POR DARÍO GONZÁLEZ RODRÍGUEZ
Alégrate glorioso, alegre tu sonrisa que con bastones y cometas saldrá el alba desde la esquina donde el sol se muere y ante el pesado párpado del mudo se resguarda. Alégrate que miras punta a punta deslumbrarse las rendijas por dónde miran viejo el moribundo y la luna con su viento festival porque el aire será de azúcares, el agua correrá en la arena y en el paso más libre del camino la flor rebelde nacerá de hierro pues no habrá pie que la mancille ni bota dura que la rompa, sino talón que la abrace con su tacto y la convierta en aromas y desvelos. No habrá más desesperación que la mirada, ni quebrará sus huesos el dolor primero, porque en la espera del color la grana fue al principio de rubíes en sus llagas y tras la espera de su grandeza el cansado quedó sin trigo, el opulento se apagó de gracia. Pero el maíz, pero el maíz, que a cada cuerpo le da esencia, a cada pecho lo infla en su coraje, el maíz que en boca sabe a dulce como la voz del que camina incierto, ese maíz que en su labranza no quiere saludar al sol, ni a la luna, sino romperse ante la mano suave del que canta su don inesperado, del que a su voluntad todo lo mira con belleza y tiende su rostro sobre la senda para que al paso más lúcido de los cultivos siembre la viga al que sin duelo la recoge. Alégrate, glorioso, que la luz de la mañana, que la noche de pliego está amarilla exigiendo de manos sus matices y alargando la vida de los muertos. Alégrate que el puño quite el polvo y el pie remueva en llanto a los nacidos, porque en su ondear de banderines sólo el solo se goza en sus miserias, allá en la altura de los montes, allá en lo oscuro de las fosas, pues el hilo silbante de los peces no lo despierta del letargo; pues el tenue suspiro de las nubes no le borra la extremaunción; pues el blanco de las plumas juega con su rapiña. Así, alégrate, por quién al viento desgarra sus honduras, por esa lucidez que abraza el abandono allá dónde las milpas no son Dios, sino la ausencia, allá dónde clavado el cetro y la libélula ascienden de brutos marfiles hasta la enseñanza y el fuego no hace sino arder despacio como la temerosa vela que sólo quiere dibujar la danza porque el as infranqueable de la espada con firme su ansia transfigura el polvo; lóbrego se enciende ante su llama como la paja y el suelo que lo mira bajo el triste abandono en sus fragmentos, bajo el invisible dolor de los distantes. No, todo es dicha entre las rocas clamando su nombre en el principio, todo es ardor y altura dando ceras a la ramas, dando plumas a los cuerpos... Pero no porque en las ruinas crezca este pulgar altivo, no porque el maíz se rinda ante la piedra audaz, sino por el mazo, sino por la luz que lo dibuja de las grietas primigenias que corre de tintas en su llaga expuesta. Es por eso que su brazo rompe, por eso que su carne se destroza como de tierra, pero no, ni el maíz, ni la flor. El mundo santo que su mano dicta mira al cansado en las orillas, pues su alimento es voz y debe serlo, no sólo este martillo para sepultar las letras, no sólo el filo de su guadaña para mascar al fugitivo, no basta la atención, no basta el ojo. El mundo santo de perfección y altura, el que se vive en la clausura del dorado, allá donde amanece de respiros se ha levantado el trono mano a mano, sobre la espalda de los dientes, sobre el blanco más pardo de los blancos. Allí donde es sortija de los últimos encuentros el mundo santo tiene su reposo y su mirada, pero el maíz, el maíz de su dentadura no existe pues, no existirá, sólo su voz que se proclama viva, sólo ese enraizamiento de subirse a la contemplación, sólo ahí está el alimento que no baja, que se esconde a los ojos serpenteantes pues la gloria penitente está rotunda en el gemido, está ignorada de lágrimas fantasma porque esa voz que a su cadalso lleva nuestro doloroso origen de mortales fangos está en la tierra, está en la tierra.
Darío González (Uruapan, 1999). Estudiante de Letras Hispánicas en la UAM Iztapalapa. Poeta publicado en la Antología de poetas jóvenes de la UAM, en La Ciudad de los poemas. Muestrario poético de la Ciudad de México, así como en algunas revistas literarias.