GERMÁN LIST ARZUBIDE
Una noche lamida por la llovizna, Maples Arce salió en recurso de un lugar cordial para su pensamiento; iba por la avenida Jalisco, cuando al pasar por una puerta sintió la soledad de un establecimiento que lo invitaba a pasar; penetró, saludó seguro de que no había ninguno que le respondiera y se sentó a la mesa; luego fue a la pieza siguiente donde en una cafetera hervía el zumo de las noches sin rumbo y se sirvió una taza; regresó a su mesa y bebió en el tiempo su café. Al concluir, regresó la taza a su sitio, puso en el contador el precio que solicitaba la tarifa y se marchó. Había descubierto el Café de Nadie.
Y regresó al Café de Nadie muchas noches; ya era amigo de la clientela que estaba a punto de llegar al establecimiento pero que se deshacía en la entrada sin penetrar nunca; ya había dado propinas sonoras a una mesera incógnita, desahuciada de impalpable, cuando una tarde al llegar, vio en una mesa a un hombre tomando café. Huésped que había logrado atrapar el quicio de la puerta bajo sus pies de viajero, con un record de 5,000 kilómetros, que prestigiaban su audacia; tenía un aire de hombre desalmado de quien nada se debe temer; unos bigotes sin consistencia, destrozados por las palabras que los labios no pronunciaron nunca y detenía la altura de su cuerpo con un sombrero decidido a la lluvia. Maples Arce llenó su taza y se sentó junto al desconocido; hablaron:
Maples Arce– He atrapado el motín del crepúsculo.
El otro– Hay una mujer muerta en cada noche.
Maples Arce– Yo he visto la ciudad caída sobre las ruinas de la música.
El otro– Es que regresan todos los adioses.
Maples Arce– Usted es.
El otro– (que se aclara es Arqueles Vela). Sólo nosotros existimos, todos los demás son sombras pegajosas.
Así fue como Maples Arce y Arqueles Vela se reconocieron.
Fragmento de El movimiento estridentista, 1928