Esta noche, mamá va a leerme un libro de cuentos. Son raras las ocasiones en las que ella decide leerme algo; a decir verdad, éste es el motivo principal por el que amo demasiado que lo haga, además de amar su cálida voz.
No la culpo por no dedicar tiempo a su hijo. Papá y ella están muy ocupados y nos pasamos la mayor parte de nuestras vidas cambiando de casa, cada vez una más reducida que la anterior. Ellos me han explicado que esto se debe a que estamos haciendo obras de caridad. Dejamos nuestros anteriores hogares a personas que no tienen dónde quedarse, por esta misma razón no hemos cargado con todas nuestras pertenencias, sólo con cosas esenciales. Espero esas familias estén cómodas ahora.
Acostado en mi cama, cubierto con la sábana hasta el pecho y portando el pijama que tanto me gusta, espero ansioso a la llegada de mamá. Hace tan sólo unos segundos he encontrado el libro que mamá va a leerme. Ésa fue mi tarea del día. También me dijo que después me escondiera en mi habitación, que aún no entiendo por qué está oculta en el sótano, detrás de unos muebles que simulan una puerta.
Escucho unos pasos en el piso principal de nuestro hogar. Sin duda alguna, son mamá y papá, pues nosotros somos las únicas personas que tenemos acceso aquí, al menos es lo que ellos me han dicho en varias ocasiones. Lo repiten como si intentaran convencerse de que es verdad. No lo sé. Los adultos son extraños.
La “puerta” de mi habitación se abre y mamá entra, pero esta vez no veo esa hermosa sonrisa suya, ahora más bien parece que la tristeza ha ensombrecido su rostro. De igual forma, puedo notar que sus manos se estremecen y unas cuantas lágrimas descienden de sus ojos.
—Mama. —Me descubro el cuerpo y bajo de la cama.
Mamá se detiene y me toma de los hombros.
—Mein Sohn. Tengo una noticia para ti. ¿Recuerdas todas esas veces que me decías que deseabas jugar con otros niños? Ahora podrás hacerlo, vamos a ir a un lugar donde hay muchos de ellos.
Es imposible que no sonría. Desde hace años he querido jugar con otros niños. Por lo tanto, tomo el libro sobre la cama y voy con mamá. Sujeto su mano; más tarde le diré que nos lea a todos los niños. Al subir al piso de arriba, observo a papá en la cocina, junto a Freie, nuestro amigo, aunque para mí es como un hermano mayor.
—… es seguro para todos, me d… —Freie se calla al instante y papá corre hacia mí para tomarme entre sus brazos. Él es el responsable de mí cuando nos mudamos o salimos de casa.
—Hola, Freie. Hola, papa.
Ambos me reciben con un beso cariñoso en el cabello, pero no hay tiempo de una conversación sobre cómo ha ido mi día o el de ellos, porque en unos segundos salimos de casa por un extraño hueco en una pared. De nuevo nos mudaremos. La noche se ha vuelto rara, cada vez tiene un ambiente diferente, ahora se escuchan gritos de personas y vidrios rompiéndose en miles de pedazos. No logro ver qué está ocurriendo a mi alrededor, papá me ha aferrado contra su pecho de manera profunda, incluso puedo escuchar cómo su corazón y su respiración se aceleran.
Tras unos minutos de correr entre gritos, papá se detiene y siento cómo su corazón palpita con violencia. Tengo miedo de que pueda estallarle. Le llamo e intento descubrirme el rostro, pero él me aferra a su pecho.
—… Por acá, señor… ¡Ellos!
Escucho a mamá y Freie gritar, pero quedan interrumpidos por un par de “¡PUM!”. Papá me habló sobre ellos. Los PUM son luces en el cielo que brillan y maravillan a las personas, tanto que les dejan en silencio mientras observan, sin palabras. Quizá ha sido ése el motivo por el que mamá y Freie se han quedado en silencio. Ojalá pudiera ver las luces de colores iluminándonos.
El cuerpo de papá se pone en movimiento y se echa a correr de pronto. Sin embargo, por la edad tan grande con la que cuenta, creo que se ha cansado, ya que ambos caemos al piso justo en el momento en el que suena otro “¡PUM!”. Tampoco hemos podido verlo.
—Papa. —Me muevo entre sus brazos y le miro. Creo que papá se ha lastimado, puedo escucharlo quejarse, igual que cuando me caigo y me raspo la rodilla—. Papa, no te preocupes, mama va a curarte. ¿Dónde está?
Las lágrimas de papá recorren su rostro, se parece tanto a mí cuando lloro. Giro mi vista hacia un costado y observo a otras personas uniformadas que se acercan hacia nosotros; eso ocasiona que papá me abrace con fuerza mientras me dice cuánto me ama. Los hombres me miran y me apuntan con unas cosas negras que tienen en las manos. ¿Son esas cosas las que expulsan los “¡PUM!”? Son diferentes a como papá las describía.
¡PUM! Hay un dolor en mi pecho que me hace llorar. Me produce una debilidad intensa y me nubla la vista. Otro par de “¡PUM!” ha sonado, pero mi familia y yo no hemos podido verlos.

Alonso Cardoza (Río Grande, 2000). Licenciado en Letras y profesor de Literatura. A través de sus cuentos plasma el lado crudo de la humanidad mediante el uso de personajes que son afectados por su contexto violento y represivo.