El llanto nunca se ha ausentado de nuestras representaciones culturales, nuestra música o nuestra poesía. Pero pocas veces llorar es visto como algo positivo. La mayoría de las veces, el llanto es algo que se debería evitar, otras veces se lo mira como una forma de vulnerabilidad escondida que se debe aceptar de a pocos. Entre ambas visiones, o quizás completamente fuera de ellas, encontramos el poema “A pleno llanto”, de Oliverio Girondo. Sabemos que el poeta argentino suele recurrir a este tema, pero es constantemente resemantizado en las distintas obras en que lo trata (Arancet, 1995, p. 33). En este caso específico, el llanto aparece como un acto de purificación que responde a la presión a la que se ve sometido el sujeto en la modernidad hiperracional.
El motivo transversal del poema, el llanto, parece surgir de la inconformidad que la voz poética presenta ante el mundo moderno en el que se encuentra inmerso, aunque no sea mencionado de manera explícita desde el inicio. En la quinta estrofa del poema, sin embargo, se vuelven evidentes algunas de las razones por las cuales las lágrimas podrían (y deberían) surgir:
Lloremos la familia,
el vino derramado,
las momias, la victoria,
las plazas desoladas,
la usura, el terciopelo,
el pan de cada día,
las noches gemebundas,
las muertas catedrales. (p. 355)
Podemos ver el panorama triste que es generado por el aparente abandono de las costumbres anteriores, como la asistencia a misa, la salida a las plazas o la importancia de la familia. Como señala Vich: “El yo llora porque (…) ha descubierto un absurdo en el mundo social” (2022, p. 739). Este absurdo se aprecia en la manera en que el concepto “victoria” aparece ligado a lo negativo. La visión de la voz poética parece posicionarse con inconformidad ante el triunfo de la modernización capitalista, proclamada como un progreso, y la señala como la raíz de los males culturales que va identificando durante todo el poema.
Por ejemplo, dentro de este conjunto llama la atención la referencia a la usura y al alimento. La ansias de dinero, así como la dificultad para conseguir recursos para sobrevivir, aparecen como motivos muy concretos, y la confrontación del sujeto ante esta realidad es la que causa la incomodidad y angustia de la cual proviene el llanto. El sujeto resulta abrumado por sus propios sentimientos, por lo que llorar parece ser la única opción posible (Orozco, 1978), en la medida en que la voz poética se encuentra desacomodada ante una forma de vida impuesta y frustrada por la imposibilidad de cambio. Tal como comenta Stern, “el choque entre los valores y sus choques con el mundo de la realidad no cesan de alimentar este manantial del más amargo de los líquidos” (1965, p. 75). Desde esta perspectiva, las lágrimas son una parte constitutiva de la vida humana, especialmente en una época que enfrenta a las personas con las contradicciones de la vida moderna, que dice generar bienestar al mismo tiempo que la empobrece espiritual y materialmente.
Por esta razón, las ganas de llorar de la voz poética van acompañadas desde el primer verso por un llamado a la manifestación de lágrimas colectivas: “Y entretanto lloremos tomados de la mano. Lloremos. ¡Sí! Lloremos”. A tal punto las personas parecen alejadas de sus emociones, obligadas a contener deseos básicos, que la voz poética necesita reafirmar su invitación a llorar ante sus incrédulos interlocutores. Esta actitud puede ser entendida a partir de cómo el capitalismo entiende las emociones: “las pasiones son fuerzas irracionales, impulsos perturbadores de la razón, del autocontrol necesario para el trabajo y la vida modernos” (Máiz, 2010, p. 33). Llorar es visto como lo contrario de la actividad productiva. Cercano a una instancia infantil donde el llanto es nuestra única posibilidad de comunicación, el llanto comunitario que propone Girondo es presentado como un instinto reprimido que debe ser liberado, transgrediendo de esta manera el modelo hiperracional que caracteriza al capitalismo.
Pero el poema no se queda allí, sino que la rebeldía ante este modelo moderno de la razón es colocado en la esfera pública:
Lloremos junto al humo,
desnudos, entre ruinas,
en medio de la calle,
de la sangre, del lodo,
debajo de la tierra,
en el agua, en el aire,
entre mástiles rotos
y piernas amputadas. (p. 354)
El poema nos coloca en medio del paisaje moderno, ya sea junto a las fábricas, en la calle o en la guerra. Algo que resalta es la desnudez, que no sólo incide en la naturaleza más primitiva del ser humano, sino que también implica una vulnerabilidad especial o un momento de “locura”. Un desborde emocional de este tipo es símbolo de la subjetividad que debe ser dejada de lado bajo el parámetro social actual, y que por lo mismo debe ser confinada a la privacidad individual, fuera del campo de la ciudadanía o lo público (Máiz, 2010, p. 21). Por eso, colocar el llanto descarnado en donde la gente puede verlo genera un atentado contra la estabilidad antiemocional del esquema social del momento, y por lo mismo carga una gran fuerza confrontacional.
Esto se manifiesta de forma aún más clara en la cuarta estrofa. Allí, la voz poética propone una liberación de los sentimientos mediante un llanto exagerado, que corresponde con un inconformismo igual de fuerte, y que se ha tenido que guardar hasta ese momento:
Que se abran las esclusas
del reprimido llanto
y lloremos, a gritos
estentóreos, salvajes,
el mentón tembloroso,
sin compás, ni guitarra,
las mejillas chorreantes,
los párpados acuosos. (pp. 354-355)
Podemos decir que el llanto en este poema es la representación de “todo aquello que, precisamente, la civilización y el progreso han dejado atrás, y para lo que no hay lugar alguno en el ámbito diáfano de la libertad de los modernos” (Máiz, 2010, pp. 18-19). A pesar de todo, las pasiones que generan este llanto se resisten a seguir siendo escondidas, con lo que la poesía demuestra una pasión que el sujeto no controla y que se impone a lo racional (Vich, 2022). Esto es importante: dado que las emociones son vistas como algo ajeno a la conciencia, la voz coloca al llanto como la manifestación material última del inconsciente profundamente conflictuado con las condiciones de vida moderna, como se vio con anterioridad. Sin embargo, este llanto también parece ser una acción voluntaria y consciente que se basa en liberar el malestar acumulado mediante gritos y desorden; hay un llamado imperativo a tomar acción mediante las lágrimas. Por eso, el poema clama “Lloremos y lloremos, impudorosamente, sin tregua, ni descanso”. Se somete al sujeto a la incomodidad de sus emociones descontroladas, y se obliga a las personas a su alrededor a tomar consciencia de la frustración/tristeza que lo aplasta al mismo tiempo que extiende una invitación a unirse a su tarea.
De esta manera, el llanto es un medio de desfogue para la persona, que se ve aliviada de la carga emocional que reprimía. Esto se puede apreciar en las últimas dos estrofas, que conllevan un sentido más positivo. La primera de éstas habla sobre diversos elementos de los que el llanto va a ayudar a deshacerse:
Lloremos, con la lluvia,
un llanto monocorde
que anegue la codicia,
el pasto, las heridas;
nos limpie la garganta,
el alma, los bolsillos,
traspase la tristeza,
la angustia, la memoria. (p. 356)
Este llanto, equiparado con la lluvia (que limpia y da vida), tiene el poder de volver a sensibilizar a la persona, la aleja del aparato capitalista que la llena de codicia y ansias por el dinero, y se lleva las preocupaciones del alma. En ese sentido, llorar es una forma de acceder a una vida mejor:
Lloremos. ¡Ah! Lloremos
purificantes lágrimas,
hasta ver disolverse
el odio, la mentira,
y lograr algún día
—sin los ojos lluviosos—
volver a sonreírle
a la vida que pasa. (p. 356)
La idea es que las lágrimas liberan al sujeto de la presión a la que es sometido al tener que dejar de lado sus emociones. Como comenta Rodríguez, el llanto es un deseo de purificación que surge como reacción ante el mundo lleno de podredumbre en el que la voz poética está atrapada (2010, p. 89). El llanto es, a final de cuentas, una forma de liberar al sujeto de los aspectos tóxicos de la sociedad moderna (odio, mentira) y devolverle el gusto por la vida, una donde pueda estar en contacto con su vulnerabilidad.
Podemos concluir que Girondo configura una voz poética que representa la profunda incomodidad del sujeto ante la sociedad capitalista moderna, que se caracteriza, entre otras cosas, por obligar a los sujetos a ignorar y reprimir sus emociones. Ante esto, el poema no sólo pone en evidencia los aspectos sociales que generan este malestar en las personas, sino que hace un llamado a que otros sujetos como él lloren. El llanto, de esta forma, se constituye como un acto desafiante de la irracionalidad moderna al ser colocado en el espacio público de una forma incómoda y extrema. Como consecuencia, el llanto es también un medio de purificación para las personas, en tanto que les permite liberarse, gracias a su carácter transgresor, de la opresión moderna y mandatos suyos, como el de la persecución de la riqueza. De esta manera, la persona es purificada y se vuelve capaz de vivir su vida de forma diferente.
Fuentes
Arancet, M. A. (1995). Sujeto y objeto en En la masmédula de Oliverio Girondo. Letras. Revista de la Facultad de Filosofía y Letras de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires, 31/32, 31-37. https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/4107/1/letras31-32.pdf
Girondo, O. (1968). Obras completas. Losada.
Máiz, R. (2010). La hazaña de la razón: la exclusión fundacional de las emociones en la teoría política moderna. Revista de Estudios Políticos, 149, 11-45. https://www.cepc.gob.es/sites/default/files/2023-03/27847ramonmaizrep149.pdf
Orozco, O. (1976). Oliverio Girondo, frente a la nada y lo absoluto. Cuadernos Hispanoamericanos, 335, 226-250. https://www.cervantesvirtual.com/obra/oliverio-girondo-frente-a-la-nada-y-lo-absoluto
Rodríguez Falcón, A. (2010). La desmesura de un viaje sin límites. Análisis de la figura del vuelo en Persuasión de los días de Oliverio Girondo. Universidad Católica Argentina, Facultad de Filosofía y Letras. https://repositorio.uca.edu.ar/bitstream/123456789/3671/1/desmesura-viaje-limites-girondo.pdf
Stern, A. (1965). La risa, el llanto y la filosofía. Diálogos. Revista de Filosofía de la Universidad de Puerto Rico, 2(3), 61-75. https://philpapers.org/rec/STELRE-3
Vich, V. (2022). ¿Cómo es el sujeto? Crítica y clínica en los poemas de Oliverio Girondo. Lexis, 46(2), 727-744. http://www.scielo.org.pe/pdf/lexis/v46n2/0254-9239-lexis-46-02-727.pdf
Jimena Moscoso (Lima, 2003). Estudiante de Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú. Ha sido ponente en varios conversatorios sobre cultura pop y LGBTIQ+. Ha sido publicada en la revista Crónicas de la Diversidad con un artículo sobre el lenguaje travesti en La noche de los visones, de Pedro Lemebel. Recientemente co-escribió y autopublicó el fanzine Cereza y Limón (2024) junto a Julia Castillo.