POR LORENA DEL CARMEN GUTIÉRREZ AVIÑA
Recóndita El rincón y el anonimato forman lugares donde cobijo mi voz acalorada. Tomé por cómplices mis anegados ojos, los puse en bandeja y hemos aprendido a latir juntos mientras Tú miras y vives otro par de cuencas. El rincón donde decido repetir la herida, subsidiada por migajas jóvenes y antiguas, no es más que un refugio de piel y trauma donde mis arrebatos quedan ocultos para no ahuyentar, a punta de temor, el espectro que proyectas para mantenernos vivos. Desde esta migaja de vida donde me comprendes a salvo de tus errores, observo tus distantes ondulaciones, movimientos que cambian según las manos que poseen el derecho en turno para proclamarte. Disfemia Nada reverdece en mi lengua. Pronuncio el mundo, la roca o el nido, fragmentados hasta su despartición, desaparecen. Al igual que hojas de otoño, pertenezco al sonido iterativo, resonantemente envejecido. Donde comienza el punto inicial de mi asfalto se desmoronan mis tañidos fracasos anteriores. En resonancia con los actuales muerden mi nivel imperfecto de humanidad: Anémona seca flotando en un arrecife. De realidades lúcidas Fallezco entre huellas de paja en paseos que brillan cual plomo. Un devenir equívoco, ausente y austero: borla de desierto o tejido abandonado. De nuevo he sido contraparte de un reflejo luminoso, gigante y preciso: vacías, mis pisadas descompuestas me devuelven a los tortuosos lindes de mi atardecer embravecido.
Lorena del Carmen Gutiérrez Aviña (Guadalajara, 1996). Egresada de la licenciatura en Letras Hispánicas por la Universidad de Guadalajara. Actualmente es editora asistente de la Revista Carta Económica Regional y es miembra fundadora del Taller de Poesía en voz alta Conticinio.