LA NUEVA NORMALIDAD

POR CYNTHIA MARLENE GÓMEZ CASTILLÓN

Caminar por las banquetas y que miles de ojos te observen… Todos los días eso sucede, cierto, pero antes a esos ojos le acompañaban una nariz, unos labios, unos cachetes, un bigote, la barbilla partida, la quijada, la sonrisa junto con unos dientes blancos o, tal vez no tanto, pero algo le acompañaba. Nos acostumbramos a ver rostros completos; hoy solo vemos frentes arrugadas, sudorosas, miradas sin expresión, movimientos oculares de lado a lado, fijos, o con el enfoque hacia abajo que no dicen absolutamente nada. Esa, esa es la nueva normalidad, la del cubrebocas que nos hace parecer almas sin rumbo, ese pedazo de tela que nos pone una barrera no solo con las personas, sino hasta con el oxígeno.

Ha sido un tema incómodo relacionarse de esta manera; ese enigma de si la otra persona está haciendo algún gesto, esa incertidumbre de perderse sus expresiones y solo apreciar una parte de su rostro. ¿Les pasó que trataron a una persona nueva, ya sea de trabajo, de escuela, con la mascarilla de por medio y, simplemente se crearon una idea de su apariencia? A mí sí, incontables veces. Me llevé una enorme sorpresa cuando en algún momento, ese ser humano no resistió ahogarse con la manta azul en su rostro y bajó levemente la tela por debajo de su nariz, fingiendo rascarse, luego, volteando hacia todos lados para evitar ser sorprendido, la bajó por completo hasta el mentón y, ahí, justo ahí, se quebró todo el ideal de su rostro. En efecto mi mente lo había creado, lo había visualizado de una forma que ni siquiera se acercaba a lo que era realmente.

Los seres humanos somos expertos en juzgar; siempre lo hemos hecho. Que si se viste así, que si camina de tal forma, que si la ropa no le combina, que si el corte no le va, que tiene pestañas postizas, que su ceja es muy delgada, que la barba no le queda, que no le sale bien, que es un ridículo, que… ¡mira ese cholo! etc., etc. Todas esas frases se reparten casi de la misma manera, porque el juzgar no está en el sexo, sino en el privilegio. Lo cual queda más claro en la exposición de Arturo Torres, psicólogo de la Universidad de Barcelona, donde habla de por qué las personas juzgan constantemente

Hay muchos motivos que pueden llevar a una persona a criticar constantemente a los demás (…) El principal de ellos es que juzgar a otro de un modo superficial es una manera fácil y sencilla de sentirse superior a alguien y, por comparación, sentirse mejor con uno mismo. (Torres, s.f.)

¿Sentirse superior a otro ser humano, por qué razón? ¿por no reflejar tu identidad en un objeto que va a formar parte de tus días? ¿porque combina con tu outfit? Un clasismo que hunde a las personas y las ciega solo a ver lo que otros pueden tener, sobre qué los hace superiores o lo contrario.

Nos guiamos con lo poco que tenemos al alcance: el tono de voz, los ojos, posiblemente el peinado, si hace gestos detrás de la máscara como levantar las cejas para mostrar impresión o fruncir el ceño, será más que suficiente. Déjame decirte querido lector, que siempre con poco, mucho, bueno, malo, o simplemente “algo” nos comportamos como jueces, cuando existe la autoestima baja.

Atacamos cuando contraponemos los tonos de piel: blancos y morenos, y cómo criticamos el tipo de cubrebocas que usan. Si tiene un estampado; es negro y pobre, si tiene que ver con futbol; ignorante aficionado. ¿Dónde lo vemos? Apenas fuimos víctimas de la pandemia, innumerables páginas en redes sociales, principalmente Facebook, fueron creadoras de este contenido “de entretenimiento”. Los famosos memes que arrojaban una escala dependiendo el tono de piel; el tipo de cubrebocas que caracterizaba a cada individuo. Deplorable ¿no? ¡Pero qué ridículo es ponerle hasta clases sociales a las telas! Lamentablemente lo determina una sociedad privilegiada, una que puede comprar cajas y cajas de cubrebocas desechables que contaminan más cada vez y, se evita el reutilizarlo una o dos veces porque tienen muchos en casa; porque pueden.

Después de haber “trascendido” y luchado contra el racismo, discriminación y la exclusión, el tema sigue vigente con cosas tan absurdas como “catalogar” a las personas por un diseño, un gusto, aunque sea en nuestras mentes o, con nuestros amigos. Aplica como burla o una manera de interactuar con otros. Somos amantes de ignorarlo, somos tan buenos para criticar y hacer un gesto feo detrás de la malla, por ver el dibujo de una calavera en la tela del otro; señalamos y de inmediato bajamos la mano. Somos tan buenos para apuntar y decir quién vale y quién no dependiendo lo que vemos, y hasta lo que no vemos. Al final de todo ¿cuál es la nueva normalidad? Si sentenciar siempre ha sido el pan de cada día y, de “nuevo” no tiene nada.

Cynthia Marlene Gómez Castillón, Tlaquepaque, Jal. 1999. Una chica de 23 años, quien actualmente se encuentra estudiando la Licenciatura en Letras Hispánicas en la Universidad de Guadalajara cursando el cuarto semestre. Su pasatiempo favorito es la escritura; el año pasado publicó su primer libro de poemas: Caminos de tinta, restos de amor, con una editorial independiente y estuvo presente en la FIL 2021.