TRES ANTOLOGÍAS DE CUENTOS ESCRITOS EN LENGUAS ORIGINARIAS Y SU INTENCIÓN SOCIAL

POR LUIS ALBERTO LÓPEZ SÁNCHEZ

Si pensamos en una narrativa donde se cruzan diferentes géneros literarios y que rompe con las formas tradicionales de contar una historia, la narrativa escrita en lenguas indígenas, sin duda, se encuentra dentro de este tipo de literatura. La literatura escrita en lenguas originarias o literatura indígena tuvo un resurgimiento en la última década del siglo pasado. Esto se dio en el marco de la lucha de los pueblos indígenas por la defensa de su cultura y de sus tierras, y de la resistencia que han mantenido contra la alienación cultural del mundo occidental globalizado. En este artículo presentamos tres antologías de cuentos de narradores contemporáneos: La última muerte (2007) de Nicolás Huet Bautista, Kuiya uvi ve’i: 1521 (2011) de Kalu Tatyisavi y Los últimos dioses (2012), de Marceal Méndez, en un intento por acercar a los lectores no indígenas a esta literatura. 

 La literatura escrita en lenguas originarias se publica en ediciones bilingües y tiene como destinatarios a los lectores que desconocemos dichos idiomas, gracias a la traducción al español, que generalmente es hecha por los propios autores. Estos cuentistas, al escribir en sus lenguas originarias, emplean estructuras lingüísticas y conceptos que reflejan la cosmovisión propia de su cultura. Al hacer la traducción al español, se pueden cambiar algunos conceptos, que quizás sólo sean expresables en sus idiomas, no obstante, el autor esencialmente funciona como un puente entre el mundo indígena y el lector occidental, que resulta ajeno a dichas culturas, pero puede mirarlas desde fuera.

Estas antologías de cuentos presentan algunas características generales que es necesario tener en cuenta para una mejor lectura de ellas, pues muchos de sus relatos se separan de las formas convencionales de narración, es decir, de la manera de contar una historia. En primer lugar, los relatos tienen su origen en la tradición oral y la memoria colectiva. El relato de tradición oral es la síntesis de las experiencias colectivas de varias generaciones; en la memoria colectiva se manifiesta la cosmovisión de las comunidades, su concepción del mundo, de la vida, del ser humano y de la naturaleza. 

En segundo lugar, muchos de los relatos son atemporales, es decir, no siguen una estructura de tiempo lineal o cronológico, sino que colocan a los personajes y los eventos narrados en espacios y tiempos indeterminados. No construyen personajes individualizados, que hablen del yo o de su intimidad de manera obsesiva y abrumante, sino personajes colectivos, que encarnan vicios o virtudes universales y que cumplen con una función social dentro de la comunidad. Dentro de las distintitas cosmovisiones de cada cultura, los elementos mágicos y fantásticos aparecen integrados al mundo cotidiano, lo sobrenatural no se encuentra separado del mundo. También hay figuras constantes como la del anciano preservador de la memoria y las tradiciones, y la del nagual, que funciona como guardián del pueblo y protector de conocimientos mágicos y ancestrales.  

La última muerte (2007) de Nicolás Huet Bautista, presenta tres cuentos tsotsiles traducidos al español por el propio autor. En estos relatos se puede observar la cosmovisión de los tsotsiles mediante la narración de la vida y obligaciones comunitarias, las fiestas patronales, la relación entre el ser humano, el entorno y la naturaleza. La muerte es el símbolo que unifica las tres narraciones y tiene varios sentidos. Hay muertes violentas, que son la consecuencia de los conflictos en los que se ven envueltos los personajes, no obstante, si atendemos el título y los eventos narrados en los relatos, la muerte adquiere un sentido más complejo. Ésta se presenta como una parte inherente de la vida, provocada o no por la vileza humana, es inevitable y cada individuo cumple un tiempo determinado en la tierra: “sólo respiramos un rato, sólo ensuciamos a la Madre Tierra” (Bautista, 2007, p.19).

 La violencia mostrada en los cuentos plantea una desmitificación del concepto del indio bueno y manso y, del indígena como una como otredad, cuyas acciones resultan incomprensibles. Pues en las historias, los conflictos, que suscitan la violencia brutal, surgen por los motivos más viejos e inherentes al ser humano: la envidia, los celos, la mediocridad y el temor hacia el otro. Los personajes adquieren cierto conocimiento a través del perdón, pues la venganza sólo los encadenaría en un ciclo infinito de violencia. Sin embargo, más allá de este conocimiento trascendental no parece haber justicia para las víctimas; los eventos narrados en estas historias nos muestran las dos caras de la condición del ser humano, su egoísmo y maldad, pero también su benevolencia. 

Kuiya uvi ve’i: 1521 (2011) de Kalu Tatyisavi, es una edición bilingüe del mixteco o Ñuu Savi y del español, fue editado por el propio autor en una publicación independiente. Las narraciones de Tatyisavi funcionan a partir de varias metáforas y analogías, que aluden a la realidad indígena, los ciclos de la vida, a las relaciones de la naturaleza y el cambio constante. Dentro de los relatos el tiempo es impreciso y los espacios no se detallan, no obstante, desde el título del volumen Kuiya uvi ve’i: 1521, se alude que las narraciones se ubican en la época de la invasión de los españoles. Sin embargo, la visión de esta época emerge desde el sentimiento de pérdida, planteando una percepción alternativa de las consecuencias de la conquista.

Todas las narraciones tienen una secuencia y confrontan dos visones del mundo, el indígena de la nación Ñuu Savi y el occidental. Esto puede verse de forma textual, pues en cada relato se presenta un acontecimiento que evoca el pasado indígena, las ceremonias, los rituales, las fiestas, las funciones de los miembros de la comunidad, los trabajos, etc. En estos escenarios no aparecen elementos que se relacionen con la cultura occidental; no obstante, al final de cada cuento se intercala un pequeño párrafo en cursivas que refiere a la irrupción violenta de occidente. 

Por ejemplo, En el primer relato “Lagarto en Buena Vista” se resalta la figura del anciano sacerdote, guardián y transmisor del conocimiento. El anciano cumple con la función de recoger un conocimiento colectivo que es preservado para el beneficio de la comunidad. Mediante la escritura en pieles de venado, el anciano guardián del conocimiento cumple con su función social; del mismo modo, esta figura se relaciona con la responsabilidad proteger y dirigir al pueblo.  Por otro lado, los párrafos finales en cursivas al final de este relato, evocan imágenes de la invasión occidental que resaltan por su violencia y destrucción: “La bala atravesó el pecho del venado que cayó inmediatamente en el suelo” (Tatyisavi, 2011, p. 20). En la cita se evoca una escena de muerte que contrasta con la narración anterior; ésta remite a los elementos culturales característicos de los invasores, tales como las armas de fuego. También se establece un contraste mediante el simbolismo del venado, por un lado, se mencionó que el anciano escribe códices que contienen los conocimientos ancestrales en pieles de venado, posteriormente un venado muere atravesado de una bala en el pecho; esto no sólo acentúa la brutalidad de la conquista, pues el disparo al pecho del venado puede aludir a la muerte simbólica de la cultura indígena, provocada por los colonizadores.

Los cuentos de Tatyisavi son los que más se separan de las formas tradicionales de la narración occidental, sus personajes sólo están esbozados y no se caracterizan por su subjetividad ni por rasgos psicológicos, tampoco existe una descripción física detallada y, en algunos casos, son anónimos. De igual manera, los espacios son indeterminados, hecho que se hace evidente por el escaso uso de adverbios de tiempo y de lugar. Esta manera de escribir acentúa la intención del autor de desmarcarse del estilo occidental para intentar crear un estilo propio, con otro lenguaje y otra forma de narrar, que apela a la oralidad y a la memoria, misma que resulta un tema constante en los cuentos.

Las historias que contiene la antología Los últimos dioses (2012), de Marceal Méndez, se sitúan en el sureste de México, Chiapas y Tabasco, entre los pobladores tseltales. Mediante los cuentos se pretende recuperar la memoria colectiva del pueblo, apelando a la tradición oral. En los relatos se evoca la visión religiosa y social tseltal, así como su vida cotidiana donde los dioses, los demonios y los naguales se manifiestan en forma humana para cumplir con su función o rol social dentro de la comunidad. Los elementos mágicos y religiosos forman parte imprescindible de la cosmovisión tseltal y esto se manifiesta en la evocación de las divinidades, las metamorfosis y transformaciones que sufren y como inciden en la vida cotidiana. 

Por ejemplo, en el cuento “El regreso de Santiago” la figura de Santiago Apóstol se representa de forma ambivalente, pues se carga de un significado divino y humano: “Ellos sabían que Santiago visitaba a sus homólogos en forma de fuego o rayo” (Méndez, 2012, p.108). El santo se manifiesta como elemento natural, además se muestra resentido y vengativo con el pueblo que no pudo defenderlo. En el cuento “Mamal Jmol”, se muestra una clara oposición entre mestizos y tseltales. El personaje que evoca al dios resulta ambivalente, Mol puede ser visto como un simple ladrón de ganado o como un dios que se manifiesta en forma de tigre y que es protector de la tierra y del pueblo. El narrador enfatiza que la perspectiva convencional, es decir, la idea de que Mol es un ladrón, corresponde a la visión del mestizo, pues para los tseltales “no se podía maltratar al dueño de la tierra, al hombre que cuidaba el pueblo” (Méndez, 2012, p.121). Mamal Jmol al ser asesinado por los indios, instigados por los patrones mestizos, acarrea la desgracia al pueblo. Esto también simboliza la manera en que los indígenas tseltales, bajo la presión de los patrones mestizos, fueron matando gradualmente a sus dioses, trayendo consigo la desgracia y la destrucción de su pueblo, como consecuencia de la fragmentación de sus creencias e identidad.

En la representación de estos dioses como fenómenos naturales o como figuras antropomórficas se puede ver la hibridación entre la cosmovisión tseltal y la judeocristiana. No obstante, dentro de la función que cumplen estos dioses y su manera de manifestarse es clara la preponderancia de los dogmas y elementos simbólicos del mundo indígena, pues estos personajes mantienen una estrecha relación con la tierra, que representa la vida y el sustento, con los fenómenos de la naturaleza, como el rayo, la lluvia, el viento, etc. Entre los elementos culturales, que refieren a la organización social del mundo tseltal, se observa el papel que desempeña el anciano como guardián del conocimiento y portador de la sabiduría y del brujo que se convierte en un intercesor entre los hombres y los dioses. 

En el relato “Un demonio invencible” es clara la confrontación entre el mundo mestizo y el mundo tseltal, así como la convergencia de diferentes visiones del mundo. El negro y el mulato se representan en el imaginario indígena como figuras que encarnan el mal, construcción derivada del extrañamiento ante los negros y que fue enfatizada por los colonizadores del mismo modo que los mitos del caníbal y el buen salvaje habían sido adjudicados al indio, aunque los negros son colocados todavía más abajo que el indio en la pirámide social. 

En conclusión, tenemos ante nosotros una narrativa que no sólo cruza las fronteras entre los géneros literarios sino también las fronteras culturales. En estos cuentos se percibe un estilo distinto que plantea una cosmovisión que se aparta del mundo que nosotros conocemos. Las narraciones evocan otras formas de comunicar y transmitir conocimiento, las cuales marcan una distancia de tiempo y espacio entre esta realidad y el mundo occidental. La literatura escrita en lenguas originarias intenta llevar a término lo que Ángel Rama planteaba como “descolonización ideológica” no sólo a nivel de contenido e imágenes, sino en la estructura sintáctica y narrativa de los relatos, al cambiar la forma de escribir. Estas antologías de relatos acercan al lector a una cosmovisión distinta, pero sobre todo buscan que podamos establecer un diálogo con lo ajeno y lo diferente, con una realidad desconocida que ha cohabitado con nosotros en el territorio mexicano durante 300 años sin que podamos verla.

FUENTES

Nicolás Huet Bautista (2007). Ti slajebal lajeleLa última muerte. México: Escritores en lenguas indígenas A.C. 

Kalu Tatyisav. (2011) Kuiya uvi ve’i: 1521. México, Ed. Independiente.Marceal Méndez (2012). Slajibal ajawetik. Los últimos dioses. (Relatos tzeltales). El guardagujas. México, Conaculta.

Luis Alberto López Sánchez. (México, 1980). Profesor de literatura. Licenciatura en Letras Hispánicas (UAM Iztapalapa). Especialización y Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea (UAM Azcapotzalco). Línea de investigación: Literatura fantástica y de terror.