SANTA CATA

POR FERNANDO GONZÁLEZ GUDIÑO

Una historia de comunión a través de los sabores, referente de muchos que encuentran propósito en el hogar y la buena compañía, citando al escritor J.R.R. Tolkien: “Si le diéramos más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este mundo sería más feliz» (Tolkien, 1937, p.235). Santa Cata es una señora afable, sus canas y las manchas de comida en su delantal reflejan el compromiso que tiene con sus comensales, si recibieras un abrazo de ella encontrarías que se perfuma de las más variadas esencias que solo una cocina puede concebir. A la recepción en su vieja casona no quedará otra sensación más idílica que la de cualquier héroe de novela épica, quien fuera lord Tristán, el más olvidado de los caballeros de la mesa redonda, olvidado por su apetito digno de una orden de goliardos en cruzada por los sabores que jamás existió.

En las mesas de la vieja casona se encuentran tallados los nombres de muchos que por allí pasan, granjeros, jornaleros, señores ejidales e incluso algunos hidalgos en busca de aventuras. Edificada al fondo de la humilde posada se encuentra una chimenea, cuyo fuego monumental da calor al espíritu de los más afligidos y alimenta la llama interna de los más valientes. No existen ornamentas ni cuadros en las paredes de adobe pues de allí emana el calor de los hornos de cocina que trabajan sin descanso ni cuartel. A Cata no le molesta la falta de cuadros que representen su linaje, de su padre el carpintero, su madre la panadera e incluso de su abuelo de cuya historia emerge la leyenda del vinicultor que encantó a duques y sultanes, posiblemente de esto y otras cosas será lo que le da su carácter de Santa. 

Los que piden posada gozan de ventanas con vista al molino principal, paralelo al huerto. En las madrugadas se comulga un olor de uva y rocío de los jazmines que allí dormitan, se escuchan los cuidadosos pasos de los jornaleros matutinos que gozan de trabajar la tierra al filo de la mañana, del tacto a los vegetales y legumbres se puede apreciar su finura y cuidado durante el cultivo, todos ostentan rabos de verde vivo que permiten percibir su esencia terrenal al momento de pasar por la sentencia definitiva de los cuchillos de la cocina. 

En la vieja casona de Santa Cata las vigas y andamios tienen diferentes historias que contar, astilladas de recuerdos y agrietadas de susurros se puede decir que almacenan todo tipo de momentos, una quemadura expuesta, la vez que algún ingenioso Hidalgo pasara la noche velando su armadura, el astillado filo de las vigas , aquella vez que se discutieran el honor de la hermana del herrero y no hubiera otra solución que darle duelo al asunto, hasta las bancas y banquillos tienen algo que contar , aquellas que están a punto de ceder al peso de los invitados no solo dan cuenta de su edad, sino de haber soportado a los más Golordianos (aquellos que no encuentran en la Gula un pecado, sino un placer), pero después de todo si han de romperse, bancos y banquillos morirán mártires, de una causa de sabores y paladares que fueron a Santa Cata en busca de momentos y sazones.

Fernando González Gudiño (Ciudad de México). Escritor independiente y neonato de la lingüística, se ha desempeñado por llevar la vida de un jurista (abogado) en pro de aquello, el buen derecho, actualmente se desempeña como abogado independiente postulante a la maestría en Lingüística Aplicada.