LA UNIDAD DE LO DOMÉSTICO

POR OTTONIEL HERSO

A Mónica Licea

I
Todo hijo es una herida,
           que late
todo hijo es una herida
  a la que se le asigna 
           nombre.  

II
Fui un pez, 
y en el vientre de
mi madre que fue un
mar anochecido, nadaba 
en sueños de otro mundo,
tal vez de otra vida. Nací
doliéndole a mi madre,
mi primer gesto hacia
el mundo fue el de 
un pez que tiene
que aprender a 
respirar. 

III
Se me otorgó nombre
con la intención de no olvidar 
quién era, 
lo que no supieron es
que nombrar a un ser 
es volverlo un cuenco 
en el que el mundo 
deposita su ira y sufrimiento. 

IV
Nombrar es domesticar,
identificarse y ser identificado
por un nombre, es la unidad
de lo doméstico,
somos perros amaestrados
en domesticar a otros perros. 
Tu nombre,
                  el mío,
                             el nuestro,
bocetos repetitivos de trazo 
inservible, usado para reconocer
que tan buen cánido eres,
                                           soy,
                                                  somos,
cuánto ladras,
cuanto soportas, con las garras,
rascar tus llagas de ayer henchidas,
de culpas ajenas infectadas,
qué tanto te dejas patear
hasta que el hocico 
te sangre,
               me sangre,
                                nos sangre,
sin dejar de mover alegremente
la cola, porque fuimos nombrados
para decirnos mientras retomamos 
el aliento en un rincón oscuro, 
con algunas costillas rotas,
que somos buenos perros.  

Ottoniel Herso (1997). Se encuentra terminando la licenciatura de Biología. Ha colaborado en revistas digitales y en dos antologías de poesía. Pertenece al comité editorial de la revista Periódico Poético de Tecpan.