POR GUILLERMO DON JUAN RODRÍGUEZ
Lo recuerdo bien: era pequeño. Aún no entraba al jardín de niños, no recuerdo mucho de mi vida de infante, pero a esa edad cuando algún acontecimiento te marca, se queda grabado en la memoria durante toda tu vida. Vivíamos en la casa de mi abuela, era de noche y tras terminar de cenar no había mucho qué hacer más que escuchar la radio o irse a dormir; yo no era fan de la música que emitía el aparato y el sueño aún no me vencía, entonces lo escuché.
Al principio pensé que era alguna alarma de un auto en la calle, pero el sonido constante y rítmico lo descartaba, además provenía de la sala. Me acerqué curioso, la luz estaba apagada pero la tele iluminaba con un espectro frío y matices en movimiento. Encontré a mi tío, un adolescente en aquel tiempo, mirando fijamente la pantalla. Su concentración era tal que no parpadeaba y hasta parecía no respirar. Me acerqué para ver qué programa estaba viendo, cuando soltó un “!Maldita sea, me volvieron a matar!”, arrojando con ira un control conectado a una caja de plástico gris, y lo que vi en viejo televisor de cinescopio me cambió la vida: ¡en la pantalla había extraterrestres! Sí, marcianos destruían una ciudad y combatían con militares. Después, sólo oscuridad y unas palabras: GAME OVER.
Todavía puedo sentir mis manos pequeñas envolviendo ese simple control de plástico, fue la primera vez que luché por coordinar mi mano y el ojo mientras pulsaba los botones, viendo como un monito pixelado esquivaba láseres, monstruos y demás peligros que invadían la pantalla como un enjambre de abejas. Esto era mejor que la televisión, lo era porque Yo tenía, literalmente, el control.
Al paso de los años, mis manos igual pasaron por cientos de controles y de consolas, fueron mi escape después de la escuela y mi puente para forjar amistades. “…Son el noveno arte” recuerdo que expresaba mi mejor amigo cuando jugábamos Contra III en la SNES de Nintendo. Juntos éramos imbatibles contra la armada alien de la organización Red Falcon en aquel lejano año del 2636. Ese es el poder de un videojuego: envolverte y hacerte participe y protagonista de la historia, puedes ser un desde Plomero salvando a la princesa del reino de Champiñones, hasta una guerrera espartana combatiendo en la Guerra del Peloponeso sin tener que ser históricamente correcto, porque en los videojuegos, así como en la literatura de ficción, la imaginación no tiene límite.
Durante años los videojuegos han sido, a consideración de muchos, mal interpretados, les han acusado de adicción, pérdida de tiempo e incluso instrumentos del mismo “satanás”, pero creo fehacientemente que los videojuegos son relatos en movimiento. No me malinterpreten, los libros han sido, son y serán una de las invenciones más increíbles de la humanidad, pero plasmar una de esas historias, traducirla a “1’s y 0’s”, lograr programarlas en un chip y darles movimiento y sonido, es una forma de darle vida a un libro.
Existe todo un debate sobre si «los videojuegos pueden ser arte o no». A pesar de esto, ver los video-juegos como una forma de literatura puede abrir un nuevo mundo de historias; la literatura es omnipresente. Y también lo son los videojuegos. Los videojuegos (desde ya hace algunas décadas hasta hoy en día), tienen narrativa. Tienen conflicto, tensión, diálogo y personajes. En algunos juegos modernos no hay mucha diferencia entre el juego y una película, además del hecho de que uno como jugador, se debe tomar decisiones, y esto impacta en el desenlace del relato.
Si miramos con una mente más abierta, podríamos considerar que los video juegos se han convertido, inusualmente, en medios de narración por su diseño mecánico. Independientemente del contenido de un libro, el acto de leerlo sigue siendo el mismo: nuestros ojos escanean las palabras de principio a fin. Si podemos leer un libro, podemos leer cualquier libro, al menos en términos de la mecánica básica de consumirlo; la capacidad o disposición para comprenderlo o interpretarlo variará enormemente de cada uno. Ese no es el caso de los video juegos, que tienen una multitud de formas de transferir información a sus audiencias. A diferencia de las historias entregadas por los escritores, que no pueden entregar narrativas ramificadas, explorando múltiples versiones e hilos de la historia; los Videojuegos si logran este objetivo y consiguen interactuar con su audiencia, convirtiéndonos en un público activo.
Y fue así que los videojuegos nos invadieron, cual armada extraterrestre al llegar a la tierra con intenciones hostiles, llegaron en consolas de casa, máquinas de arcade, dispositivos portátiles y actualmente con la capacidad jugar y compartir estas historias con millones de otros usuarios alrededor del mundo. Han conquistado nuestros hogares, llenando de nostalgia nuestras vidas y brindándonos momentos irremplazables de acción y aventura, pero sobre todo: ficción.
Yhunnue Guillermo Don Juan Rodríguez. Diseñador e ilustrador, ha dedicado gran parte de su vida al diseño gráfico y la ilustración, con gran fascinación por la lectura de ficción imaginativa y difusión literaria, miembro y co-colaborador del proyecto Crónicas D&D, ha contribuido previamente con diferentes conferencias relacionadas con la literatura fantástica y de ciencia ficción, de la misma manera anteriormente ha impartido clases de diseño y dibujo para el público en general, apoya la subcultura Geek en todas sus expresiones.