Flores Arróliga, E. (2023). Tiembla todo lo vivo. Anamá Ediciones.
Errar es de pensadores. El ensayo, género cuya popularidad está muy por debajo de la lírica y de la narrativa, tiene la propiedad no de responder, sino de preguntar. Por consiguiente, el ensayo nace de la duda, y también de la posibilidad natural de equivocarse. Errar es aprender en la medida en que presente un nuevo horizonte. Esto no basta: el ensayo es también un deambular libre, en donde se imbrican muchos posibles destinos. Errar errando el camino, de eso se trata el ensayo.
De ahí que la escritura de Tiembla todo lo vivo exija un poco de despojo y un mucho de curiosidad. Se trata de un libro con nueve ensayos más una sucinta introducción, en donde el pensamiento adopta un aire de anécdota para caminar por los más diversos confines. El autor, Eduardo Flores Arróliga, nació en Managua en 1989. Se ha dedicado a labores de docencia e investigación; asimismo, realizó estudios de doctorado en la Universidad Michoacana. Su erudición no es una distancia para la lectura, es un detonante. De esa forma, logra conectar sus viajes con una reflexión sobre María Zambrano; o su experiencia en un trabajo de investigación para discurrir sobre el suicidio y los ensayos de Albert Camus.
Esta obra, publicada por anamá Ediciones (así, sin la mayúscula inicial) en 2023, cuenta, además, con un prólogo de Mariana Bernárdez, en el cual se validan muchas de las discusiones. Sólo palabras de encomio se hallan en ese breve prólogo que, con increíble bonhomía, dedica Bernárdez al autor de esta obra; por consiguiente, cabe deducir que los ensayos reunidos algo tienen de certeros, algo de gran inteligencia y de pensamiento profundo.
Pese a todo, Flores Arróliga escribe este libro con genuina modestia. A menudo el autor presenta hallazgos interesantes, y luego, al describir su arduo trabajo de investigación, afirma: “esto me llevó a…”, o “esto me condujo a…”. El escritor se vuelve el objeto directo de sus oraciones, como si las deducciones transitaran sobre él, como si no hubiera un mérito en la curiosidad. Como si la errancia no fuera un signo de inteligencia tremendamente difícil de encontrar. Así, el autor enarbola sus conclusiones con afabilidad, en contraste con la onerosa reflexión de los académicos.
De esa manera, Flores Arróliga consigue hilar su descubrimiento de la arquitectura y la urbanidad de Morelia con el pensamiento de María Zambrano; logra que un evento triste derive en una discusión sobre la obra de Camus. También, conecta con gran agilidad los eventos en la vida de Rosalía de Castro con pasajes de su poesía en el idioma original. La taxonomía de Aristóteles deviene en una reflexión sobre los personajes marginales o monstruosos en la literatura.
De ahí que tiemble todo lo vivo con la lectura de estos ensayos: los actos comunes, las acciones cotidianas se conectan sin dificultad con los temas más sesudos de la filosofía. La anécdota es un vehículo para la disertación, tal como puede ocurrir con aquel individuo que camina sin rumbo y encuentra un hallazgo maravilloso. El pretexto es la narración porque es la manera más franca de caminar con la escritura. Se trata de una sucesión de eventos que logra estimular el pensamiento; son las cosquillas que necesita el escritor para detonar un silogismo.
Uno de los ensayos, particularmente notable, es el de “Espectros de la necropolítica”. Un crimen reciente en la historia de nuestro país posibilita el ejercicio de la errancia. El autor, ajeno pero a la vez empático, descubre las protestas por el asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. El encuentro es un mero accidente: Eduardo Flores sale de la estación Copilco del metro capitalino y se topa con una marea blanca (alumnos con bata de la Facultad de Medicina) que lo alarman y despiertan su investigación. Esa curiosidad viene de la capacidad de asombro del propio autor, y termina por explotar en disertaciones, comparaciones y una narración más en donde se despierta el miedo, la incertidumbre y, nuevamente, la duda.
Tiembla todo lo vivo es una invitación. Es, por supuesto, una frase de María Zambrano, de las autoras más estimulantes para el ensayista Flores Arróliga, mas también se trata de una posibilidad del pensamiento. Se debe sacudir la existencia en aras de conseguir una crítica valiosa. Hacer temblar la existencia toda es la manera de comprender nuestra ignorancia. Sólo así llegarán las aseveraciones lúcidas o los chispazos de razón (de los cuales este libro no está exento).
Eduardo Flores Arróliga tiene la virtud de caminar sin recelo, aunque no conozca todos los rincones de su odisea. Posee las herramientas para emprender el viaje, pero no tiene la obsesión de controlar el destino. Más bien, acosa sus propias creencias y consigue la inquietud suficiente para comenzar la carrera del pensamiento. Flores Arróliga no teme al error porque es su amigo; es la posibilidad humana, innata, de crecer y conocer. Por tanto, cada página puede tener una provocación, un desliz, una incertidumbre para que el lector inicie su conversación. Para leer este libro hay que estar dispuesto a que tiemblen nuestras ideas, pues sólo así se puede responder con igual energía. Hay que disponerse a errar para recorrer el camino del pensamiento. Una lección virtuosa de Eduardo Flores Arróliga.
Ángel Alexandro Porras Ortega (Ciudad de México, 1995). Es maestro en literatura mexicana contemporánea por la UAM-Azcapotzalco. Fue ganador del primer lugar en los Juegos Florales Ramón López Velarde, 2022, en la categoría de cuento. Participó con su cuento “Pupa” en la antología Raíces a una voz de la Feria Intercultural del Libro de Tacámbaro 2023. Algunos de sus textos de creación literaria han aparecido en publicaciones digitales, tales como Página Salmón, Irradiación, Marabunta, Tlacuache, entre otras.