HÉROE TRÁGICO

POR JUAN CARLOS IRIS CRUZ

Sucede que desde muy temprana edad tendía a la tristeza y a la melancolía. Estaba acostumbrado al grito de entraña, al dolor inmaterial de un hueso roto, al puñal filoso de una mano fraterna, al odio recurrente de una escultura divina. En la noche, las cucarachas emergían de las grietas pudriendo los rincones de mi alma. Pensaba que la tristeza y mi vida eran inseparables como una aleación dorada en un crisol de llanto. Acostumbrado a la desolación, bajaba la mirada, condenado a perderme el verde árbol de la vida, la brisa de la espontaneidad y la mirada de una Eva terrena. Por alguna razón sentía que el dolor me dignificaba, me fortalecía y le daba color a mi piel blanca, pálida, que escondía la bebida roja que los espectros perversos deseaban a heridas. Era un penitente sin pecado, un Héroe trágico que, a tientas, sin poder ver, palpaba las fibras filosas de su despojo. El Héroe; el desolado. Pero lo que no creía – ¡Oh, gracias vida! – es que las cosas podían cambiar. Llegó un día una ola de claras aguas frescas, como de canto virgen y la sonrisa reposada de una mujer amiga… ¿Los vas a aceptar?  Pero ¿Qué le pasa a mi cuerpo? A penas un fino rayo de luz se asoma a mi alma, se me corta la respiración, se me hace un nudo en la garganta, quiero llorar, no puedo -quiero- salir de este pozo. La felicidad era algo lejano, algo inalcanzable. Este falso hombre de paja no se la merece. Ellos no me dejan, me encadenan a este sitio de hábito de monje. Me convencen con su ternura hostil, de nube afilada. Me engañan con su mirada tierna deseando mi muerte. 

Me siento culpable, pero lo lamento, de verdad lo lamento. Tengo que dejar este dolor, esta medalla rota, esta noche de sombras espectrales y debo recuperar el tiempo que ellos me están robando. Déjenme ¡Oh Dioses! ser feliz. Les pagaré de otra forma el tributo. ¡Se los ruego!, ¡Se los suplico! Ya no quiero ser un héroe… sólo quiero ser feliz… Tomen todos mis bienes, mis logros, mis memorias, pero déjenme ir. «Sí… Yo, al lado de mi cuerpo, alejándome de ustedes». 

***

Sentado en una habitación, recordando la tímida invitación de la brisa, el regazo femenino, el temblor que sucede cuando ella y yo nos miramos. Me paro por un súbito impulso, encierro con presteza la tristeza en un baúl y me salgo corriendo. Si no puedo huir de manera definitiva, al menos me iré de vacaciones…

Juan Carlos Iris Cruz (Ciudad de México, 1995). Como dijo el escritor José Revueltas: “Ser escritor constituye un accidente biográfico”. Uno no decide escribir, simplemente sucede… como pasan las mejores cosas en la vida. Soy licenciado en Letras Hispánicas por la UAM-Iztapalapa, donde leí muchos libros maravillosos y tuve excelentes maestros de vida, ahora en mis tiempos libres escribo. Temo que es más por necesidad que por gusto; mejor dicho, por ambas. ¡Que viva la literatura!