NO ESTOY LLORANDO, ME ENTRÓ AL OJO UNA «ESTALAGMITA» (2023) DE LORENA AVIÑA

POR FRANCISCO JOSÉ CASADO PÉREZ

Cuando alguien más o uno mismo, dice: Tenemos que hablar, no hay manera sutil de evitar el nudo en la garganta y dudar antes de caer presas del pánico. Solicitud de poner en orden todo, esfumar los sobreentendidos a fin de que cada emisor, cara a cara, finalmente baje a la mesa, sin tapujo o condición, su verdadero sentir-pensar sobre la situación actual, sobre el otro, sobre la relación que existe. Sin embargo, cuando esa persona con quien se busca hacer el ajuste de cuentas, ya no existe, ¿qué se puede hacer?

La muerte de un familiar es un estado de gracia y un estado de sitio. Y en la mayoría de las ocasiones, no se distingue claramente dónde inicia uno y termina lo otro, por falta de respuestas, especialmente de viva voz. Motivo por el cual, el duelo, a manera de la sala del Arquitecto en Matrix Reloaded (2003), reproduce en cientos de pantallas cada uno de los momentos compartidos, sin orden, ni censura, haciendo brotar el llanto que, gota a gota, irá cerrando el cuarto, la gruta. Creo es la manera en que Lorena Aviña (Zapopan, 1996) presenta Estalagmita [2023], poemario que recibió la Mención Honorífica del Primer Concurso Nacional de Poesía de la revista Periódico Poético. Excelentemente prologado por la también poeta y editora Astrid Velasco (1970, Ciudad de México).

Durante las últimas tres décadas, ha proliferado la literatura reivindicadora y crítica de las relaciones intrafamiliares, desenmascarando el cuento del núcleo perfecto dando cuenta de que la propensión al daño es inevitable, aunque su escala sea variable y con daños graduales, no siempre posibles de resolver en vida. Es en la ausencia, su silencio, donde comulgan el recuerdo y la reflexión en busca de respuestas que tanto no terminan con el perdón, solo agradecer que ya no seguirá al asecho de esa figura paternal.

el mundo sí es más hermoso desde que te fuiste
tal vez porque ahora siento que rodeas todo
y puedo hablarte en cualquier lugar
tal vez porque ya no tengo que verte
como la condena que creías que merecía

Mamá, gracias por haberte muerto
es la única forma que tengo para decirte que te amo. (Aviña, 2023, p. 12)

Es la primera cuestión que Lorena aborda en “Base”, al inicio del poemario: ¿cuál es el hecho de que la pérdida es redentora? Metafísica que reflexiona la ausencia paternal, con la diferencia en su objetivo. Mayormente obras con este tema se enfocan en la figura del padre; sin embargo, la figura materna tampoco es como la pintan: sagrada, abnegada y siempre dispuesta al sacrificio en favor de sus hijos. Las madres también tienen también su lista negra, especialmente en los rubros de género y la estética. Las madres también proyectan los daños que han recibido o que siguen recibiendo por parte de la sociedad o de sus símiles. Ningún padre sale impune, simplemente porque así es el ser humano: imperfecto.

Recupera a tu madre con polvorones y café.
Quédate sentada diariamente pensando en tu madre
que la paz esté con ella, con su espíritu
y con tu cuerpo.

Recuerda que te obligó a hacer dieta.
Guarda el rencor en tu pastel de cumpleaños.
Desafía a la memoria.
Siente el dolor de su ausencia. (p. 14)

En la transición de la primera y segunda sección del poemario, Lorena sentencia: “hay cosas que hay que escribir sin vueltas” (p. 15); motivación que si bien mantiene la consistencia, da un salto crucial: deja del lado la figura materna —como origen del daño— para enfocarse en las secuelas en la concepción de sí, como persona, sobre todo con respecto a la condición de mujer, la cual toma especial atención.

Necesito el silencio de mis pulmones
la pausa de esta sangre que no termina de secarse
si mi nombre se atora en mi boca
nada es mío
si los espasmos me rompen la piel antes de que caiga el vómito 

acepto que no puedo conmigo
que siento asco y hambre y celos y furia
sin algo fuera de mí para contenerlo
y debo hacerlo sola
y lucho por ser más persona
al menos
a medias (p. 23)

La dismorfia no comienza de la nada, es más, ningún miedo preexiste como característica de fábrica; ocurre durante un momento específico y por medio de causantes. En consecuencia, al afectado, solo tiene para elegir entre dos caminos: hacer algo con esa rabia, reconducir todas las emociones que le provocan en favor de algo más o simplemente dejarse consumir. 

Si no consigo mudar de carne
y me atoro en una metáfora
con piel de animal
entonces
¿podré inventarme a mí misma? (p. 23)

Justamente en la última sección, “Punta”, Lorena rastrea y traza un camino hacia el origen del daño, sin encapsularse en la autocompasión, por el contrario, procura una redención; acto benévolo esencial del arte en general: nombrar el daño en ofrenda para el consuelo de sí, como también del lector mismo.

Entonces
conocí nuevas formas de no ahogarme
de ser resistencia.
Un día vi tu sombra encaminada con la mía y no necesité más del viento
un día vi tu sombra encaminada con la mía y entendí que amar también es un milagro 
un día vi tu sombra encaminada con la mía y supe que estas hebras tienen más espacios en dónde revolverse 
un día vi tu sombra encaminada con la mía 
y supe que seríamos 
al menos 
una encarnación 
de todo el amor que no pudo darme. (pp. 35-36)

Decir que uno no tiene algún asunto pendiente con alguno de nuestros padres es mentirse. La gran mayoría lidia con esto en silencio, otros pocos directamente o a través de la ayuda psicológica. Aparte, ello no reduce el tormento que implica —en caso de ser su deseo— repetir el mismo daño con sus propios hijos. Personalmente, leer este poemario no me hizo llorar, solo se me clavó una estalagmita en el ojo y creo de aquí en adelante será ese recordatorio de que siempre se está a tiempo de reivindicar el camino. Que estos son los temas de coyuntura a tratar mientras siga la paz. Que también las grutas, algún día habrán de cicatrizar.

Fuentes

Aviña, L. (2023). Estalagmita, Periódico Poético. Disponible en: https://drive.google.com/file/d/1QfpWbITUFNrmT98C1yaI3TZLjOV6np-y/view?fbclid=IwAR08RFkmCnvU_BZnZU2t5_Vk-BlR3E7JRT-hVD_DCH1XR27tCQWKuVjVGsg

Francisco José Casado Pérez (1990, CDMX). Arquitecto y escritor. Ha publicado en revistas digitales. Ha obtenido Mención Honorífica del Premio Bruno Corona Petit (2020-2022), de Venezuela. Es autor de los poemarios Para mirar los pasos (2021), Escrúpulos Editorial, premio “Don’t Read” 2021 y la plaquette Flush (2023) del taller de imprenta Canciones Tristes. Books & Printing.