LA INTERTEXTUALIDAD EN UNA FÁBULA DE JOSÉ JOAQUÍN FERNÁNDEZ DE LIZARDI | POR PABLO ESTEBAN VALDÉS FLORES

El concepto intertextualidad se refiere a la relación directa o indirecta entre un texto —sea oral o escrito— y otro.1 Con base en esta definición, analizo una fábula del escritor José Joaquín Fernández de Lizardi (1776-1827), titulada: “Cintia viéndose en el espejo, y su criada”, inspirada en la composición “La hermosa y el espejo”, del fabulista español Félix María de Samaniego (1745-1801). Cabe decir que Lizardi suele ser más reconocido por su labor periodística, misma que lo hizo adoptar su famoso pseudónimo del Pensador Mexicano. De igual modo, su nombre destaca por haber escrito El Periquillo Sarniento, considerada como la primera novela moderna de Latinoamérica.2 Asimismo, uno de los aspectos más interesantes, y a la vez poco estudiados de este autor, consiste en sus 40 fábulas publicadas en el año de 1817, las cuales retoman la tradición clásica de Esopo y Fedro, quienes fueron una referencia importante para numerosos autores.3 Considerando lo dicho, pretendo encontrar en la fábula del autor mexicano ciertas similitudes y diferencias en relación con la composición de Samaniego. 

Hay que tener en cuenta que Lizardi reconoce en el prólogo de su obra la influencia del autor español, quien destacó por ser el primero en publicar un compendio de fábulas modernas en España.4 Tal aspecto resulta atrayente, ya que además de ser un claro indicio de intertextualidad, refleja cierta semejanza entre ambos escritores, quienes formaron parte de un contexto ilustrado; es decir, un periodo de esplendor intelectual tanto en Europa como en Hispanoamérica, donde predominaba el lenguaje racionalista, así como el espíritu crítico de la libertad, la ciencia y el énfasis por la educación. Ante lo dicho, cabe recordar que la fábula pertenece a un género didáctico mediante el cual, según comenta Helena Beristáin, “suele hacerse crítica de las costumbres y de los vicios locales o nacionales, pero también de las características universales de la naturaleza humana en general” (1995, p. 207). Aquella definición evoca notablemente el estilo moralizante de Lizardi, así como su compromiso educativo por combatir ciertos vicios y conductas de su sociedad. Respecto a ello, según comenta el propio autor: “El objeto de las fábulas, como saben los que lo saben, no es otro que corregir las costumbres con moralidad, divirtiendo al lector con lo agradable de la ficción, haciendo de este modo que beba el amargo de la corrección en la dorada copa del chiste” (Fernández de Lizardi, 1963, p. 66).

Con base en ello, hay que recordar que la fábula “Cintia viéndose en el espejo, y su criada” posee un vínculo intertextual con su contraparte española, por lo cual cabe suponer la confluencia de ciertos motivos y tópicos literarios, entre ellos la vanidad y la soberbia. De tal modo, Cintia, la protagonista, se contempla en el espejo enorgullecida de su belleza. En torno a ello, vale enfatizar que el tema de la vanidad es recurrente en la literatura moralizante, y ésta suele castigarse o ridiculizarse para enseñar una lección sobre la humildad. Asimismo, dicho título refleja parte de la jerarquización social mexicana, ya que muestra la relación de obedecimiento-mandato entre Cintia y su criada. La actitud despectiva de Cintia hacia su sirvienta Aminta refleja parte de las desigualdades propias de la sociedad de la época, y la fábula puede interpretarse como una crítica velada a las élites que abusan de su posición. Acorde a lo dicho, vale atender a que Lizardi empieza su fábula de la siguiente forma:

Muy divertida, Cintia
sus gracias contemplaba
mirándose al espejo
una cierta mañana.
Mas ¡ay! que de repente
da un grito, se desmaya,
porque en su bello rostro
los colores extraña.
¡Ay, Aminta! ¿qué es esto?
—dice a su buena Criada—;
¿qué es lo que me sucede?
Los colores me faltan. (Fernández de Lizardi, 1963, p. 335)

Por otro lado, la composición de Samaniego comienza:

Anarda la bella
Tenía un amigo
Con quien consultaba
Todos sus caprichos:
Colores de moda,
Más o menos vivos,
Plumas, sombrerete,
Lunares y rizos
Jamás en su adorno
Fueron admitidos,
Si él no la decía:
Gracioso, bonito.
Cuando su hermosura,
Llena de atractivo,
En sus verdes años
Tenía más brillo,
Traidoras la roban
(Ni acierto a decirlo)
Las negras viruelas
Sus gracias y hechizos.
Llegóse al Espejo:
Éste era su amigo;
Y como se jacta
De fiel y sencillo,
Lisa y llanamente
La verdad la dijo. (Samaniego, 2019, p. 453)

Retomando lo anterior, resulta evidente que en ambas composiciones sólo aparecen personajes femeninos cuyos principales atributos son su belleza y juventud; por ello, puede intuirse que el vicio que moralmente se pretende satirizar es la vanidad. Considerando lo dicho, resulta notorio que aquellos personajes comparten una desconsolada preocupación por ver cómo las facciones de su rostro envejecen. En tal sentido, uno de los tópicos que resaltan es el vanitas vanitatis, el cual reflexiona sobre la naturaleza efímera de varios aspectos físicos y materiales en la vida. De igual modo, tal planteamiento remite al tempus fugit, cuya esencia proyecta el irrefrenable transcurso del tiempo. Ante esta idea, deja entreverse el sentido moral del texto, el cual advierte que los años pasan rápidamente y que uno debe adquirir consciencia de su fugacidad. Aunado a ello, cabe resaltar otros elementos como la simbología del espejo, que, de acuerdo con Jean Chevalier, representa “la verdad, la sinceridad, el contenido del corazón y de la conciencia” (1995, p. 723).5 En tal aspecto, dicho objeto resulta un motivo recurrente en la literatura y posee un doble significado. Por un lado, representa la vanidad y la obsesión con la imagen propia; por otro, podría simbolizar la introspección y el autoconocimiento. En dicho sentido, actúa como un instrumento que revela la soberbia femenina, pero también podría interpretarse como una invitación a reflexionar sobre uno mismo.

Como observaciones finales, hay que señalar que, aunque las fábulas de Lizardi y Samaniego son parecidas, ambos escritores poseen estilos diferentes. Por un lado, el autor mexicano —a comparación del español— incluye un personaje adicional, en este caso una criada, quien resulta esencial para introducir tanto el aspecto de la jerarquización social, como el diálogo discursivo, mismo que no existe en la composición española. Igualmente, resulta notorio que en el título del Pensador Mexicano, la joven muestra mayor sensibilidad, ternura y delicadeza. Por ello, probablemente el atributo de su belleza queda idealizado —por medio de la voz de la criada— como una flor, hecho que resulta un recurso usual en otras fábulas de Lizardi.6 Por último, vale considerar que “Cintia viéndose en el espejo, y su criada” es una fábula que combina la crítica moral con la reflexión social, utilizando motivos y tópicos clásicos del género. A través de la vanidad de dicho personaje femenino, tanto Lizardi como Samaniego no sólo advierten sobre los peligros de la soberbia, sino que también cuestionan las desigualdades sociales y la importancia superficial de la apariencia. De tal manera, la relación intertextual de esta composición con la tradición fabulística clásica sitúa a Lizardi como un continuador de esta forma literaria, adaptándola al contexto mexicano y a los valores de su época.

Notas

1 Las primeras referencias a dicho término parten de las observaciones de Mijaíl Bajtín. Posteriormente, el concepto fue acuñado por Julia Kristeva en su obra Semiótica, publicada en 1978. Según comenta Kristeva: “Irreductible a un enunciado, el texto es un funcionamiento translingüístico en la lengua, es decir, redistribuye su orden poniendo en relación la superficie de un habla comunicativa que apunta a la información directa, con el espacio de otros tipos de enunciados anteriores o sincrónicos” (p. 98). [↑]

2 Además de su amplia trayectoria como periodista, Lizardi incursionó en la poesía y el teatro; escribió también otras tres novelas: Don Catrín de la Fachenda (1816), La Quijotita y su prima (1818) y Noches tristes y día alegre (1818). [↑]

3 Cabe decir que, antes de 1817, año en que se publicaron sus 40 fábulas, Lizardi ya había dado a conocer varias composiciones fabulísticas en sus distintos periódicos; sin embargo, aquella antología destacó particularmente por combinar el texto con láminas del ilustrador José Mariano Torreblanca. [↑]

4 En 1781 se publica la editio princeps de las Fábulas en verso castellano para el uso del Real Seminario Vascongado, la cual incluye un prólogo escrito por Félix María de Samaniego dirigido a los estudiantes del Real Seminario de Vergara. El primer tomo de aquella obra abarcó cinco libros que incluyeron 105 fábulas inspiradas en el poeta latino Fedro y en el francés Jean de la Fontaine. Posteriormente, en 1784, sale a luz en Madrid el segundo tomo que incluye cuatro libros adicionales con 52 composiciones nuevas, las cuales mantienen una influencia de Jean-Pierre Claris de Florian y del inglés John Gay. Asimismo, también hay algunas fábulas originales que componen el noveno y último libro. [↑]

5 Tal definición alegoriza dicho objeto como un reflejo de costumbres humanas. Lizardi transmite dicho efecto en su fábula “Los lisiados al espejo, y el autor”, con el fin de advertir el modo satírico y correctivo de sus fábulas: “Por sólo ver dos hermosos / espejos que yo tenía, / fueron a mi casa un día / unos pobres defectuosos” (Fernández de Lizardi, 1963, p. 289). [↑]

6 Lizardi relaciona la belleza femenina con la delicadeza y frescura de una flor: “—Señora, es aprehensión, / está usted colorada. / Sin duda que la rosa, /l a púrpura y la grana, / hoy junto a sus mejillas / me parecieran blancas” (Fernández de Lizardi, 1963, p. 335). Por otra parte, Samaniego retrata a la joven de forma satírica, dotándola de una personalidad caprichosa y un excesivo apego a las modas de “plumas, sombrerete, lunares y rizos” (Samaniego, 2019, p. 453). [↑]

Fuentes

Beristáin, H. (1995). Diccionario de retórica y poética. Porrúa.

Chevalier, J. (1995). Diccionario de los símbolos. Herder.

Fernández de Lizardi, J. J. (1963). Obras, I. Poesías y fábulas. Universidad Nacional Autónoma de México.

Kristeva, J. (1978). Semiótica. Fundamentos.Samaniego, F. M. de. (2019). Fábulas. Cátedra.

Pablo Esteban Valdés Flores (Ciudad de México, 1989). Es Licenciado en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma Metropolitana, Iztapalapa, y egresado de la maestría en Filología Medieval, Áurea e Hispanoamericana de los siglos XVI al XVIII, de la misma institución. Ha publicado en la revista Argos, emitida por la Universidad de Guadalajara.