POR LUVIANA RE
Las he visto morir y deshacerse al tacto docenas de veces. Apenas navecitas de seda sostenidas en el aire. Su verdadero nombre, supe después, es Alstroemeria. Un regalo de Linné para Clas Alströmer, el botánico sueco que durante su viaje a Sudamérica recolectó sus corazones-semillas, palpitantes y redondos. Aseguran que simbolizan la amistad duradera. Retenidas en mi interior, más bien parecen astros lejanos con brillos antiquísimos y muertos.
Como a las guitarras que aletean en las selvas de Centroamérica, las cazan bajo la luna llena. Muchachitas arrancadas en medio de la bruma para ser vendidas sin raíces y sin bulbo. Cuerpecitos finos, fuertes. Umbelas suaves de capullos cerrados que acallan deseos a medio suspiro. Mientras más jóvenes, más caras.
No tienen olor. Tal vez en días remotos pensaron que eso las salvaría. Pero son hermosas. Iridiscentemente hermosas. Y es motivo suficiente para que las persigan, las atrapen. Moneda a moneda paguen por ellas y las arrojen a mis fauces. La ironía de ser protector y verdugo.
Al principio resisten, me consta. Conforme comienzan a abrirse, muestran su interior ardiente de andinas orgullosas y silentes. Intentan sobrevivir. Pero aun con el cambio adecuado de agua, las más fuertes duran un par de semanas a la mucho. Y las arrastran al bote de basura, todavía convulsas, sin piedad ni miramientos.
Dentro de poco traerán de nuevo un racimo de nínfulas. Esta vez, quizá de tez blanca y atigrada. Con una naturaleza tan tajante y definitiva como las anteriores.
Luviana Re (Ciudad de México, 1988). Maestra en Letras Latinoamericanas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recientemente fue aceptada en el programa de Doctorado en Humanidades (Teoría Literaria) en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM). Algunos de sus textos pueden encontrarse en Especulativas y Sarabatana.