Ensayo Irradiación

POR QUÉ LEER A LOS ESTRIDENTISTAS

POR ÁNGEL ALEXANDRO PORRAS ORTEGA

Las ciudades surgían en medio de anuncios luminosos; las ventanas comenzaban a acribillar las tardes en sentido vertical; se despertaba el tumulto de los cláxones y los días bostezaban gasolina. La naciente modernidad del siglo xx se anunciaba en los países de América Latina, pero algunos artistas tenían una fiebre de “acción rápida y subversión total”, como sostenía Manuel Maples Arce.

«Los estridentistas querían hacer ruido porque era necesario; porque su poesía pretendía eliminar la pasividad del arte de la época»

Tras el movimiento armado de Revolución, la literatura mexicana lucía carente de un proyecto igualmente revolucionario que hiciera eco a la revuelta armada, no tanto desde la narración de los hechos, sino desde su naturaleza renovadora. De ahí que los poetas estridentistas buscaran el ruido que caracterizaba a las grandes urbes y que necesitaban las expresiones artísticas. Ese ruido hablaba del progreso, de la modernidad latente, y así lo hacían ver distintas corrientes vanguardistas en Europa, como el futurismo y su apología de los automóviles en movimiento. Los estridentistas querían hacer ruido porque era necesario; porque su poesía pretendía eliminar la pasividad del arte de la época y ponerla en el centro del proyecto moderno; es decir, buscaban que las prácticas artísticas estimularan el progreso de las sociedades al vincularse con la vida cotidiana. Sus poemas alababan con fuerza sincera la belleza de las máquinas o los puentes con músculos de acero. La maquinaria y la tecnología vigente representaban el golpe más moderno y actual. Por eso mismo, debían ser utilizados y enaltecidos en sus poemas.

Curiosamente, en su poética, descrita en sus cuatro manifiestos, se busca la espontaneidad, la honestidad del sentimiento, puesto que “el hombre no es un mecanismo de relojería nivelado y sistemático. La emoción sincera es una forma de suprema arbitrariedad y desorden específico”, declaran en el primer manifiesto. Por tanto, las máquinas y las tecnologías, que conforman a menudo sílabas estridentes en sus versos y prosas, cifran la modernidad, pero no tanto la exactitud infalible que hoy les atribuimos.

Así pues, hay que entender que los versos estridentistas reflejan los albores de un movimiento: la primera dinámica vanguardista en nuestro país, que por medio de su ruido enaltecedor, busca un vínculo con la sociedad y también el anhelo de enaltecer el presente. De hecho, el instante es uno de los grandes motivos de los estridentistas, y en ese sentido se oponen a lo que se postulaba en el futurismo. Porque las máquinas y la tecnología no fungen como promesa, sino como triunfo del instante. En sus poemas, con sus asombrosas metáforas y su lenguaje rimbombante, se pretende capturar el tiempo para vivirlo a plenitud. La única manera en que pueden fundirse la actividad social y el arte es en los instantes, en el eterno momento presente. Ése es el vértice estupendo que se invoca en el primer manifiesto de los estridentistas, y hacia él dirigieron sus prosas y poemas

Como movimiento, el estridentismo resulta pionero en muchos sentidos. Su valor histórico y literario radica en la tradición que inaugura: la de la vanguardia en el arte mexicano. Sin embargo, ¿basta su relevancia histórica para seguir leyendo a los estridentistas, sobre todo cuando han pasado cien años de sus primeras expresiones? ¿Sus poemas estridentes y actualistas pueden sobrevivir el paso de los años? ¿Hay algo valioso para nuestra sociedad en la época actual?

«Sus versos irreverentes y su voluntad reaccionaria forman parte de un discurso del arte que no muere en sus metáforas sobre maquinarias, edificios o transportes».

Es posible que, más allá de un valor meramente histórico, los estridentistas hayan dejado un eco que ha sobrevivido cien años. Sus versos irreverentes y su voluntad reaccionaria forman parte de un discurso del arte que no muere en sus metáforas sobre maquinarias, edificios o transportes. Lo que se trasluce en sus poemas y en la intensa expresión de sus manifiestos es la necesidad de cambio, el desdén hacia el conformismo y la voluntad de transformar una situación histórica o social por medio de la poesía y el arte.

Sobre la premisa de que se lee por gusto y que cada quien define lo que le gusta, podemos afirmar que leer a los estridentistas es opcional, hasta prescindible en un marco amplio de lectores específicos y determinados. Mas, cuando se pretende entender el pasado, cuando se busca un rasgo de identidad para conocer el presente, uno se tiene que remitir a momentos clave y a situaciones definitivas. En la historia de la literatura los estridentistas marcaron una pauta de rebelión, una propuesta vanguardista e iconoclasta que ha definido los movimientos posteriores.

Hoy por hoy acaso el ruido del estridentismo haya envejecido; sus metáforas quizá hayan perdido su impacto. En la actualidad el gusto por el ruido y la estridencia tal vez parezca redundante ante el crecimiento exponencial de nuestras urbes; además, en esta época el ruido se ha vuelto invisible y viral; las estridencias de la desinformación son comunes en todos los rincones, por lo que a pocos puede impresionar el ruido de un siglo atrás. No obstante, más que una oda hacia la estridencia, Manuel Maples Arce, Arqueles Vela, Germán List Arzubide y muchos otros artistas entablaron un movimiento de respuesta, una acción contra la realidad establecida y contra la apatía que se expresaba en el arte de aquella época.

Por tal motivo, leer a los estridentistas conduce a las claves de la rebelión. No importa que el ruido sea el motivo principal de nuestra época, porque la poesía del estridentismo va más allá de la celebración de motivos. En su actitud y en su posicionamiento se encuentra el mérito de una búsqueda por la rebelión y la proposición del cambio. Así que, si un ruido invisible nos acecha en las pantallas de nuestros teléfonos móviles, la labor del arte es luchar contra esa realidad honrando la herencia estridentista. Hay que darle vuelta a la cotidianidad, a partir de la innovación y la acción simultánea. Por eso los estridentistas seguirán vigentes en tanto exista un inconforme. En esas odas a los cláxones y a los anuncios luminosos hay una actitud necesaria para mantener viva la poesía, y, sobre todo, para atrapar los escasos instantes placenteros de nuestra realidad cambiante.

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Ángel Alexandro Porras Ortega (Ciudad de México, 1995). Es licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue corrector y redactor en la revista de arquitectura Mejores Acabados. Algunos de sus textos de creación literaria han aparecido en las publicaciones digitales Marabunta, Tlacuache y El gallo galante. Actualmente es maestrante en el posgrado de Literatura Mexicana Contemporánea de la UAM-Azcapotzalco.