POR TANYA LAURA AKÉ PUGA
Para Pedro
En algún lugar remoto de Yucatán, donde los cenotes esculpen el nombre y el sol parece no acabarse, mujer de voz junto a hombre de corazón se amaron dos veces: maya y español. Tuvieron hijos que, al dejar de ser niños, se encontraron inquietos ante el mundo distinto: Estados Unidos es una buena opción, dicen que ahí te vuelves rico, dicen que, estando ahí, te olvidas hasta del mar. Al final no viajaron hacia el norte, sino fueron hacia al sur, donde los lugares comenzaban a ser ciudades. Se despidieron entonces desde un autobús, en busca de mejores oportunidades. Los caminos hacia al río más profundo llegaron casi al rincón del país. Aunque hicieron día a día su nuevo hogar, el antiguo pueblo se volvió su eterno retorno. Envejecieron con el constante deseo de regresar, mas la vida sucede en diferentes paisajes. Entre rezos, trabajos, flores y esfuerzos, la familia está despierta en la cuna del mestizaje. Una hamaca soñolienta fue la luna cuando el hombre se durmió, pero se quedaron sus memorias hechas cuento: Recuerdo que llovía en el monte y tenía que seguir, yo me cobijé con el azul más grande del firmamento. El abuelo descansa en las fotografías, sus huellas tiene el dominó, lo recuerdan por su antigua gorra y nuevo bastón. Él aparece tanto en las historias de domingo como en los discursos de las fiestas. Y, ahora, también ha migrado a estas letras.
Tanya Laura Aké Puga (Chetumal, 1998). Egresada de la Licenciatura en Humanidades de la Autónoma Universidad del Estado de Quintana Roo. La escritora cuenta con una decena de publicaciones literarias entre las cuales aparece, por supuesto, poesía y narrativa. De manera reciente, cursó el V Diplomado Virtual de Creación Literaria perteneciente al Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura junto a la Coordinación Nacional de Literatura.