POR MARILLEN FONSECA ANALCO
NO ESCRIBO UN POEMA DE AMOR
I
No escribo un poema de amor.
Esto es, si acaso, un comentario dirigido
al buzón de quejas y sugerencias de la memoria:
“El personal insiste en irrumpir la cotidianidad
para ofrecerme tus recuerdos caducados:
a veces, mientras me peino frente al espejo
o entre la monotonía del transporte público
y los trayectos a pie;
cuando me enfrento a elecciones simples
como qué zapatos usar
o al abrir el clóset y tomar una prenda
entre el desorden de mi ropa;
al cerrar una puerta o mirar la forma de una silla;
en medio de un sabor;
en el pequeño espacio entre dos palabras
durante una conversación;
mientras escribo esta queja.
Sugiero al departamento de olvidos
que deje de lado la arbitrariedad
con la que me hace olvidar una receta
o una reunión de trabajo
y actualice conscientemente
la lista de productos inservibles:
hay un nombre que ya no se pronuncia,
una dirección que ya no se visita,
una canción que ya no se escucha,
una boca que ya no se besa.
Dejo una serie de verbos
para resolver el problema:
descontinuar, cortar, amputar, erosionar.
Aquí alguien necesita ser olvidado
antes de que enraíce en la piel, la carne, los huesos,
lo cotidiano, el lenguaje.
Me niego a que mi cuerpo se vuelva un anticuario.
II
No es un poema de amor
sino, a lo sumo, una nota al pie de página
en todos los libros de geografía1.
Los trayectos que hicimos juntos
han reemplazado al mapa de la ciudad.
No hay lugares, hay memoria.
No hay ciudades,
hay dos cuerpos que hicieron una pausa
en cierto espacio, a cierta hora.
Este lugar no tiene 189 207 habitantes
solo hay uno.
III
No escribo un poema de amor
sino una denuncia contra el hábito,
que nos impide ser olvido.
Un cuerpo se acostumbra a otro cuerpo
como una habitación a la disposición de sus muebles.
De pronto, alguien cambia de sitio una mesa,
un librero o desecha un cuadro.
Y entonces, se hace un altar a la ausencia.
Por costumbre, se sigue visitando el vacío,
la marca de polvo que dejó lo que allí había.
Esto es un discurso contra la repetición,
que hizo de nosotros
una teselación sobre la ciudad.
Que convirtió la caída de una gota en la frente
(cada 5 segundos)
en un método de tortura.
Así, la sensación (a cada hora)
de que llegarás a casa
(porque siempre llegabas)
también provoca el insomnio
y la tortura de no poder beberte
cuando la sed ataque.
IV
No es un poema de amor.
Es una súplica a la memoria,
para que tu recuerdo emigre
hacia el sitio donde
se pierden los nombres, las fechas,
los números de teléfono,
las formas del cielo,
los tickets de compra,
los comprobantes de banco,
esos documentos que se dejan
sobre cualquier lado,
sabiendo que no los volverás a buscar,
que al final se desechan
porque están hechos para olvidarse
para no ser.
1 La descripción y representación de los territorios, paisajes y lugares son solo provisionales, anteriores a la experiencia de quien los habita. El espacio es líquido, proteico: toma la forma de la persona con quien se recorre.
LUGARES PARA REFUGIAR LA MIRADA Hay lugares que no están hechos para habitarse, que solo son de paso. Espacios que nos auxilian para descansar la mirada, hacerla recuperar el aliento, acomodarle la camisa o abrocharle el zapato. Sitios que le dan forma a nuestra inmaterialidad. Un clavo en la pared, un árbol, una grieta, un ladrillo, una teja, me han salvado de la desesperación. La esquina de una habitación o la mancha en la pared de la cocina le ha dado aspecto a mi desaliento. Si yo miro el cielo nublado a través de la ventana, soy testigo del relámpago y escucho el trueno, siento que tiene una apariencia y un sonido este desgarramiento de mi alma. Puedo hurgarlo con la mirada y esperar en mí la primera gota. No me gusta lo abstracto. Necesito ver el dolor, escucharlo, llorarle de frente, tal como ahora lloro al ver ese árbol tambalearse ante la ferocidad de la lluvia y el viento, rogándole al cielo nublado que deje de llover.
SOLO SOBREVIVIMOS EN EL OLVIDO Que al igual que los peces en el mar,solo sobrevivimos en el olvido. Que los recuerdos están hechos de arena; son rocas, conchas y restos de coral que lograron escapar de la marea del olvido. Muero de ellos como un pez al ser arrojado a la orilla.
Marillen Fonseca Analco (Acapulco, 1992). Maestra en Humanidades por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Ganadora del VII Premio Estatal de Cuento, Poesía y Ensayo Literario Joven 2018, en la categoría de ensayo, con el texto “Apología de la mujer que fui”. Obtuvo Mención honorífica en el III Premio Nacional de Poesía Germán List Arzubide 2019, con su poemario Cadáver de un hombre inventado, recientemente publicado por Paserios Ediciones en coedición con Nueva York Poetry Press (2020). Ha publicado en la revista Norte/Sur y ADN Cultura.