SOÑARÁ EL HIPOCAMPO CON SER UN CABALLO DE TIERRA: DORSAL (2022), DE NADIA LÓPEZ GARCÍA | POR JULIO CALDERON

López, N. (2022). Dorsal. Fondo de Cultura Económica.

Atravesar las costas que nos llevan a Dorsal implica fijar la mirada en aquello que reconocemos como anómalo, incluso monstruoso. Es tocar el agua donde reposan criaturas verticales que desafían las convenciones de la forma, del ser y del amor. A partir de una lengua delicada y lacerante, Nadia López García relata la historia de Estrella y Vicente, dos hermanos que sufren las consecuencias del odio mientras la memoria se aferra a la escritura, el único sitio donde uno puede preguntarse: “¿quiénes somos en el fondo?”. Todo en este poemario es evocativo, pues recorremos el pasado de estos dos personajes como si se tratara de una vieja casa abandonada llena de cuartos prohibidos y secretos familiares.

Estrella es quien intenta retroceder hacia el origen de su tragedia, dado que sus familiares la reconocen como un hombre, Apolinar. Sin embargo, conforme fue avanzando su crecimiento, se dio cuenta de que dentro suyo habitaba alguien más, una mujer que prefería llamarse Estrella. ¿O será acaso que siempre fue ella y que Apolinar era sólo una máscara?, se pregunta. A excepción de Vicente, todos en su familia rechazan su identidad. Recibe el abuso y las amenazas de los demás habitantes del pueblo, hasta que un día la crueldad les arrebata a Vicente, quien supuestamente es asesinado porque buscaban a su hermana, aunque ella sospecha que existen otras razones, más arraigadas a la sistematización de la violencia en las comunidades marginales.

Las consecuencias de este hecho desencadenan la negación absoluta de la existencia de Estrella, quien sirve de chivo expiatorio a la familia. De este modo, queda doblemente sola, no sólo por la pérdida de su hermano, sino por el repudio de sus padres, ya que estos siguen refiriéndose a ella como Apolinar, su otro hijo muerto. Por ende, no le queda de otra más que transitar hacia el pasado, con la intrusión también de los sueños de su madre, para volver a hablar con Vicente y preguntarle cosas que nadie más ha sabido responderle.

Nadia López García escribe este poemario en memoria del verdadero Apolinar. Es su primer libro hecho por completo en español y con él ha ganado el XVI Premio Mesoamericano de Poesía Luis Cardoza y Aragón. Retrata la historia de una familia de jornaleros agrícolas radicados en el Valle de San Quintín, Baja California. La poeta, en ese entonces de siete años, funge como testigo de las agresiones que sufre esta persona, pero, por su edad y la falta de una solución tangible, decide guardar silencio. Años después, cuando regresa al pueblo, se entera de que Estrella también falleció y que todos los residentes han optado por fingir que nunca existió, borrándola de la remembranza colectiva. De esta forma, la escritura del poemario responde a un llamado dual, por un lado, busca devolver al mundo la presencia de Estrella y por otro busca lidiar con la culpa por la inacción ante lo sucedido. El título no sólo hace referencia a las aletas de los hipocampos, leit motiv del libro, sino también al hecho de que, si se divide en dos la palabra, dor-sal, aparece el vocablo sal, que le recuerda a la autora las curaciones que se hacen con agua salada. Así es como procura cicatrizar la herida que deja el mutismo, rescatando una posible voz de Estrella, que refleja sus miedos y sobre todo su deseo de poder ser quien es sin sentir el repudio de todos a su alrededor.

El poemario se compone de dos capítulos. “Primer movimiento. Olas tempranas” adopta las convenciones de un poema de largo aliento dividido en siete partes que sirve de preámbulo a la historia. En él nos adentramos no sólo a los acontecimientos, sino a la forma de contarlos. Por ejemplo, aquí se introduce que el soliloquio de Estrella estará construido en versos fuertemente vinculados con el diálogo, los sueños y los recuerdos. De vez en cuando aparece un fragmento en prosa en los momentos en los que el discurso toma empuje, pero se detiene y retoma su cauce. Otro aspecto que asemeja a los desplazamientos del agua es la presencia de rimas asonantes, pues aunque no se trata de poemas con una métrica fija, surgen cada tanto como olas que impulsan el verso.

En “Segundo movimiento. Olas tardías”, se exploran más a profundidad los indicios ya dejados en la primera parte. El tiempo del relato se fija en un día de vacaciones en que la familia visita el mar y Estrella encuentra en la marea baja un hipocampo agonizante, que irremediablemente le hace acordarse de su hermano. Aquí se deconstruye la imagen del caballo, símbolo de la masculinidad vigorosa, para mostrar al caballito de mar frágil y contrahecho. Vicente representa al equino de tierra, mientras que Estrella es esa otra cara, la que en vez de orgullo provoca rechazo, y cuya misma morfología se enfrenta a la norma. Su aleta dorsal lo hace nadar de manera distinta, pero ahí es donde radica su belleza, en que es “un nado sin orillas”.

La voz de Estrella no es la única, de vez en cuando se incorporan diálogos de personajes circundantes, como los vecinos, los abuelos, el padre, Vicente; pero, sobre todo, la madre. Ella se instala en los poemas por medio de una anáfora que casi siempre será el presagio de una sentencia tortuosa: “Sabes, yo sueño muchas cosas”. En ocasiones esos sueños sirven como analepsis para conocer mejor los días previos a la transición de Estrella, un momento idealizado por la madre, quien siempre desea regresar al punto en que las cosas todavía no se habían arruinado. Sin embargo, al observar que su realidad no empata con estas visiones, los sueños se tornan sombríos, incluso amenazantes: “Una vez soñé que no moría Vicente, / soñé que morías tú”.

En contraposición, los sueños de Estrella tienen un tono reconciliador. Ella espera que llegue el instante en que su madre deje atrás sus fantasías y finalmente la reconozca como quien verdaderamente es: “Sueño que mamá deja de contarme / sus sueños ¿o recuerdos? y empieza / a escuchar que soy la Estrella, / la mujer, / con la que ella soñó alguna vez, sueño / que su agonía desaparece”.

Hipocampo también es el nombre que recibe una de las principales estructuras del cerebro. Está asociado a la fabricación de recuerdos específicos y toma su nombre del parecido que tiene con el animalito antes mencionado. En el poema titulado “Bajamar tardío” se explora que la madre tiene un daño cerebral justo en esa área, lo que le impide crear memorias nuevas y por ende se estanca en el anacronismo. Sus sueños consolidan el estado de negación en que se encuentra. Todo remite al deseo de que Vicente siga vivo o de que al menos Estrella sea sólo Apolinar, por lo que resulta imposible llegar al estado de sosiego que expresan los sueños de su hija.

Y aunque la madre es la principal afectada por la melancolía, lo cierto es que todos los miembros de la familia lo experimentan de diferentes formas. Para Estrella, por ejemplo, la escritura retoma su aspecto catártico, pues de vez en cuando en los poemas aparecen estrofas metalingüísticas, que devuelven al lector a su realidad tangible: se está leyendo un poema, sí, pero los hechos que lo inspiraron son reales y el dolor es igualmente real.

Los hermanos están representados por la dualidad en todo momento: Vicente es la tierra, Estrella el agua; Vicente es la masculinidad, Estrella la feminidad. En “Bajamar tardío”, “Litoral del sueño”, “Vicente” y “Dorsal” se explora esto a fondo. Pero no se trata de una dualidad excluyente, por el contrario, ambos se complementan de tal modo que el deceso de uno implica también la muerte del otro: “Es la soledad de ser sólo la mitad, / de saberse incompleto / por el resto de la vida”. Cuando Estrella se queda sola, sabe que toda esperanza es vana. Quizás es por ello que el poemario pocas veces tiene momentos reconfortantes. 

A lo largo del libro van apareciendo preguntas que nadie tiene la capacidad de contestar. Es por ello que el cierre no hace sino reforzar el nihilismo que se ha estado gestando entre poemas. La pérdida de su hermano sólo es una entre las miles de historias que transcurren en el mundo cada segundo. La escritura es la única forma de contrarrestar la entropía que lo devora todo a su paso, pues sólo muere aquello de lo que ya no se habla. En los últimos versos aún se puede percibir un poco del deseo por seguir adelante, aunque sea a contracorriente y cada vez con menos fuerzas, porque el mar es hostil siempre con aquellos que son diferentes.A través de sus páginas, encontramos en Dorsal un poema narrativo, una narración poetizada, un conjunto de recuerdos que se vuelven sueños y viceversa. La identidad y el cuerpo se ponen en perspectiva. ¿Qué nos hace ser lo que somos? ¿Cuánto revela de nosotros el nombre que nos han asignado y cuánto el que hemos elegido? ¿Cómo es posible que la humanidad sea capaz de ser tan atroz consigo misma? Por medio de las palabras de Estrella y de Vicente es posible realizar estos cuestionamientos, los cuales, aunque no siempre serán bien recibidos, deben seguirse haciendo, pues sólo así se puede empezar a hacer justicia por los que fueron callados y recibieron el coraje de un mundo que todavía no sabe comprender.

A través de sus páginas, encontramos en Dorsal un poema narrativo, una narración poetizada, un conjunto de recuerdos que se vuelven sueños y viceversa. La identidad y el cuerpo se ponen en perspectiva. ¿Qué nos hace ser lo que somos? ¿Cuánto revela de nosotros el nombre que nos han asignado y cuánto el que hemos elegido? ¿Cómo es posible que la humanidad sea capaz de ser tan atroz consigo misma? Por medio de las palabras de Estrella y de Vicente es posible realizar estos cuestionamientos, los cuales, aunque no siempre serán bien recibidos, deben seguirse haciendo, pues sólo así se puede empezar a hacer justicia por los que fueron callados y recibieron el coraje de un mundo que todavía no sabe comprender.

Julio Calderon (Puebla, 1997). Egresó de la carrera de Lingüística y Literatura Hispánica en la BUAP en 2022. Algunos de sus textos fueron publicados en Página Salmón, Revista Almadraba y Revista Sputnik. Fue fundador de la revista Collhibrí y conductor del programa de radio Al aire. Escribió y dirigió la obra Prometeo vengado en 2018. Es autor del libro No conozco a estas personas (2024), editado por Buenos Aires Poetry.