo en el que fue escrito? Ya de por sí me fascina. En serio, disfruté muchísimo de El Avaro y fue una lectura rápida y entretenida. ¡Y me dejó pensando!

Mi Universo Literario Writer

Armando Gutiérrez Victoria (CDMX, 1995). Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Hispánica en El Colegio de México. Ha colaborado en distintas revistas como Campos de Plumas, Íbidem, Didasko, Periódico Poético y Plástico.