Plegaria de un pequeño niño negro Van Gogh trigal con cuervos

«PLEGARIA DE UN PEQUEÑO NIÑO NEGRO», DE GUY DE TIROLIEN

TRADUCCIÓN DE CLAUDIA GIL DE LA PIEDRA

PREÁMBULO

Guy Tirolien (Point-à-Pitre, 1917- Marie-Galante, 1988) fue un poeta guadaloupeño que formó parte del movimiento de Négritude desde su fundación, al lado de los poetas Aimé Césaire y Leopold Sédar Senghor. Este movimiento social y literario proponía la reivindicación y aceptación de la cultura y la identidad negras. Tirolien contribuyó a la fundación de la revista Présence africaine (Presencia africana, 1947), publicada simultáneamente en Paris y en Dakar, donde se publicaban ensayos, poemas y artículos de opinión de autores negros provenientes de distintas colonias francesas. La revista recuperó la herencia cultural africana y dio cabida a nuevas expresiones literarias que enriquecieron lo que ahora se conoce como Francofonía.El poema “Prière d´un petit enfant nègre” se enfoca en el entorno natural relacionado con la identidad negra, creando una serie de oposiciones entre la civilización blanca de los colonizadores franceses y el entorno salvaje del campo y la naturaleza, el cual se asocia con los negros y los esclavos. En este paisaje, los esclavos adquieren una relativa libertad al no regirse por las convenciones urbanas. El texto se publicó originalmente en el volumen Balles d´or (Balas de oro, 1943) y republicado en Présence africaine (1961). El poema ha sido inspiración para otros poetas afrodescendientes francófonos de distintas partes del mundo, así como para críticos literarios y militantes de la Négritude.

PLEGARIA DE UN PEQUEÑO NIÑO NEGRO

Señor 
estoy muy cansado
he nacido cansado.
Y he andado mucho desde el canto del gallo
y la colina que lleva a su escuela es muy alta.

Señor ya no quiero ir a su escuela;
haga, le suplico, que ya no vaya más.

Quiero seguir a mi padre a las cañadas frescas
cuando la noche flota aún en el misterio del bosque
donde se asoman los espíritus que el alba espanta.
Quiero ir descalzo por los senderos quemados
que rodean los estanques sedientos al mediodía.

Quiero dormir mi siesta al pie de los mangos frondosos
quiero despertar
cuando a lo lejos ruge la sirena de los blancos
y la fábrica
que se alza entre el océano de cañas
vomita en los campos su negro equipaje.

Señor ya no quiero ir a su escuela;
haga, le suplico, que no vaya más.

Ellos dicen que un niño negro debe ir
para que se vuelva igual
que los señores de la ciudad,
como la gente de bien;
Pero yo no quiero ser como dicen
un señor de la ciudad, una gente de bien.

Prefiero pasear por los ingenios donde están los costales repletos
inflados con el azúcar morena del mismo color de mi piel morena.

Prefiero, a la hora en que la luna amorosa
murmura al oído de las agachadas palmeras,
escuchar lo que dice en la noche 
la voz quebrada de un viejo que cuenta fumando
las historias de Zamba y del compadre Lapin
y muchas cosas más
que no están en sus libros.

Los negros, sabe usted, no han hecho más que trabajar duro
¿Por qué, además, hay que aprender en libros
que nos hablan de cosas que no son de aquí ?

Y luego, es de veras bien triste su escuela
triste como
esos señores de la ciudad
esos hombres de bien
que ya no saben bailar en la noche al claro de luna,
que ya no saben caminar sobre la planta de sus pies,
que ya no saben contar cuentos en las noches
Señor, ya no quiero ir a su escuela.

Foto de perfil Irradiación

Claudia Gil de la Piedra estudió la licenciatura en Letras Francesas en la FFyL de la UNAM y la maestría en Literatura Mexicana Contemporánea en la UAM-Azcapotzalco. Ha publicado diversos artículos de crítica literaria y traducción y ha participado en diversos congresos literarios nacionales e internacionales. Actualmente, es profesora en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey y en la ENALLT-UNAM.