No me pertenezco. Soy una mujer atrapada por las decisiones de otros. Estoy encerrada. El ser humano por naturaleza no tiende a estar en este estado, sin embargo, el sistema social ha creado diversos lugares de reclusión y privación de la libertad. Mi fortuna fue caer en uno. No fue algo que me hubiera imaginado que tendría que vivir. Nadie está preparado para introducirse a un mundo totalmente diferente al del exterior. Reglas distintas. Jerarquías nuevas. Mentes torcidas. Degradación constante. Falta de humanidad.
Los creadores de estas instituciones dicen que las internas nos reinsertaremos en la sociedad al salir. Eso se supone que sucederá, pero yo no lo creo. La hostilidad que se siente aquí; el odio, es el mismo que se reproducirá allá afuera con la “gente normal”. A decir verdad, ¿quién es normal? Nadie. Sólo que así nos clasifican, quieren hacernos ver que actuamos de una manera moralmente indebida, que debemos cambiar. Eso suena incongruente en la boca de las autoridades que a diario reprimen con violencia, sin importarles los derechos. Aquí no existen los derechos. Sólo sobrevivimos. Vale más quien tenga más recursos; la más fuerte; la que controle negocios y relaciones con gente de poder. Las demás somos simples peones, remplazables, sin dignidad. Somos carne; animales que se usan. Pocas pasamos desapercibidas.
No me pertenezco. Soy una mujer a la que le quitaron el derecho a hablar, gritar y exigir. No tengo voz. Me silenciaron sólo por mi género. Lo entendí más a fondo aquí, donde las suplicas no sirven para nada. Ningún argumento es válido, mucho menos el relacionado a la ayuda mutua entre mujeres. En estas paredes soy presa de pensamientos ajenos, ideologías malsanas; presa de otras que no ven que quien mueve todo lo que ocurre dentro de estas paredes las tratan de la misma forma en la que ellas lo hacen con las otras. También son prisioneras, pero aún no quieren verlo o darse cuenta. En realidad, ¿quién quiere admitir la opresión dentro de un mundo que se cree que es suyo? El orgullo siempre gana, al igual que la vanidad y la envidia. No hay eso llamado sororidad. La humildad muere desde el momento en que ingresas. Todo lo que se escucha afuera sobre sitios como éste queda claro y modificado cuando eres parte de este juego. Yo he perdido.
Perdí desde que me tomaron por la espalda y me subieron al auto; cuando me sometieron, violaron y nadie hizo nada. Quizá pagué por las ocasiones en que ignoré el sufrimiento de otras. No te metas en donde no te importa. Esas palabras son válidas tanto allá afuera como aquí. Si eso no es pérdida de la humanidad, no sé qué sea.
Cada una de nosotras se desvió de nuestra lucha, nos contagiamos de conceptos erróneos, que están alejados de la revolución que se supone nos protegería. La utopía del mundo en paz e igualitario; aquel con libre expresión y con empatía nunca existirá. Juana de Arco. Marie Curie. Sor Juana Inés de la Cruz. Jane Austen. Hemos sido derrotadas. Nos pusieron a pelear las unas contra las otras. Acá adentro gana el hombre; la autoridad que sigue desplazando nuestra voz del resto del mundo. Hitler, Mussolini. Putin. Narcos. Feminicidas.
No me pertenezco. Soy una mujer como muchas otras sin libre expresión. Me dicen loca, sin la facultad de hacer algo por mí misma. Discapacitada. Una chica institucionalizada, incapaz de todo y nada. Esas son las características que poseo. Etiquetas que cargo y que ni siquiera puedo comprender. Los de arriba exigen que mi mente sea moldeada, no obstante, olvidan que no son más que yo, ni tienen más capacidades cognitivas, emocionales y de inteligencia. Sin embargo, a veces me hacen dudar de ello; el sistema tiene ese propósito. Confundirte. Tener crisis existenciales y pensamientos catastróficos. Ninguna de nosotras sabe cuándo saldrá, o si eso en realidad pasará. Esa es la primera y única verdad de un encierro. Te enajena de lo real, pero no de la vida, al menos no todo el tiempo. Mi vida ya no es mía. No me pertenezco. Soy una mujer casi atrapada por las decisiones de otros.
Viviana Ramírez (Ciudad de México, 1998). Egresada de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Fue becaria en revistas especializadas del Instituto de Investigaciones Filológicas de la misma universidad.