TÚ CANTAS DONDE NO HAY HUECO | POR NANCY GARCÍA GALLEGOS

Escribes desde una voz que se ha ido
La entraña de su eco aún palpita en tu garganta vacía. No hay lengua que anuncie el extravío. Te quedan las piedras… Su lenguaje de estatuas crea un pozo de labios ásperos y mandíbula abierta como la de los animales felinos a punto de devorar la carne viva que acechan para preservar el milagro. La voz ofrece su esqueleto de soplo mutilado
Tu mano apenas logra traducir este paisaje en una escritura que fermenta demasiado rápido. Cantas para los perros para los caídos para los vagos. Para decir ofrenda revientas el silencio en la arteria del navegante extranjero que robó tu voz para darla como alimento sagrado a los reptiles del humo. Para decir ofrenda cantas la orfandad de la isla incendiada en el cuenco anciano que tus manos dibujan sobre la sal del mar que aún no existe. Y esperaras a que la voz diga . Esperaras que el milagro pedido deje en su sitio una palabra bruñida para ponerla debajo de la lengua. Esperas que el desierto cante la noche para ver cometas. Esperas al personaje que diga Yo conozco la voz. Pero la voz no viene. La voz se queda dormida en los ramajes lejanos de una estrella contaminada. –Quieres decir [me] pero la espina te oculta el pecho y esa visión de reina coronada en dolor abierto cae como retablo viejo destrozando cascarones de pájaros que nacieron enfermos.
Deslenguada Callas para violentar a las bestias que esperan de ti el golpe. Callo porque el silencio es tu casa y sus paredes te cuidan de los animales heridos que quieren de ti la sangre. Reconoces que tu mano es demasiado afilada. Corta las palabras antes de plasmarlas. Las miras sangrar, morir antes de ser nombradas. A ti la palabra te supera derrama su tinta soñada de cal en el puente abierto de los ojos desnudos que te presta el cuerpo para confiar. Tu destino es el hueco la cueva de sal en la que duermes a tus huesos para que el lenguaje comience a sonar. Las palabras son esporas pequeñas fieras que encuentran en tu pecho campos nuevos para habitar. Quieres decir Colmena pero tu dicción es la lengua de lo impar.
Escribes una isla para tus delirios Ha llorado de rabia al perseguir un bicho demasiado exquisito como para ser herido de súbito por la suela sucia de tu zapato desgastado. Has llorado también de frío porque cuando tu sangre deja de amar te pesa hasta el respiro. Has llorado porque los pájaros se burlan de ti cada vez que atraviesan esta isla en la que a veces no eres ni invitada. Has llorado por la hierba que crece a pesar del ruido. A veces quisieras mesurar la tristeza de esta isla hablar más alto desprender de tu cuerpo risas estrambóticas que hagan voltear hasta al más despistado. Pero tu sonido es el de la carne quebrándose abriendo su herida en un oleaje salado. Sombra inconclusa: Tú cantas donde no hay hueco. Tu aria es la voz de lo que se rompe Dices Ranura. Intentas vaciarte. La espina se abre. Campos quemados de trigo alivian el deseo de voz distante prolongan tus latidos los llenan de aire. Dices Cuerpo para aliviar la carne. Punta de lanza lengua caníbal que augura el desastre. Pierdo. Dices Pierdo y el cielo como la espina se abre. Mudas el canto al sitio del hueco inagotable y tu pecho-espina-cielo también se abre. Crees en la altura geométrica de las aves para purificar la lengua y arder. Crees que si dices Agua el espejo en tus manos resucita con la belleza del primer latido que antes del mundo fue balbuceo. El canto salado de las ortigas adormece tus labios. Padeces el espejismo de un fragmento anterior al silencio ese espacio extendido en la partitura ilegible del meteoro que es tu cuerpo y alumbra la materia callada que somos. Partícula sagrada. Polvo que recubre la piel herida del lenguaje.

Nancy García Gallegos (Aguascalientes, 1983). Poeta, crítica de arte y literatura, tallerista y practicante de poesía sonora. Actualmente estudia el Doctorado en Literatura Hispanoamericana (BUAP) y coordina talleres enfocados en el desarrollo de procesos creativos para la escritura.