MAMBO NO. 8 | POR JULIO VILLALVA

I

Durante mis años de estudiante me aficioné a las librerías de viejo, las visitaba para hojear libros antiguos, de segunda mano y descatalogados. El olor del papel envejecido y los locales a pie de calle me atraían. Para llegar a estas librerías desplegaba rituales varios que consistían en comprar el periódico, caminar por calles, recorrer barrios viejos, tomar desvíos breves, atajos, y buscar al paso alguna cafetería que madrugara y así disfrutar de un buen café expreso. En otros momentos bastaba con algún puesto callejero que de entre sus olores a fritanga sobresaliera el café de olla con su obligado aroma a canela y piloncillo. Quien deguste del buen comer sabe lo que pueden estos puestos ambulantes de antojitos, que además de brindar tentaciones culinarias nos abren todo un universo de tradición allende el tiempo y nunca a nadie deja indiferente. De entre estas delicias perviven maravillas que rememoran tiempos prehispánicos, como el tlacoyo de masa azul y su penacho de nopales. También los hay cuyo mestizaje es evidente, como en el caso del pambazo. Para diversificar la oferta están los sopes o si le gusta a uno improvisar pues directo al cosmopolita huarache que combina con t-o-d-o: longaniza, huevo, bistec, chorizo, costilla, pollo, moronga, sin que falte ninguna salsa: morita, borracha, pico de gallo, verde, roja, habanera, chipotle, guacamole y si es hecha en molcajete, pues todo un lujo. Finalmente no debe faltar su cebolla y queso. Para gustos refinados haciéndole honor al barrio: la irresistible gordita de chicharrón prensado. Por eso de variar, la versátil quesadilla. Y para finalizar, deliciosa por antonomasia, la memela: «nomás para que se le haga agua la boca».

II

Con el ánimo resuelto, la panza llena y el corazón contento, continuaba el viaje por el Centro Histórico de Ciudad-Tenochtitlan, paisaje cyborg donde lo prehispánico, colonial, moderno y contemporáneo se funden en un delirante viaje trans-punketo. Detrás de la Catedral Metropolitana se encuentra el número 10: Pasaje Catedral, en cuyo interior hay locales que venden hierbas de todo tipo: moringa curalotodo, semilla de zopilote para la jaqueca, flor de azahar que apacigua los nervios, tlanchalagua para adelgazar, hierba del sapo que baja el colesterol, ajo macho para el dinero, eucalipto para la angina de pecho, manzanilla para el empacho y sauco para el espanto. En el mismo pasaje también hay negocios de objetos, indumentaria y estatuaria religiosa: cirios, candeleros, medallas, rosarios, casullas, dalmáticas, hábitos,​ amitos,​ estolas, cíngulos, escapularios, santos de todos los tamaños y colores. Abundan los san Judas Tadeo, patrón todo terreno, especialista en causas difíciles y desesperadas. San Charbel, para quienes sufren del cuerpo y del alma. San Ramón Nonato, para detener chismes y habladurías. Santo Niño de Atocha, para el consuelo y el desamparo. San Antonio, especialista en enredos amorosos y casamenteros. San Martín Caballero, para la bonanza en el dinero. Santa Rita, para librar con bien cualquier examen. San Roque para el cuidado de las mascotas. San Pascual Bailón, para que los platillos en la cocina salgan deliciosos, sobre todo los mismísimos chiles en nogada.

III

Saliendo del Pasaje Catedral se encuentra la calle de Donceles. Su nombre data de 1524 y es una arteria del centro de la Ciudad de México. En esta calle se han asentado el mayor número de librerías de viejo debido a que las Facultades de la Universidad de México se levantaron en el corazón de la ciudad. En el edificio «Plancarte y Labastida» se encuentran El Laberinto y Hermanos de la Hoja. Cerca del Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, a un lado tenemos el edificio «Villarcayo» y a un lado las librerías El Callejón de los Milagros y El Tomo Suelto. Recorriendo la calle más adelante tenemos  la Librería Regia, “La más grande de México” según eslogan. Y finalmente: Bibliofilia, El Inframundo y El Gran Remate.

IV

De mis incursiones en el ámbito del coleccionismo de libros, adquirí en El Inframundo, algunos fascículos de la Pinacoteca de los genios, colección publicada en 1964 por Ediciones Codex (Argentina), a cargo de Nicolás Gibelli y Julio Payró. Esta colección publicó 170 números dedicados a la pintura. La colección Pinacoteca de los genios es la versión para Latinoamérica y España de la colección italiana I maestri del colore, lanzada por la casa editorial Fratelli Fabbri en 1963, y de la que se publicaron 286 fascículos. Esta colección tuvo proyección internacional y acogió diferentes sellos editoriales. Hachette publicó: Chefs-D’œuvre de l’art, «Grands peintres». Purnell & Sons: The Masters. Bastei-Verlag Gustav H. Lübbe: Bastei Galerie der grossen Maler. Editora Abril: Gênios da pintura. Todas las colecciones son una y la misma, fascículos más, fascículos menos, pero todas comparten las mismas imágenes, formato e ideas: láminas desplegables, ilustraciones a color y monográficos dedicados a un pintor. Dichos monográficos se tradujeron de un idioma a otro, salvo algunas excepciones como en el caso de Pinacoteca de los genios que añadió al catálogo a unos cuantos artistas españoles y latinoamericanos, invitando a especialistas a redactar los contenidos. Éstos reproducen el mismo esquema sintáctico, biográfico y enciclopédico, donde la obra no es sino epifanía del artista que le entroniza como genio. Para un mayor alcance dentro del mercado editorial estos fascículos de gran formato (27 x 36 cm) se registraron como revistas haciendo del quiosco el centro de distribución y venta.

V

El origen editorial de esta colección de libros-revistas fue idea del editor y coleccionista de arte Albert Skira, quien pretendió concentrar en fascículos el arte universal. Dicha propuesta se distribuyó con éxito por todo el mundo: en 1934 se publicó Les trésors de la peinture française: 45 tomos de gran formato (29 x 39 cm), cuya peculiaridad en el campo editorial era la impresión a color y la alta calidad en la reproducción de imágenes. Nacía entonces a nivel concepto la biblioteca-museo. La experiencia de Albert Skira en el campo editorial y su afición al arte lo ubicaron como referente desde los años treinta. Realizó ediciones de alta gama, sobre todo interesado en libros de arte: Picasso le ilustró con 30 aguafuertes Les Métamorphoses, de Ovidio. Matisse ilustró con 29 grabados las Poésies de Mallarmé. Dalí realizó 43 aguafuertes para Les Chants de Maldoror del Conde de Lautréamont. De 1932 a 1935, publicó Minotaure, una revista de arte de vanguardia cuyo comité editorial estaba compuesto por Breton, Éluard, Duchamp, Heine. Posteriormente, de 1944 a 1946 fundó la revista de arte y literatura Labyrinthe, donde aparecen ensayos de Sartre, Malraux y Éluard, entre otros.

VI

En los años sesenta, el proyecto editorial Skira, asociado con el emporio literario Fabbri, se dio a la tarea de retomar Les trésors de la peinture française y relanzarlo al mercado. La asociación Skira-Fabbri publicó el catálogo revisado, corregido y aumentado en I maestri del colore, que pasó de 45 fascículos en 1934 a 286 en 1963. Contaron con los mejores medios de difusión y distribución fomentando una línea de producción y montaje a nivel internacional y cuyo estándar fue la maximización de un producto de calidad a bajo coste. Su objetivo fue ampliar el mercado abordando a la clase media como consumidor potencial. El gran emporio de las artes gráficas suministró a la cultura de masas una visión uniforme y unidireccional: mismas imágenes, opiniones e historicidad sobre las artes visuales, direccionando el gusto popular hacia lo hegemónico. En la solapa de los fascículos se presenta la obra como «la más grandiosa colección de arte del mundo», promesa que sin duda modeló el ánimo, el sentimiento social y los modos de ver el arte ahí promovido. Colocada en el estanquillo se tornó accesible y mediante su adquisición regular se alimentó la red de coleccionismo editorial. Tras bambalinas del producto coleccionable se entreverá modernidad, progreso y conservadurismo. El producto no engaña: el ocio es moneda de cambio y la distracción se erige pedagógica. En perspectiva: en estos fascículos la adquisición en tanto inversión despliega una fantasmagoría de poder y distinción. Y aquí la trampa —el punto ciego—: el deseo que es consigna torna el consumo en alienación; por ende, la diferencia y la desigualdad se activan como estrategias de regulación, de distribución de afectos y de asentamiento del canon. Entendiendo esto último como un paradigma que busca conservar cierta tradición —perspectiva— y prolongarse en el tiempo como punto de fuga. Los mass media al servicio de grandes firmas e intereses encubiertos han hecho de la narrativa hegemónica una extensión ideológica, asentando, y no de manera tácita, la subalternidad, y en el peor de los casos, el olvido histórico.

VII

En el catálogo de Skira Les trésors de la peinture française no figura ninguna mujer pintora. En los facsímiles Skira-Fabbri del I maestri del colore, el fascículo 97 está dedicado a Rosalba Carriera, pintora italiana del siglo XVIII. De 286 números dedicados a la pintura, solo se le incluyó a ella. En el caso de Pinacoteca de los genios, de los 170 números publicados, Rosalba Carrier se replica en el fascículo 138. El canon deja claro que en la historia de la pintura el terreno es de genios y pura testosterona. En el mundo binario: las mujeres en tanto cero directamente se les omite. Finalmente la estrategia reproduce la idea hegemónica: el trabajo de las mujeres artistas y dedicadas a cualquier otro oficio y/o profesión, siempre será menor, y aquí el punto de fuga se convierte en punto ciego.

VIII

En estas navidades circuló en redes una tarjeta digital con árboles navideños alusivos a distintos artistas: Monet, Haring, O´Keeffe, Matisse, Pollock, Duchamp, Banksy, Mondrian, Warhol, Moore, Kuroda, Van Gogh, Miró, Dalí, Giacometti y Basquiat. La tarjeta de Art by Yoyo Maeght cumple su función y en el mensaje hay buena intención. Solo un punto a destacar, de los dieciséis pintores referidos, solo hay una mujer: O’Keeffe. El canon se repite como punto de fuga y se coloca como punto ciego en nuestra perspectiva. Mambo ¡Ahú!

Julio Villalva (Ciudad de México). Estudió Danza Contemporánea en la Escuela Nacional de Danza Contemporánea (INBA). Artes Visuales en la Facultad de Artes y Diseño (UNAM). Actualmente es doctorando en Arte, Significación y Cultura en la Universidad del País Vasco (UPV-EHU), Bilbao, España. Ha colaborado en las siguientes revistas: Claudia, Ángulos, Interlatencias, Espejo Humeante, Cósmica Fanzine, Pérgola de Humo, Irradiación, Craquelarre, Ouroboros, Revista Phantasma, Rito, Imaginarios Cinematográficos, El Rizo Robado, Óclesis/Víctimas del artificio y Retina de Gallo.