EL HERALDO CANNÁBICO

POR ALBERTO I. GUTIÉRREZ

Estimado Doctor,1 el día de ayer tuve una revelación, y aunque parezca poco creíble que sea capaz de tener este tipo de experiencias, no estoy exento de ser un instrumento de la creatividad, así como de la inspiración misma. Ayer, mientras comía a las afueras del Distrito Federal, brotó en mí una idea imperiosa que me obligó a anotarla inmediatamente en una servilleta de papel. Es muy curioso cómo un artículo higiénico con estas características, un objeto con propiedades tan sosas y anodinas ha constituido para cientos de personas el lienzo perfecto para la materialización de toda clase de ideas científicas y literarias. La anotación que efectué en aquella servilleta —la cual adjunto en la presente misiva, testimonio material de dicha experiencia— fue que la preponderancia del alcohol como droga social-recreativa debe ir llegando a su fin. Por lo que es preciso ir pensando en su reemplazo con una sustancia más ad hoc a los tiempos de pacificación que estamos edificando con tanto esfuerzo, con tanto ahínco. La realidad es que el siglo XXI requerirá una droga legal nueva con tintes más armoniosos y pacificadores.

Es de conocimiento público que el alcohol ha acompañado a la humanidad durante decenios sirviendo de catalizador que propiciaba la liberación de todo lo reprimido, de las ya conocidas potencias subterráneas. Tanto usted como yo sabemos que en la antigüedad la represión constituía la norma, presentándose un control social férreo, si bien no ubicuo en su totalidad, pero lo suficientemente robusto como para infundir terror y generar fuertes sentimientos de culpa entre la población. Estamos al tanto de que todo lo negado es incapaz de desaparecer por sí solo, pues éste se acumula en los derroteros de la vida psíquica amenazando con desbordarse tarde o temprano, y es ahí cuando damos con la utilidad del brebaje en cuestión, su propósito o cometido «liberador».

Por más que quiera minimizar o desestimar el papel que el alcohol ha tenido en las civilizaciones humanas, me veo imposibilitado de llevarlo a cabo. Sin embargo, ambos somos plenamente conscientes de que este producto dispone de una serie de inconvenientes que podemos tildar de perjudiciales y nocivos, pues sirve de preámbulo para toda clase de disputas, y ni hablar de las eventualidades derivadas de su utilización irresponsable —ejemplo de ello, la conversión de los automovilistas en misiles de corto, mediano y largo alcance—. Ante los hechos, y a la luz de las pruebas, puedo aseverar que el alcohol ha constituido un «mal necesario», como se dice usualmente en la jerga coloquial, y ha llegado el tiempo de ir realizando algunos ajustes como parte de nuestro «destino manifiesto» de guiar a la especie humana. Considero, a reserva de que usted me sugiera una cosa distinta, que la droga más apropiada para esta nueva era marcada por el pacifismo, el hedonismo, la persuasión, la corrección política y el optimismo es una planta herbácea conocida como cannabis sativa, cáñamo o marihuana; la cual, desde la información que he recopilado a lo largo de estos años, puede constituir nuestra mejor y más grande apuesta. Son bastante conocidas sus propiedades medicinales, pero su relevancia estriba en sus efectos tranquilizadores que van acorde a los tiempos de quietud venideros, una alternativa congruente que concilia de manera armoniosa sustancia y sistema social.

Es necesario decir que hemos llegado al punto en el que no podemos negar que la coerción se ha vuelto una práctica insostenible, que día con día ha ido perdiendo terreno en la escena pública, esto último al hallarnos en pleno giro dicotómico de lo establecido. No falta mucho tiempo para que podamos atestiguar cómo las dinámicas del displacer sucumben ante la lógica del placer, la coacción cede su sitio a la libertad dirigida, y cómo hemos pasado del texto de «1984» de Orwell a «Un mundo feliz» de Huxley. En síntesis, la historia occidental reciente se puede sintetizar llanamente como el tránsito de un libro distópico a otro. Es por estas razones que confío en que la planta en cuestión, esta versión realista del «soma huxleyano”, puede tener una gran aceptación entre las huestes humanas, siempre y cuando se realicen las campañas pertinentes porque si alguien o algo aspira a trascender en lo colectivo es menester adquirir el estatus de «inconsciente». Considero que afianzar el cannabis no representará mayores inconvenientes, para lograr tal objetivo yo sugeriría apegarnos a las siguientes directrices:

I. Recurrir a ardides o retóricas como la naturalista [promover la falacia lógica de que los productos de origen natural siempre serán superiores a su contraparte artificial o sintética]

II.  Resaltar en demasía las propiedades curativas a un nivel cuasi-mágico [la mistificación del producto sabiendo de antemano que sus propiedades son limitadas y ocultando que el consumo de la planta tendrá objetivos más recreativos que terapéuticos] 

III. Fomentarla como un medio alternativo a la vía psicológica y psiquiátrica [la cannabis podría fungir como un remedio sencillo, económico y accesible para sortear o eludir los problemas mentales, algo que, si bien debería tratarse desde la raíz, desde sus causas, esta irresponsabilidad puede resultar beneficiosa para nuestros fines en dos sentidos: a) al no modificar de manera sustantiva las formas de pensamiento; y b) manteniendo a la psicología-psiquiatría como soluciones exclusivas de los estratos más favorecidos]

IV. Impulsar la noción de que es un detonante o catalizador de la creatividad [esto es una falacia ante la existencia de productos más efectivos como los nootrópicos o los potenciadores cognitivos recién descubiertos]

V. Evidenciar los beneficios económicos de su producción y comercialización

Seguir este conjunto de recomendaciones garantizará el éxito de nuestro cometido, a la par de que nos permitirá perpetuar el control que tenemos sobre la humanidad. Estoy en condiciones de afirmar lo siguiente: la planta citada a lo largo de estas líneas podría ser un reemplazo aceptable para las bebidas alcohólicas, aunado a que sus efectos pacificadores coadyuvarían a la disminución de la violencia, así como la ralentización de la cognición.

Debo decirle que inducir un estado de calma, de quietud en las masas, puede constituir una situación ansiógena u ocasionarle una sensación semejante a la intranquilidad, ya que toda posibilidad introspectiva contradice claramente nuestras metas y alcances, surgiendo la amenaza de la indisciplina, la autonomía o el descontrol. La posibilidad de que aparezca un ejercicio introspectivo tras el consumo de esta sustancia es un riesgo latente, aunque para serle sincero prefiero apostar por la senda del optimismo, optar por la idea de que no ocurrirá nada contraproducente. No olvidemos que la inteligencia intrapersonal es un tipo de sapiencia poco frecuente, que la mayoría de los sujetos adolecen de una perspectiva sistémica del funcionamiento civilizatorio y que liberar una droga en una sociedad insana, mentalmente inestable, solo contribuirá a la perpetuidad de dicho cuadro con cambios más de forma que de esencia. En consecuencia, lo más recomendable es no angustiarse antes de lo debido, pues le garantizo que todo se irá acomodando tal y como ha demostrado la historia en infinidad de ocasiones. 

Llegado a este punto de la carta, no tengo nada más que confiarle por el momento, solo estas reflexiones, estas ideas más o menos estructuradas. Me gustaría aprovechar para agradecerle la atención que pueda prestar a estas líneas, confiando que le resultarán de sumo interés. Espero con ansias el día en el que regrese a los Estados Unidos de Norteamérica tras esta pausa laboral, que ha sido una experiencia enriquecedora, para poder reunirnos con miras a tratar el asunto con todo el rigor, con todo el peso que demanda ser responsables de guiar el destino de la humanidad en las décadas siguientes.

Sin más por el momento, aquí concluyo el mensaje.

Hasta pronto.2

Prof. Howard Andersen

Distrito Federal, México, 1971

Notas

1  Transcripción y traducción de una carta ficticia que formó parte de la correspondencia entre el Profr. Howard Andersen y el Dr. P. J. Walters, decanos del Departamento de Ingeniería Social del Instituto Callbright, ubicado en los Estados Unidos de Norteamérica. La misiva versa sobre la utilidad del cannabis sativa como mecanismo de control social, fue escrita en el Distrito Federal, México, presumiblemente entre los meses de junio y septiembre de 1971.

2 En español en el original.

Alberto I. Gutiérrez (San Luis Potosí, 1990). Estudió la licenciatura y la maestría en Antropología Social en su ciudad natal. Su interés académico ha estado orientado a reflexionar sobre el pensamiento de mercado, y actualmente escribe textos literarios con el fin de abordar diversas temáticas que experimenta la sociedad contemporánea.