VIAJERO LUMINOSO

POR HÉCTOR JUSTINO HERNÁNDEZ

ruega que tu camino sea largo
y rico en aventuras y descubrimientos

Ítaca, Constantine Cavafis

En el prólogo al libro de Jaroslav Hasek, Las aventuras del buen soldado Schveik durante la guerra mundial, Sergio Pitol distingue entre la “angustia y gravedad metafísica” de Kafka y el humor popular, terrestre, digresivo de Hasek. Me parece interesante reflexionar sobre esta distinción porque los dos escritores, según el autor de Domar la divina garza, llegan a un mismo resultado: “poner en evidencia las contradicciones [de] la sociedad”. Pienso que mientras Kafka lo consigue a través de la representación de espacios cerrados (un dormitorio, un castillo o una penitenciaria), Hasek lo logra desde la amplitud y la indeterminación de un viaje. Schveik, el buen soldado, es alguien que nunca se detiene; recién comenzada la historia se une a las filas del ejército astro-húngaro con quienes se traslada rumbo a las trincheras en un viaje demencial, lleno de confusiones, ineptitudes y escaramuzas.

Al gusto de Hasek por la errancia, se aúna Sergio Pitol cuando decide escribir textos como “Nocturno de Bujara” en donde el viaje se vuelve un aspecto esencial; la tesitura de la historia, sin embargo, se encuentra más cercana a Kafka que a las aventuras de Schveik. Baste recordar aquellas líneas en donde el pasado y el presente al fin se unen: “Y fue en el aeropuerto de Bujara […] cuando comenzaron a surgir los viejos recuerdos que habían estado tratando de afluir desde la noche anterior […] y, sobre todo, una inmensa nostalgia por la juventud perdida”.

En México, una propuesta más próxima a la visión popular de Hasek se encuentra en El ejército iluminado, novela de David Toscana sobre las peripecias de un grupo de tontos que busca invadir Estados Unidos. Algo se ha dicho sobre lo quijotesco en la obra de Toscana, pero aún es necesario volver a ella para revisarla desde el sendero trazado por Hasek y Schveik. Pitol relaciona al autor checo con la postura bajtiniana, carnavalesca, del humor; en esta línea también se podría colocar a El ejército iluminado, que desde el caos liminal del viaje hacia la frontera norte dibuja un acercamiento a los ideales ilusorios del nacionalismo y a las contradicciones de la sociedad mexicana.Me gustaría cerrar con una última reflexión. Sergio Pitol en el prólogo que ya mencioné nota que, conforme la novela de Hasek avanza, el humor pasa a ser más oscuro, doloroso, macabro. El autor checo muere de tuberculosis en 1923, nunca concluyó su mangum opus, por lo que Schveik jamás llegó a las trincheras enemigas. ¿Qué tipo de obra tendríamos en la actualidad si Hasek hubiera tenido más tiempo para escribir? ¿Cuál sería el humor que nos hubiera dado una vez que Schveik cruzara la frontera del conflicto entre el viaje casi de placer y las batallas reales? Si bien, no tendremos las respuestas a estas preguntas, sí vale la pena notar que en este punto es donde Toscana termina su novela, porque la prolongación indefinida del carnaval habría de concluir, tal vez, en el terrible descubrimiento del mundo cerrado y angustioso de Kafka; en este sentido, la travesía, citando a El ejército iluminado, “hacia esa frontera inalcanzable, absurda, y eterna” es incluso más relevante que el destino en sí.

Héctor Justino Hernández (Córdoba, 1993). Actual estudiante de la Maestría en Literatura Mexicana en la Universidad Veracruzana. Ha publicado los libros Dimorfismo (2019), La isla que nos llama (2021) y La máscara de Miguel (2021).