REMINISCENCIAS | POR JOSSHUA TENOCH

I

Llega la muerte y me pregunta 
          ¿Te gusta?
                             Sí, respondo.
Ella no sabe que he sido penetrado antes: 
            por la vida y los hombres
con y sin consentimiento,
penetrado hasta sangrar, hasta los huesos,
 hasta gritar y gemir, hasta querer 
                                                           [desnacerme. 
Entra en mí sin aviso y le gusta ir rápido, 
        dominarme hasta doler. 
Ella sabe hacerme sangrar, gritar y gemir,
provoca mi orgasmo, definitivo. 
                 Eyaculo recuerdos, exhalo
 la trayectoria de mi cuerpo, 
                     gota a gota 
                          hasta 
                                        nacer.

III Cada día despierto con el deseo de desangrarme. Quisiera poder masticarme, entrar a mi propio cause, quebrarme y destazarme, liberarme de la sangre, de la genealogía. Detener el flujo, limpiarme hasta los huesos, inundarme de fango hasta la pureza, devolver el poder de destrozarme. Abrir la boca y deslizarme dentro de mí, tragarme masticarme molerme me comeré a mí mismo hasta que no exista rastro de familia sobre mi cuerpo; purificar hasta los huesos.

V Estoy cansado de incubar mariposas negras. Escucho llorar mis huesos al compás de una vieja melodía, una sonata vieja, llena de campanas frías. Quisiera quitar las cenizas de este cuerpo violado, darle la bienvenida a la primavera. Pero mi único sol fueron los hombres, sí, cubriendo mi soledad con la luz de sus manos. Iniciaron en mí la verdad del mundo: sabios, cansados, alegres, drogados, violentos. Y yo sólo buscaba el abrazo de un padre, los hombros de un hombre, su aceptación acompañada por una canción de cuna. XIV La beatitud del leve curso de mi corazón craquea con la consonante solitud de mi alma. Y mi sol se vuelve espejo de tu espeso vello junto a mi boca poniendo así, mis piernas sobre tus hombros ojos sobre el pecho, lavernico coral y mundano rozando mi vacío, negro; ahorcando mi cuello, respirando amargo sudor y saliva bebida de tu boca. XVIII Me obligó a formar parte del paisaje de tu habitación: un colchón desteñido, una lámpara, un libro sobre Voltaire, cocaína y mi desnudez. ¿Qué sientes al mirar mi rostro triste de ninfa sin género? Insistías tanto en probarme, hambriento chapoteando en mis lágrimas, abandonado experimentaste tu hombría sobre mi cuerpo, mi marginalidad te devolvió plusvalía: un Hombre es un Hombre.
XXIII París está ardiendo y todes nosotres también; sin poder escapar a la historia de siempre. París está ardiendo y todos nosotros también; entregados a la noche fulminando nuestros cuerpos a la incandescencia de la calle cegados por el brillo de las lentejuelas, por el calor efímero de cientos de manos, el abrazo caliente de labios peregrinos, y ese coito con sabor a familia, asfixiados por el éxtasis de la libertad. Nadie nos amaba, por eso nos amábamos entre nosotros, nos amamos hasta morir, sin límite de edad, olvidando el sexo, fornicando, vogueando y amando en una danza infinita de células. París está ardiendo al compás del alma de nuestros amigos que mueren de Cáncer, llenos de enfermedades oportunistas saturando su cuerpo hasta la rigidez, pereciendo aislados en el cuarto piso de un hospital público. París está ardiendo y todas nosotras también; haciendo de nuestros cuerpos metamorfosis, cada noche, iluminando nuestros rostros con el clamor de la luna, cuerpos colmados de polímero con el único deseo de existir, muriendo cada noche con la esperanza de dejar de sobrevivir y tal vez, vivir, simplemente vivir vivir sin miedo a morir morir por existir existir muriendo y ser asesinada por sobrevivir. Sobrevivir no es suficiente cuando dentro de nosotras se expande el universo ansioso de colmarse de infinito. París arde en Nueva York en la Zona Rosa, en el área de infectología del IMSS. París sigue ardiendo y todes todos todas seguimos experimentando la levedad de existir con el temor de morir todas las noches.

XLI
En aquellos momentos intoxicados en que las mariposas me besan los ojos y me cubren la nostalgia, arropan mi cuerpo entero, me siento flor. Mi cuerpo desnudo, horizontal, lleno de tulipanes y gusanos que se atragantan con él, sonrió, la plenitud me invade hasta quedar con los huesos al aire, el viento rozando mi cráneo y una larva arrastrándose por aquella cuenca donde no queda ningún rastro de visión y una oruga haciendo su capullo dentro de mi pecho donde antes se encontraba el corazón, se siente bien, una caricia dulce, suave, como el rocío, yaciendo solo, extrañamente completo…

Joshua Tenoch Martinez Ortiz (Estado de México, 2002). Estudiante de Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa, queer, ex-miembro del primer comité oficial a favor de los derechos y vivencias LGBTIQ+ en Atizapán de Zaragoza. Por puro placer, traductor de Emily Dickinson, Sylvia Plath y Anne Sexton. Tarotista, amante de lo esotérico y futuro investigador especializado en Elena Garro.