LA FIGURA DEL CRIMINAL MONSTRUOSO EN LA NARRATIVA FANTÁSTICA Y DE TERROR DE BERNARDO ESQUINCA

POR LUIS ALBERTO LÓPEZ SÁNCHEZ

Bernardo Esquinca es un escritor mexicano cuya narrativa atraviesa las fronteras entre diversos géneros literarios; en sus cuentos y novelas se mezclan el fantástico, el detectivesco, el terror, y el policiaco. Sus dos primeras novelas publicadas fueron Belleza roja (2005) y Los escritores invisibles (2009). Posteriormente, apareció la llamada “Saga Casasola” conformada por La octava plaga (2011), Toda la sangre (2013), Carne de ataúd (2016) e Inframundo (2017). También están las novelas Las increíbles aventuras del asombroso Edgar Allan Poe (2018) y Asesina íntima (2021). Sus cuentos fantásticos se publicaron con los títulos: Los niños de paja (2008), Demonia (2011), Mar negro (2014) y El libro de los dioses (2020). Del mismo modo, Esquinca publicó el ensayo Carretera perdida. Un paseo por las últimas fronteras de la civilización (2001) y participó como antologador junto con Vicente Quirarte en el volumen Ciudad fantasma. Relato fantástico de la Ciudad de México (XIX-XXI), publicado en 2013. Cabe mencionar que este año se estrenó en Starz play la telenovela Toda la sangre, basada en la novela homónima de Esquinca, y está catalogada como serie policiaca y de suspenso.

En este breve artículo se analizará la figura del monstruo humano, personaje recurrente en la narrativa de Esquinca. El objetivo es reconocer cómo se construyen estos personajes, cuál es su función y su significado dentro de algunas de estas narraciones. El monstruo humano, como es el caso del asesino serial, se volvió un personaje icónico de la cultura de masas desde finales del siglo pasado. No obstante, Esquinca nos ofrece un catálogo de personajes monstruosos y anormales que pertenecen a la historia subterránea y desconocida de la Ciudad de México. La literatura de terror y fantástica refleja los miedos de la sociedad contemporánea, por lo tanto, el monstruo representado en estas narraciones puede indicarnos un miedo muy particular de nuestra sociedad.

Muchos de los personajes monstruosos que aparecen en las narraciones de Esquinca fueron recreados a partir de los casos de asesinos reales. Por ejemplo, en la novela polifónica, Asesina íntima, con la suma articulada de diferentes voces, se reconstruye la historia de corrupción que hubo en torno al caso de Juana Barraza, la llamada ‘Mataviejitas’. En Carne de Ataúd, el fotógrafo de la Revolución mexicana, Víctor Casasola, sigue la pista al ‘Chalequero’, asesino serial del Porfiriato, que degolló más de veinte mujeres. En Toda la sangre, encontramos un asesino ritual, que deposita órganos humanos en zonas arqueológicas de la Ciudad de México con la finalidad de despertar oscuros dioses prehispánicos. En cuentos que se encuentran en Demonia como En “Deuteronomio” un filicida deambula por las alcantarillas de la ciudad, siguiendo las voces que escucha en su cabeza y que le revelan el rostro terrible del dios judeocristiano. “El contagio” presenta la imagen de una ciudad corrupta donde pederastas y asesinos pueden actuar impunemente porque forman parte de una red que atraviesa todas las estructuras de la sociedad. En este relato tienen protagonismo los nombres de personajes históricos famosos por su infamia, tales como el emperador Tiberio y el Rey Herodes, así como Gilles de Rais, que dentro del imaginario social son considerados grandes monstruos. En “El brazo robado” (epílogo de Toda la sangre) el detective nunca logra atrapar al asesino, pero descubre que se enfrenta a fuerzas sobrenaturales de un pasado indígena que se resiste a desaparecer y que retorna de forma ominosa. 

En las novelas, que conforman la Saga Casasola y los cuentos mencionados, los lugares históricos de la Ciudad de México adquieren relevancia pues conservan una memoria, guardan cierta energía y funcionan como umbrales que conectan con el pasado y con otras dimensiones. El autor emplea una técnica narrativa, que además de la narración en primera persona, mezcla voces de otros personajes y registros escritos, tales como nota roja, los informes forenses, los comunicados oficiales, las grabaciones de audio, etc. De este modo la narración va dejando vacíos de información, que dentro de las historias funcionan como espacios de indeterminación donde se cuelan los elementos sobrenaturales y extraños. Dentro de las narraciones la monstruosidad está relacionada con lo desconocido, pero también con las enfermedades mentales pues todos los personajes presentan algún trastorno como la depresión, la esquizofrenia o la paranoia; este es un rasgo determinante para la caracterización del monstruo. 

Para precisar el concepto de monstruo que encontramos en las narraciones de Esquinca nos apoyaremos en algunas de las nociones de Michel Foucault (Los anormales, 2017). Con base en esta propuesta, se lleva a cabo una interpretación de la monstruosidad representada en esta narrativa, como una forma de alteridad violenta y desestabilizadora. Según Foucault, en cada época se crean diferentes figuras de monstruos, pero desde la Antigüedad, durante la Edad Media y hasta el siglo XVIII, el monstruo era concebido como la mezcla de lo humano y lo animal, y su aparición representaba una transgresión de las leyes naturales y jurídicas1

Foucault señala que la figura del monstruo se volvió relevante desde finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando aparece la figura del monstruo moral y desaparece la monstruosidad como mezcla de sexos, como transgresión de las leyes naturales. Dicha figura se construyó a partir de los casos de tres asesinos cuyos homicidios macabros, ocurridos en el contexto de la Revolución Francesa, son considerados el origen de la psiquiatría criminal. El primero es el caso de la mujer de Sélestat, que mató a su hija, luego cortó el cadáver, cocinó el muslo con repollo y se lo comió. El segundo es el caso de Papavoine, que asesinó brutalmente a dos niños en el bosque de Vincennes. El tercero es el caso de Henriette Cornier, que degolló a la bebé de sus vecinos. 

A raíz de estos casos se pasó de una noción jurídico-natural a una jurídica-moral de lo monstruoso: “A partir de este momento, vemos surgir una especie de ámbito específico, que será el de la criminalidad monstruosa o la monstruosidad, con su punto de efecto no en la naturaleza y el desorden de las especies, sino en el comportamiento mismo” (Foucault, 2017, p. 81). Con estos casos, el monstruo humano se constituye ahora como un individuo que presenta anomalías morales, es decir, su mal ya no radica en su cuerpo sino en su espíritu, en su mente. Por lo tanto, el criminal monstruoso también es un loco, un enfermo mental, que en última instancia requerirá de mecanismos institucionalizados de control y de sanación. Foucault señala que el monstruo es el origen de todas las formas de anormalidad que fueron apareciendo posteriormente, que ya no se consideran monstruosas por una anomalía física sino moral, por manifestar conductas bestiales, inmorales y criminales. 

Esta definición sirve para analizar a los personajes monstruosos que aparecen en los cuentos y novelas de Esquinca, puesto que se caracterizan con base en sus asesinatos inmorales, su corrupción, sus actos bestiales, sus profanaciones y sacrilegios que transgreden todas las leyes y valores establecidos. Dentro de las narraciones mencionadas es evidente que los monstruos humanos no sólo perturban el orden social generando terror entre los habitantes de la ciudad, sino que su transgresión se lleva al plano de lo sobrenatural, por lo que surge el miedo ancestral a lo desconocido. Mediante el uso de los recursos retóricos y temáticos de la literatura fantástica tradicional se crean enigmas en las historias, se transgreden los límites de la materia y del tiempo e irrumpen diversos fenómenos sobrenaturales. Por ejemplo, en “El brazo robado” se establece una conexión con el mundo de los muertos, con el pasado prehispánico y con fuerzas desconocidas mediante rituales sangrientos y portales mágicos en el Centro Histórico de la Ciudad de México. En “El contagio”, se sugiere la posesión y el desdoblamiento de la personalidad mediante el recurso de la máscara.

La figura del monstruo tiene una tradición y una función específica dentro de la literatura fantástica. Los monstruos son personajes metafóricos y simbólicos que representan los miedos de cada época. Dentro del fantástico decimonónico, por ejemplo, encontramos monstruos tradicionales como los vampiros, el Frankenstein, las brujas, los hombres lobo, etc. Los vampiros, que en otras épocas fueron relacionados con pestes desconocidas, evocan el temor a la muerte, la sexualidad reprimida y el deseo de inmortalidad. Las brujas encarnan valores opuestos al modelo ideal de feminidad abnegada que impuso el sistema patriarcal durante prácticamente toda la historia de occidente. La figura del asesino monstruoso evoca diversos temores del ser humano contemporáneo, es en gran medida el reflejo de una sociedad violenta.

La figura del monstruo criminal se volvió parte de la cultura de masas gracias al cine de terror y series de televisión de las últimas décadas del siglo pasado, éstas a su vez se inspiraron en casos de asesinos reales para crear sus personajes icónicos. Por ejemplo, el personaje Norman Bates, que protagoniza la historia de la película Psicosis (1960) de Alfred Hitchcock, fue retomado de la novela homónima de Robert Bloch, quien a su vez se inspiró en los macabros homicidios de Edward Gein, un asesino y profanador de tumbas que estuvo activo en Wisconsin E. U. a mediados del siglo pasado. En la década de 1980 aparecieron figuras icónicas de asesinos seriales sobrenaturales como Freddy Krueger, de la serie A nightmare on Elm Street (1984) de Wes Craven. Durante la década de 1990 se proyectó en televisión la serie estadounidense X- Files, de Chris Carter, en la cual podemos encontrar numerosos capítulos que retoman la figura del monstruo moral, pero también el monstruo tradicional. 

En conclusión, podemos observar que uno de los aspectos más relevantes de la narrativa de Bernardo Esquinca se encuentra en la hibridación que hace de distintos géneros literarios como el fantástico, el terror y el detectivesco. Esquinca sugiere que la lectura de literatura fantástica y de terror se vuelve necesaria en el contexto mexicano de incertidumbre y violencia, pues funciona como un antídoto contra el horror cotidiano, ya que nos permite reflexionar sobre fenómenos sociales perturbadores con los que convivimos diariamente. Finalmente, pudimos ver que la figura del criminal monstruoso evoca los temores de la sociedad mexicana contemporánea, que seguramente teme más a los psicópatas y asesinos del mundo cotidiano que a los fantasmas, pero que también mantiene un temor ancestral ante lo desconocido. El monstruo humano se nos presenta como una alteridad violenta que transgrede todas las leyes, por lo que desestabiliza el mundo convencional, aparentemente ordenado y funcional. El monstruo no es un personaje alejado de nuestra realidad, sino todo lo contrario, convivimos con monstruos todos los días, además de que la monstruosidad está latente en cada uno de los individuos e instituciones que conforman esta sociedad.

NOTAS

1 Foucault señala el caso de los hermafroditas, la mezcla de los dos sexos en un mismo cuerpo; también los siameses, que son dos individuos con cuerpos no separados. En estos casos la anormalidad física se consideraba una transgresión de los límites de la naturaleza. Al mismo tiempo, estos sujetos no pueden ser clasificados dentro de un marco legal, por lo que se considera que trastornan las leyes del matrimonio al no poder casarse, las reglas familiares de sucesión porque no pueden ser herederos, etc. El monstruo también representa una transgresión de las leyes religiosas y no puede recibir los sacramentos de la iglesia.

FUENTES

Colón Hernández, Cecilia, Ociel Flores Flores (coord.). (2018). Los otros y nuestros monstruos: acercamientos a la literatura fantástica. UAM.

Esquinca B. (2011). Demonia. Almadía. 

Esquinca, B. (2016). Mar negro. Almadía. 

Foucault, M. (2017). Los anormales. Trad. Horacio Pons. 2ª ed. FCE.

Sardiñas, J. M. (comp.). (2007). Teorías hispanoamericanas de lo fantástico. Editorial Arte y Literatura.

Luis Alberto López Sánchez (Estado de México, 1980). Actualmente es profesor de literatura. Maestría en Literatura Mexicana Contemporánea y Especialización en Literatura Mexicana del siglo XX de UAM Azcapotzalco. Licenciado en Letras Hispánicas por la UAM Iztapalapa. Su línea de investigación es la literatura fantástica, ha participado en diferentes congresos de literatura y publicado algunos artículos en revistas académicas.